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Supuestos para un diálogo. Cristián Sotomayor Larraín
Читать онлайн.Название Supuestos para un diálogo
Год выпуска 0
isbn 9789561427037
Автор произведения Cristián Sotomayor Larraín
Жанр Документальная литература
Издательство Bookwire
Intramundanamente, es muy frecuente el valor utilitario o instrumental, p.ej., un remedio es muy valioso cuando uno tiene una enfermedad que él puede curar; y bastante menos cuando ya nos curamos (solo en previsión de una futura enfermedad). Pero hay valores que superan la utilidad instrumental, como la belleza, que no es para otro fin sino directamente para gozar de ella. La persona amada, por ejemplo, es valor por lo que ella es y no por su utilidad.
En el caso de Dios, el hombre lo reconoce como valor por una obra salvadora y lo sigue apreciando después de esa obra por lo que descubrió que Él es. El cántico de Éxodo 15, posterior al Éxodo, exalta a Yavé porque derrotó a los dioses de Egipto, v.15: “¿Quién como tú entre los dioses?”. Se mostró superior como guerrero a los dioses de Egipto: v.3: “El Señor es un fuerte guerrero”. El contexto es politeísta e implica una comparación entre el Dios de Israel y los dioses egipcios, sobre los cuales se mostró como más poderoso, v.6: “Tu diestra, Señor, resplandece de poder; …”.
Si se dice que Dios es valor absoluto, lo es por dos razones. En primer lugar, porque el hombre lo descubre como estable (=siempre permanece) porque todo lo demás depende de él. Sin él, todo lo demás pierde su ser, e.d., queda insalvado. Dios es un valor porque afecta a la realidad de todo lo demás. La segunda razón de la absolutez de valor de Dios está en la incomparabilidad que tiene Dios —en sí mismo— con todo lo demás en cuanto a que los supera de tal manera que esa comparación pierde sentido. No hay una categoría común que abarque a Dios y a todo lo demás, y en la que Dios sea el primero en esa escala de comparación. En su categoría está solo él, es incomparable con todo lo demás y le da sentido (que salva) a todo lo demás.
Expresiones del valor de Dios
En las expresiones que usamos se ven reflejados los modos de concebir a Dios. Cuando hay dioses, muchos y mundanos, como los dioses griegos que viven en el Olimpo y bajan y suben, ellos son comparables, son lo mejor del conjunto de lo mundano. Entonces, el adjetivo “divino” significa el mejor de un género porque es el mejor, comparado con otros que son especies inferiores del género divino. Un paso más de separación de lo mundano es el adjetivo sustantivado “lo divino”, que es abstracto y singular, se refiere a una substancia distinta a las substancias mundanas. Y, por fin, “Dios” es directamente sustantivo.
Una expresión del valor de Dios en el judeo-cristianismo es la “gloria de Dios”28. La gloria es la manifestación —simbolizada, p.ej., por el fuego o por la nube— de su presencia. Kabod viene de la idea de peso (“gravedad”, en el sentido de seriedad) y se refiere a la importancia de Dios como superior a la de lo mundano (comparación implícita y necesaria porque no hay nada más con qué comparar a Dios que con lo no Dios). El concepto bíblico “temor de Dios” tiene relación con el de gloria de Dios. El temeroso de Dios, que es el hombre religioso, es quien toma en serio —en su verdadero valor— a Dios, e.d., el que “le toma el peso” a Dios. El temeroso de Dios reconoce su valor en la salvación que de él ha recibido.
Modos de expresar el valor de Dios: Modo positivo (catafático29). Algunos nombres dados a Dios subrayan su valor supremo, por ejemplo, Allah tiene, según el Profeta, 99 nombres bellos, e.d., toda la belleza se puede decir de él. Entre los nombres bellos están el Prudente (Sura 6,96); el Sabio (ibid. y 103), el misericordioso (Sura 18,110), el Sutil (Sura 6,103). Este modo compara a Dios con toda otra realidad, mostrando su superioridad.
Modo negativo (apofático30). El silencio de los judíos piadosos después del exilio sobre el nombre de Dios es expresión de su valor y eso es más de lo que se puede decir, al punto que es expresivo el callar el nombre por él revelado en Ex 3,14, sabiendo que es un callar voluntario, e.d., que intenta expresar, intenta ser elocuente. Este modo destaca la incomparabilidad de Dios con toda otra realidad. Cuando hay varios dioses, como en el politeísmo, hay una comparación —al menos implícita— entre ellos: cuál es el más salvador, lo que se expresa en la monolatría. Pero cuando se aquilata el valor supremo de uno, como en el monoteísmo, la comparación se pierde porque se ve que es incomparable con nada más por ser demasiado distinto. Y aquí entra el monoteísmo estricto y el silencio.
El material de primera mano para la fenomenología: las expresiones religiosas
Las expresiones de los hombres religiosos y las explicaciones que ellos mismos dan (y se dan a sí mismos, e.d., el modo como ellos comprenden sus vivencias) sobre lo que hacen y dicen son materiales de primera mano para conocer el planteamiento religioso de la cuestión de Dios, p.ej., las oraciones y los actos de culto, considerados en su unidad de significado con los gestos y los símbolos que contienen.
Un caso especialmente interesante para este estudio son las explicaciones de los conversos porque contienen (implícita o explícitamente) la comparación con su vivencia anterior. La conversión es un hecho biográfico, es el cambio de un modo de vivir a otro tanto en lo intelectual como en el comportamiento, como en los símbolos e ideas del grupo social de referencia. Consideremos dos aspectos, el cognoscitivo y el ético de la conversión.
El aspecto cognoscitivo consiste en el descubrimiento de Dios. Ahora entiende el converso que Dios no es como él entendía que era. Lo descubre como valor, porque es el fundamento de todo lo que no es Dios, e.d., del mundo. El nuevo valor descubierto es capaz de reorganizar la valoración del resto de la realidad. Dios pasa a ser entonces el valor ordenante que abre a una nueva comprensión de todo. El cambio cognoscitivo que implica la conversión es, en palabras de B. Lonergan: “como si a uno se le abrieran los ojos y el mundo que antes había visto se esfumara31 “.
A ese cambio cognoscitivo sigue uno ético. El hombre reacciona a lo que entiende que las cosas son y, como ahora —por razón de su relación con Dios— las entiende de otro modo, se comportará ante el resto de los hombres y el mundo de un modo dependiente de la comprensión de mundo que ahora tiene.
Este cambio de visión se deja ver en el modo de expresarse. El género filosófico es un discurso en tercera persona, e.d., sobre un “algo” y expuesto a cualquier auditor o lector que se interese sobre ese objeto del pensamiento del filósofo. El filósofo habla directamente sobre un ser y se dirige, indirectamente, a cualquiera que lo quiera oir o leer. En el caso del texto escrito, ni siquiera necesita conocer ni tener presente a su lector. El género expresivo religioso, en cambio, es dialogal o interpelativo, de una primera persona se dirige a una segunda persona, que es Dios, a la que pide o da gracias y de la que espera una respuesta. Esto se ve en todas las expresiones cultuales sean de palabra o gesto: oraciones, ofrendas, gestos de culto.
Nota: No confundir la expresión religiosa con la teología. La teología no es a lo que nos referimos aquí, porque es un discurso científico posterior a las expresiones directas del hombre religioso que siguen a sus experiencias religosas. Es un discurso segundo que depende de la vivencia religiosa pero que no es ella. Las expresiones religiosas de las que aquí hablamos son los materiales de primera mano que recoge la fenomenología: oraciones, ofrendas, cánticos, gestos, etc., en suma, actos cultuales que son todos dirigidos a Dios. La teología no se dirige a Dios sino a los hombres, aunque sea sobre Dios.
Ejemplos: Las oraciones son dirigidas directamente a Dios, que es el tú del hombre orante. Incluso para decirle lo que Dios ya sabe, “Señor, tú me sondeas y me conoces, sabes cuándo me siento o me levanto, desde lejos conoces mis pensamientos” (salmo 139).
Pudiera pensarse que es una excepción a la norma que señalamos el caso de las oraciones que son reflexiones del orante. “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?”, dice el salmo 116(115),12. El bien al que se refiere, como se ve en los versos que preceden, es haberlo librado de la muerte. Esa reflexión es para decidir lo que resuelve hacer en los vv. siguientes: ofrecer a Dios un acto de culto y cumplirle las promesas que le hizo. Por lo tanto, tampoco la reflexión del orante está fuera del diálogo con Dios porque se ordena a él. Este ejemplo muestra el contexto y carácter existencial de la experiencia religiosa- El tema es biográfico, comenta el peligro en que estaba su vida y la salvación obrada por Dios como la materia