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Supuestos para un diálogo. Cristián Sotomayor Larraín
Читать онлайн.Название Supuestos para un diálogo
Год выпуска 0
isbn 9789561427037
Автор произведения Cristián Sotomayor Larraín
Жанр Документальная литература
Издательство Bookwire
Hay entonces una relación entre la cuestión filosófica y la religiosa, pero una distinción clara entre ellas. Un juicio negativo de realidad cierra la posibilidad de un juicio positivo de valor, pero uno positivo de realidad no incluye el juicio de valor en el sentido religioso, e.d., afirmar la entidad Dios no implica que sea valioso en el sentido religioso como se ve, por ejemplo, en el deísmo.
El discurso ateo también es teología
Podría parecer contradictorio examinar el ateísmo en el capítulo titulado “La Cuestión de Dios” considerando que el ateísmo niega que haya Dios. Solo debieran entrar en ese capítulo los que afirman que hay Dios. Sucede que hablar de Dios es siempre teología. La afirmación “no hay Dios”, por ser una afirmación sobre Dios, es una afirmación teológica en cuanto a su materia e implica una concepción del Dios que se niega. El ateísmo debe explicar dos cosas. La primera: qué Dios es el que no hay, e.d., qué concepto de Dios niega, y la segunda, cómo sabe que no lo hay o, lo que es lo mismo, por qué no lo hay. Responder a estas preguntas es hacer teología.
Ateísmo y nociones de Dios
Es claro que declararse ateo tiene sentido solo con relación al Dios cuya realidad allí se niega, o de otro modo, el que niega piensa en el Dios que niega y lo concibe de algún modo. Es absolutamente determinante para el ateísmo aclarar los modos en que puede concebirse a Dios.
Los modos principales (los más frecuentes) son:
1.- Como seres mundanos, e.d., partes del mundo (=realidad a nuestro alcance). Partes mejores que otras. Así son los dioses griegos que son cercanos a los héroes. Estos dioses no son trascendentes al mundo, son la mejor parte de él y, por eso, comparables con el resto del mundo. Ante esta concepción de Dios, es fácil declararse ateo porque hoy prima la concepción filosófica de Dios o la procedente de las grandes religiones monoteístas, en cuya concepción Dios es distinto a todo lo mundano porque es trascendente a él.
2.- Dios es el todo de la realidad, esto es el panteísmo. Aquí no se distingue a Dios del mundo, son idénticos. Dios no es, por lo tanto, distinto del mundo y trascendente a él. En este caso no es posible ser ateo porque implicaría la negación de toda realidad y, entonces, incluso del negante.
A veces se concibe lo absoluto, no al modo del panteísmo como el todo de la realidad directamente, sino como algo estable que subyace a la realidad que experimentamos y que es cambiante. Eso subyacente sería la verdadera realidad. Concebida como energía en el Chi o como principio último y subyacente a la realidad que percibimos, el Tao. En estos casos, no es radical la distinción entre absoluto y no-absoluto. Así se da en algunas religiones no teístas.
3.- Dios como sujeto absolutamente distinto al mundo y absolutamente trascendente al mundo y máximamente inmanente al él (=creador). Actúa sobre el mundo sin estar preso como parte de él y siendo distinto de él. En este caso la distinción entre absoluto y no-absoluto, es radical. Así se da en las religiones teístas donde Dios es sujeto y radicalmente distinto al mundo. En esta concepción se juntan la filosofía del Ser (Dios como el Ser y no un ser [=ente]) y el monoteísmo judío (que influyó —en orden cronológico— en el monoteísmo cristiano y en el musulmán). Este último es el contexto, tanto conceptual como social, del ateísmo occidental de más peso. Es respecto a esta concepción de Dios que algunos afirman que no lo hay (ateos) y otros que sí lo hay (teístas).
Tipologías del ateísmo
Lo común al ateísmo es la afirmación “no hay Dios”, pero las razones de por qué se afirma eso son muy variadas. Entonces, hay distintos ateísmos. De aquí procede la importancia de las tipologías del ateísmo. Varias personas pueden coincidir en afirmar el ateísmo, pero no necesariamente por las mismas razones. La clasificación de las negaciones de Dios según sus motivos, que se llaman tipologías, deja ver la variedad de ateísmos que hay. El valor de las tipologías es que organizan un campo que es variado y suele considerarse, por error, unívoco.
El motivo de que haya tantos tipos de ateísmo como reflejan las tipologías es que la afirmación básica y común del ateísmo es una: “No hay Dios”. Sin embargo, las razones que la respaldan son muy variadas. Entonces, los ateísmos según motivo son varios y debiera hablarse en plural de los ateísmos. Como lo interesante es averiguar la razón por la que no hay Dios, pues de eso depende el valor de la afirmación, es necesario examinar entonces cada ateísmo independientemente.
Parece que la primera clasificación que debieran considerar las tipologías es la diferencia entre el ateísmo teórico y el práctico. El teórico es filosófico: no hay tal realidad extramental, lo cual es, como se ha dicho, un juicio de realidad. El práctico, en cambio, no se pronuncia sobre la realidad Dios, sino que prescinde de él para efectos vitales y vive “como si no hubiera Dios”44, lo cual no significa afirmar que no lo hay, sino evitar su influencia. Aquí entra la muerte de Dios de Nietzsche, puesto que su esfuerzo por convencer de que Dios no debe influir en la vida humana es un reconocimiento tácito de que puede influir, que es —precisamente— lo que quiere evitar.
Hay varias tipologías del ateísmo. Tomemos para comenzar la que adopta H. Waldenfels a la que habremos de corregir en un punto y completar en otros45.
1. “Unos niegan a Dios expresamente”. Esto, en el discurso de GS, se opone relativamente a lo que sigue que son los ateísmos derivados, e.d., a los que se llega como consecuencia. Parece referirse a las negaciones filosóficas directas de Dios, como la que se da en el materialismo ontológico. Este explica que, como no hay otra realidad que la material y como en el concepto teísta de Dios este no es una substancia material, no puede haber Dios porque ese concepto supone una substancia que no existe.
Este ateísmo es filosófico y no es directamente religioso, pero tiene consecuencias religiosas: no se puede creer (en el sentido teológico de esta palabra, cf. VTD s/v) si no hay en quién creer.
Para efectos del diálogo, a esta forma de ateísmo hay que responder filosófica y no religiosamente. P.ej., preguntando por el fundamento de la afirmación de que toda la realidad es material; o preguntando cómo se explica que haya algo siendo que podría no haber nada. Aquí entran las llamadas “pruebas de la existencia de Dios”.
2. “Otros afirman que nada puede decirse acerca de Dios”. Puede referirse al ateísmo consecuencia del agnosticismo o, también, al tipo 3 de esta tipología —el positivismo lógico—, que es una objeción epistemológica. Si nada puede decirse, nada puede saberse —agnosticismo— o nada puede expresarse —limitación del lenguaje—, en cualquiera de los dos casos hay que callar sobre Dios.
Por nuestra parte, el agnosticismo será tratado aparte porque es distinto del ateísmo, en este aspecto es un error incluirlo aquí ya que la negación de Dios es una coincidencia accidental entre el ateísmo y el agnosticismo. En ese momento se debe discutir el valor del agnosticismo como negación de Dios.
3. “Los hay que someten la cuestión teológica a un análisis metodológico tal, que reputa como inútil el propio planteamiento de la cuestión”. Se trata del ateísmo derivado del positivismo lógico, e.d., del sinsentido de la palabra “Dios”, en el supuesto de que solo tienen sentido las palabras que dicen realidades directamente experimentables. Como “Dios” no cumple esa condición, no tiene sentido.
La discusión de esta cuestión debe llevarse en dos líneas. Sobre el positivismo lógico debe preguntarse por su fundamento, ¿es seguro que el límite del lenguaje humano es lo positivo? ¿Las matemáticas, por ejemplo, cumplen con el supuesto del positivismo lógico? Y la segunda sobre el lenguaje teológico, hay que precisar qué se dice cuando se dice “Dios”, e.d., de qué clase de realidad se está hablando y, por lo tanto, cuál es el sentido de esa palabra.
4. “Muchos, rebasando indebidamente los límites de las ciencias positivas, pretenden