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es necesario. Si esto es así, un ateísmo absoluto y práctico no podría existir. La consecuencia es que hay que buscar el absoluto de un hombre en un momento dado y ahí está su dios, y su religión será el culto que le rinde a ese absoluto. Porque aquello que permite organizar lo relativo y que juega el papel de absoluto es su dios, al menos mientras y en la medida que cumpla esa función. La única libertad que los hombres tendríamos en materia religiosa sería la de elegir un absoluto entre los posibles y no la de no tenerlo absolutamente.

       Ateísmo científico 64

      El así llamado en una época “ateísmo científico”, que es algo ya algo superado, es un buen ejemplo a estudiar porque, dado que es un tema cerrado, resulta ilustrativo ver desde ahora su desarrollo. Lo que haremos a continuación es solo un ejercicio ilustrativo porque no es ya un pensamiento vigente. El ateísmo científico en materia cosmológica para el occidente provino del descubrimiento del mundo esférico y gravitacional y evolutivo, que no coincidía con la descripción que hacen los relatos bíblicos tal como habían sido entendidos hasta entonces por influencia del sentido común y de la visión geocéntrica. Como no se podía ahora dudar de la verdad de lo descubierto, e.d., del mundo gravitacional y evolutivo, entonces el relato bíblico era falso, lo cual traía graves consecuencias religiosas.

       Introducción

      El llamado ateísmo científico procede del supuesto conflicto entre las explicaciones religiosas y las explicaciones científicas del mundo. Ellas, aunque hablan de lo mismo (del mundo), no se expresan en el mismo sentido y, por lo tanto, competirían. El conocimiento adquirido por la industria humana trata sobre la estructura y función del mundo. La teología no trata sobre ese aspecto, sino sobre la relación del mundo con Dios (=creación, e.d., dependencia radical y constante de Dios).

      Por ej.: el mundo creado en siete días (primer relato de la creación Gen 1,1-2,4ª) o el mundo se está todavía formando porque sigue cambiando. El mundo, o lo hizo Dios por su palabra, diciendo “sea la luz y fue la luz”, etc., o se formó por una gran explosión inicial. O bien Dios actúa sobre el mundo, p.ej., hace salir el sol, o esto sucede por el movimiento del mundo y no porque Dios lo esté empujando.

      El ateísmo científico es en nombre de la autonomía del mundo. Eso significa en nombre de que el mundo tiene causas intramundanas distintas de Dios y significa también el correspondiente rechazo a que Dios sea la causa (se entiende, directa (=intramundana) de lo que sucede en el mundo). Si hay causas directas de los fenómenos del mundo, p.ej., de que llueva, entonces Dios sobra porque ya está explicado el mundo. El conflicto entre la causalidad intramundana y Dios supone que Dios es causa de la misma categoría que las causas químicas o físicas. “Creación”, en sentido teológico de esa palabra, no significa que Dios haga el mundo como un artesano y lo maneje como un mecánico una locomotora.

      El conflicto que dio lugar al llamado “ateísmo científico” consiste en que no coincidía la cosmografía que se entendía revelada en Génesis 1 y 2 con los descubrimientos cosmológicos y, aunque más tarde, biológicos: el cosmos gravitacional y después la posibilidad de que muten las especies vivas. Génesis 1 y 2, leído bajo la influencia de la cosmología de Ptolomeo (geocéntica) y bajo la concepción verbal de la inspiración bíblica, dio por resultado que se entendiera que la Biblia decía la verdad entera, también sobre la estructura del mundo y no solo sobre su origen radical en Dios.

      Además, está influyendo aquí la cosmografía del sentido común: un hombre parado en el suelo mira el mundo que lo rodea y lo ve como un plano sobre el cual se destacan algunos cerros. Y lo ve plano, porque él mismo es demasiado pequeño para notar la curvatura. Además, en la cultura monárquica, prevaleciente hasta el s. XIX, lo más importante está en el centro, e.d., la disposición física muestra ya el valor de las cosas: al rey se le pone el trono en el lugar más alto o más central. La consecuencia era que el hombre, el más importante de todos los seres del mundo, tiene que estar en el lugar más importante, que es la tierra, lugar donde se desarrolla la salvación. Que le digan entonces que la Tierra es un planeta menor respecto al Sol y dependiente de él, contradice esta concepción.

      Los estudios bíblicos del s. XX mostraron que la inspiración no puede haber sido verbal: Dios no dictó el texto que tenemos, en sus palabras hebreas. Por otra parte, el conocimiento de la cosmogénesis contenida en el Enuma Elish, descubierta recién a mediados del s. XIX, mostró un parecido notable con algunos elementos del Gen 1 y algunas diferencias llamativas en lo que toca a la concepción de Dios. La dependencia y la diferencia quedaron fuera de duda. De ello se ve que los hebreos tomaron elementos de la cosmogonía babilónica y corrigeron lo que tocaba a Dios, porque su experiencia de Dios era distinta. Esto dio luz acerca de la diferencia que hay entre el medio expresivo que se emplea y el mensaje teológico que se quiere transmitir. En ese momento se hizo una diferencia entre la verdad sobre la estructura del mundo y la verdad teológica que se quiere expresar a través de una estructura de mundo. La verdad teológica lo es en cualquier estructura de mundo porque su objeto no es la estructura misma, sino su radical dependencia de Dios, e.d., en términos teológicos: dependencia creatural.

      En el llamado ateísmo científico hay una confusión (una mezcla insuficientemente distinguida) entre la explicación teológica y la científico-natural del mundo65. Esta última dice cómo es la estructura y la función del mundo, o sea, cuál es su realidad física y su funcionamiento interno, intramundano. La teológica explica qué relación tiene el mundo con Dios como su fundamento, siendo que el mundo es algo fundado y no autosubsistente. Y explica, por lo tanto, la contingencia del mundo, e.d., el hecho de que pudiendo no haberlo, lo hay. ¿Qué implica el hecho de que haya mundo? Que tiene que haber algo que, siendo totalmente distinto del mundo, lo fundamenta. Teológicamente, el mundo revela a Dios, y Dios funda el mundo.

      La confusión de explicaciones es la confusión, primeramente, de los grados de la realidad. Dios y las causas intramundanas (que son del mundo) no pueden ser del mismo grado de realidad. Y, segundo, implica una concepción de Dios como intramundano y, por esto, implica mala teología.

      La observación del ateísmo metodológico de parte de los que son religiosos evita esta confusión de planos en sus explicaciones científicas. Reconocer la autonomía del mundo en el sentido de que tiene causas intramundanas distintas de Dios, no implica necesariamente ateísmo. Significa que Dios es causa del mundo no en el mismo sentido de las causas intramundanas porque Dios no es intramundano. Es ateo concebir (sin pensarlo probablemente) a Dios intramundanamate como no puede ser66.

      No es que la religiosidad de científico, e.d., el hecho de él mismo se considere religioso, no influya en su tarea en el sentido de que lo impulse a ella con una motivación profunda, conocer el mundo que Dios está creando; pero este impulso no afecta a los contenidos mismos de su trabajo. Le da a su oficio un significado religioso que no ven y del que no saben otros, precisamente debido al ateísmo metodológico que observa.

      La cosmografía67 de la Biblia es, en cuanto a la estructura física del mundo, falsa. Aquí, ella es instrumento expresivo de un mensaje teológico que, por ser teológico, no trata sobre la estructura y función del mundo (eso le corresponde a la ciencia natural), sino a la relación del mundo con Dios.

      Sus elementos:

      – Las aguas de arriba del firmamento Gen 1,6: “Haya un firmamento en medio de las aguas, que las aparte unas de otras…”; salmo 148,4 “… alabadle aguas que estáis por encima de los cielos”. Son las aguas que caen cuando llueve.

      – El firmamento o cúpula o bóveda celeste: Gen. 1,6.14.

      – Las compuertas del cielo. Son los espacios por donde cae la lluvia. Explicación del diluvio es que ellas se abrieron, Gen 7,11: “… y las compuertas del cielo se abrieron” (Además, subió el agua del océano, cf. ibid.). Y su fin es porque se cerraron, Gen 8,2: “… y las compuertas del cielo se cerraron” (Y, además, bajaron las aguas del océano, cf. 8,29).

      – La tierra; Gen 1,2: “La tierra… por encima del abismo”. Salmo 24,2a: “… la tierra… él la fundó sobre los mares”.

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