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Supuestos para un diálogo. Cristián Sotomayor Larraín
Читать онлайн.Название Supuestos para un diálogo
Год выпуска 0
isbn 9789561427037
Автор произведения Cristián Sotomayor Larraín
Жанр Документальная литература
Издательство Bookwire
Los intentos por definir “religión” han sido varios, desde el etimológico, que es la definición nominal (del término o nombre) que no ha conducido a resultado seguro. La mejor manera de enfrentar la cuestión de la definición es la fenomenológica39. Los hombres expresan el significado que les es Dios a través de elementos naturales como el fuego, la nube, la roca, etc, que obviamente, no son Dios, no pretenden que lo sean, sino que lo signifiquen bajo algún aspecto: fascinación y peligro (el fuego), limpieza, lejanía y misterio que oculta (la nube), solidez (la roca). Y con esos y otros elementos naturales hace expresiones, según su cultura, sea para expresarlo parabólicamente o para dirigirse a él en oraciones. La diferencia cualitativa entre Dios mismo y la religión queda, entonces, fuera de duda. Pero hay que decir todavía algo sobre la relación.
Ya hemos mencionado la anterioridad de Dios y la posterioridad de la religión. Esta es la respuesta o reacción del hombre ante experiencias que remiten a Dios como a su fuente. Por otra parte, los actos religiosos se dirigen a Dios, aunque lo tengan como causa. Son un diálogo con él, un diálogo antropomorfizado porque es en lenguaje humano y trata a Dios como si fuese un hombre. Por esto, el lenguje religioso es el mítico, aquel lenguaje que habla impropiamente de Dios porque se expresa de él como si fuese mundano, pero tiene la gran ventaja de permitir al hombre expresarse sobre el fondo más último de la realidad que vive40. La última expresión del hombre antes del silencio apofático es balbucear acerca de Dios con toda la impropiedad que tiene el balbuceo41. A ese balbuceo sigue el silencio por la limitación del lenguaje humano, salvo que se salte esa limitación con el mito.
EL PLANTEAMIENTO ATEO42
La noción de ateísmo
Etimológicamente, a-Theós significa no Dios o sin Dios, la alfa es privativa. Lo que se niega, entonces, depende de la noción que se tenga de Dios. Sucede que la noción “Dios” es muy variada. ¿Qué dios se niega en cada ateísmo? Eso depende de lo que, en cada caso, se entienda por Dios.
Los dioses griegos, por ejemplo, vivían en el Olimpo, lugar alto (=destacado) pero todavía dentro del mundo y bajaban a los valles donde vivían los hombres. Los dioses y los héroes eran cercanos. Los héroes eran los mejores de los hombres. Son una especie superior dentro de un género común, e.d., eran lo mejor del mundo. Los dioses griegos eran comparables con lo mundano por muy superiores a ello que fueran. En este contexto, “divino” significa lo mejor de un género de cosas, lo cual implica comparación entre ellas.
El concepto más elaborado de “Dios”, el de la filosofía, es no-mundano, eso significa que Dios no es parte del mundo ni es comparable con lo mundano sino, precisamente, distinto a él. Así se concibe también a Dios en las grandes religiones monoteístas.
La noción teísta de Dios es distinta a la noción no teísta. En la primera, Dios es sujeto y por eso las religiones teístas tienen culto. En la segunda, en cambio, Dios no es sujeto y por eso no tienen culto. En la versión teísta se acentúa la diferencia Dios-mundo y en la segunda, no: lo absoluto es o parte del mundo o tiene mezcla con él, forma parte del todo.
Ateísmo puede significar: (1) la negación del teísmo, que es la negación del Dios-sujeto de las grandes religiones. Este significado de ateísmo es infrecuente, muy filosófico, pero se da. En este sentido, el budismo, p.ej., puede considerarse ateo porque no habla de Dios sino de un estado ideal de ausencia de sufrimiento que se alcanza por ejercicios o prácticas de parte del hombre. (2) Puede significar también la negación de toda forma de absoluto y en consecuencia también de la religiosa, como se da en el monismo materialista que sostiene que lo único que hay, e.d., que toda la realidad, es materia. (3) Puede ser también una negación solo y específicamente religiosa, no una general de toda forma de absoluto, como se da, p.ej., en la expresión coloquial “Dios no existe”.
Concepto y realidad de Dios
Dado que no es posible referirse a realidades abstractas sino por medio de conceptos de ellas, debemos comenzar por el nivel conceptual de aproximación a la realidad Dios. Y como los conceptos se comunican por términos, debemos tomar en cuenta las palabras que empleamos para traer a la inteligencia esos conceptos. Deberemos atender al nexo entre realidad, concepto y palabra para que nuestro interlocutor proceda en sentido inverso: de la palabra, al concepto y de este a la realidad que estamos refiriendo. El recorrido debe hacerse en los dos sentidos. Si el nombre no dice para el auditor lo mismo que para el que habla, no hay comunicación. El nombre “Dios” dice realidades en sí (ónticamente) distintas y relacionalmente (=religiosamente) distintas, según el contexto humano en que se esté.
Nivel conceptual: Cuando se niega o se afirma, se niega o afirma algo. Por esto, para ser ateo hay que tener un concepto de Dios que es la referencia de la negación. Hay que examinar la negación directa: qué está pensando como Dios el que niega su realidad. Solo conociendo esto puedo entender lo que está negando. Tanto la afirmación como la negación de Dios dependen de la comprensión que el sujeto tiene de lo que afirma o niega. Por esto, las distintas concepciones de Dios son importantes. Qué significa —por ejemplo— que se conciba a dioses sectoriales como Neptuno o Poseidón para el mar; Vulcano o Hefesto para el fuego y los metales; Plutón o Hades para el mundo subterráneo de los muertos, etc., y, por eso, múltiples y también, por otra parte, a Dios que no es sectorial y uno. ¿Qué se entiende entonces por “Dios”? La Biblia dice que los ídolos no son dioses (salmo 135,15-17), la consecuencia es que los que los adoran son ateos sin saberlo, a pesar de considerarse religiosos. Lo que separa a los yavistas de los idólatras parece ser una concepción de Dios porque diciendo el mismo nombre genérico, e.d., “Dios”, se refieren a realidades distintas. Esto nos trae al siguiente nivel de consideración.
Nivel real u óntico: qué es Dios. Aquí se distinguen la perspectiva filosófica y la religiosa. En la primera es entidad (ser)43, en la segunda, sujeto máximamente valioso. Estos son dos niveles de consideración de la realidad. Si no hay el primero, no puede haber el segundo. Pero pueden darse los dos, simultáneamente.
Afinar una explicación supone mantener siempre la diferencia entre la explicación y lo explicado, entre la teoría y la realidad sobre la que trata la teoría. Una explicación nunca agota la cosa explicada, siempre se puede progresar en la explicación. A veces se desliza, inadvertidamente, una identificación entre la explicación (científica o teológica) de algo y lo explicado (aquello que es objeto de la explicación, e.d., la realidad misma). Esto último es permanente, siempre habrá que explicarlo. Lo primero, en cambio, es transitorio, porque las teorías que explicaron ayer hoy son reemplazadas por otras mejores. Cuando, por inadvertencia, hay identificación de lo explicado con su explicación, fácilmente el rechazo de una explicación por deficiente lleva consigo el rechazo de lo explicado, como si eso no tuviese consistencia o realidad.
Nivel vivencial: Nos queda todavía otro aspecto. En un nivel más personal o existencial, puede uno preguntarse desde qué experiencia vital piensa una persona lo que dice sobre Dios. Cuál es la motivación existencial para afirmar o negar a Dios; si fue la vivencia negativa de la religión o fue una concepción filosófica acerca de la realidad la que lo llevó a negar a Dios. Este nivel explica los dos anteriores que, por eso, son más superficiales que el vital en cuanto son dependientes de este. Los diálogos rara vez llegan a este nivel, sobre todo cuando adquieren tono polémico que no debieran tomar. Cuando los diálogos llegan a este nivel, se profundizan mucho.
El ateísmo como cuestión filosófico-ontológica
El ateísmo es, directamente, una afirmación filosófica y no religiosa, pero con consecuencias religiosas. Es filosófica porque es un juicio de realidad, e.d., lo que se afirma es que no hay la realidad llamada “Dios”. Es, por lo tanto, un juicio ontológico, la negación de una realidad extramental. La afirmación religiosa, en cambio, es directamente un juicio de valor y no uno ontológico: ella dice que Dios es más valioso que todo el resto de la realidad y que, por ese motivo, la afecta a toda ella. El juicio de valor supone la realidad ontológica de ese valor y, por lo tanto, supone un juicio de realidad positivo, pero este último no es