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p.ej., en textos como estos: salmo 97,9: “Yavé está por encima de todos los dioses”. Dt 32,12: “Solo Yavé guía a su pueblo a su destino, con él ningún dios extranjero”. Dt 5,7: “No tendrás otros dioses rivales míos”.

      Israel llegó en algún momento de su desarrollo religioso a ser monoteísta al darse cuenta de que los otros dioses no son tales, salmo 135,15ss: “tienen boca y no hablan”, etc., e.d., que son ídolos59, e.d., imágenes de metal o madera, pero no lo fue siempre. En Is. 45,21: “No hay otro dios fuera de mí”, tenemos ya una concepción explícita de monoteísmo; como en Si 36,4: “… porque no hay Dios fuera de ti…”.

      2. El ateísmo religioso. Supuesta la distinción entre la perspectiva filosófica y la religiosa sobre Dios, e.d., Dios como entidad y como sujeto valioso, es posible, en el ámbito religioso establecer un ateísmo religioso. Si un hombre confiesa a Dios, pero no vive según ese Dios como supremo valor que ordena su vida, es religiosamente un ateo. En la medida en que los hombres religiosos no son coherentes con su confesión, son ateos; todo hombre religioso se reconoce pecador y eso es reconocerse parcialmente ateo, pues en cada pecado hay un acto de ateísmo incluido porque se ha preferido un ídolo (que no es Dios y se lo ha antepuesto a Dios). En ese acto pecaminoso Dios no fue su absoluto vital.

      En la tradición religiosa existen las llamadas “segundas conversiones”. Estas consisten en un descubrimiento tardío de un valor de Dios mayor que el que se había vista hasta ahora. Aunque ya se era religioso, no se había entendido en profundidad su valor. La segunda conversión es una profundización, primero cognoscitiva, e.d., “darse cuenta de…”, y luego un cambio de vida a consecuencia del descubrimiento del valor de Dios. El converso se da cuenta de cuán ateo era antes y cómo no tenía conciencia de ello.

      3. El ateísmo metodológico. Aunque el hombre religioso tiene una visión de mundo relacionada con Dios como absoluto de la que no puede prescindir a menos que deje de ser religioso, en cuestiones científicas debe enfrentar el objeto de su ciencia solo conforme al método de ella y prescindiendo de las explicaciones teológicas que él tiene sobre la realidad. A esto se llama “ateísmo metodológico”, que es exigido por el método de su ciencia y no porque el científico sea, él mismo, ateo. La prescindencia no es aquí negación.

      Aunque para el hombre religioso todo tiene un significado religioso, e.d., todo tiene relación con Dios, no debe traer esa relación como argumento, e.d., como solución o explicación científica a la cuestión intramundana que investiga, porque la ciencia responde a preguntas distintas a las de la teología. La ciencia está para explicar la estructura y la función del mundo, y la teología para explicar la relación del mundo con Dios. La razón, por lo tanto, del ateísmo metodológico es que se está tratando de aspectos diferentes de la realidad.

      El ateísmo metodológico no significa que no haya relación entre Dios y la tarea científica. Esa relación se da, al menos, en dos sentidos.

      1º La ciencia de cada época influye en la teología de esa época60, en el sentido de que dicen el modo como crea, p.ej., de una vez o de a poco, evolutivamente. La teología debe explicar la relación de ese mundo con Dios, ese mundo cuya estructura y función son como descubre la investigación directa del mundo, independientemente de la teología.

      El modo de teologizar de los hombres de una época depende de la ciencia vigente en su época. Por ejemplo, la biología o la cosmología vigentes le dicen al creyente cómo crea Dios el mundo, pero no el hecho de que Dios sea el creador, que es la cuestión teológica. El modo de crear de parte de Dios, que influye en la teología como explicación, cambia según la visión de mundo de cada época. La teología va mejorando con el progreso de la ciencia, aunque no cambie lo esencial que ella explica que es la relación de la realidad mundana con Dios.

      2º La religiosidad del científico influye en su tarea, en el sentido de que lo impulsa a ella con una motivación radical (procedente de Dios, el máximo valor) a preocuparse de investigar el mundo que Dios está creando, y le da a su oficio un significado religioso que no ven y del que no saben otros precisamente por el ateísmo metodológico61.

      Habría tres fuentes del ateísmo particularmente vigentes en la época moderna: por razón de la autonomía del mundo prehumano, e.d., de la naturaleza; de la autonomía del hombre y a causa del mal.

      1. Por razón de la autonomía del mundo

      Dios es rechazado como causa intramundana porque estas —las causas intramundanas de los efectos— han sido descubiertas (y continúan siéndolo) y explican bien el mundo en el sentido causal directo como explicación material de los efectos intramundanos, por lo cual no se necesita —en este sentido— a Dios62. Se dice que Napoleón se sintió sorprendido de que el astrónomo Pierre-Simón Laplace (+1827), en su explicación de la mecánica celeste ni siquiera mencionara a Dios, y que Laplace le habría contestado que él no necesitaba a Dios como hipótesis Dios para explicar la mecánica celeste, e.d., las órbitas planetarias. Y, si el relato es exacto, Laplace tenía razón, porque lo que él estaba explicando es la relación matemática del movimiento planetario, y no el hecho de que haya planetas y tengan leyes. Las leyes internas de la materia dan suficiente explicación de los efectos que se observan, como el movimiento, el crecimiento, etc. Si se concebía a Dios como causa intramundana que explicaba lo que se observa del mundo, ahora tenemos otras causas que lo explican y, en este caso, Dios está de sobra (como causa intramundana). La conclusión puede seguir dos caminos: uno es prescindamos de Dios; la otra, empecemos a pensar si lo habrá.

      2. Por razón de la autonomía del hombre

      Dios sería un impedimento al desarrollo del hombre, quien para ser libre necesitaría que no hubiera Dios porque, habiéndolo, ya no puede ser autónomo porque Dios es el que le fija su ley. Aquí entran los llamados ateísmos “humanistas”. El ateísmo postulatorio63 de Sartre. Aquí entra el ateísmo de Nietzsche, con la “muerte de Dios”. Le parece que, habiendo Dios, este fija la moral e impide la existencia del superhombre que se fija a sí mismo todo y que es, por lo tanto, su propio absoluto, e.d., es para sí mismo su única regla. El supuesto de este planteamiento es concebir a Dios como un competidor del hombre, como uno que externamente —como si fuese otro humano— le fija su derrotero.

      3. Por razón del mal

      Siendo que Dios es por definición omnipotente y máximamente bueno, no es concebible que no haya corregido el mal del mundo; por lo tanto, o no es omnipotente o no es bueno, y en cualquiera de los dos casos ya no es Dios. Aunque este argumento es antiguo, en el s. XX, debido al sufrimiento multiplicado en las guerras mundiales tecnológicas, la cuestión ha vuelto a cobrar dramática vigencia.

      El mal se ha presentado también como absurdo, e.d., como sinsentido. Sobre la importancia que tiene el sentido para el hombre, puede verse la obra de Viktor Frankl, El hombre en busca de sentido. La llamada “cuestión del sentido” es, en la práctica, la justificación del sufrimiento humano, que se ha planteado con agudeza en el s. XX debido a las guerras mundiales. Al sufrimiento no justificado se lo llama absurdo.

       Sobre la posibilidad de un ateísmo absoluto y práctico a la vez

      ¿Es posible un ateísmo absoluto y práctico al mismo tiempo? ¿Puede un hombre vivir sin ningún absoluto funcional? ¿Cómo organiza lo relativo sin absoluto (al menos funcional)? Es claro que el ateísmo relativo, el monolátrico, es posible, pero ese no es absoluto. Es claro también que hasta los hombres religiosos son parcialmente ateos en cuanto no son absolutamente coherentes con su confesión. También es claro que el ateísmo teórico es posible (otra cosa es fundamentarlo). Es claro que el ateísmo práctico también es posible. Pero uno que sea simultáneamente absoluto y práctico, ¿puede darse?

      El hombre no puede evitar organizar lo relativo, su calidad de agente se lo exige. Para ello necesita un absoluto de referencia según el cual organizar lo relativo. Ese absoluto basta que funcione de organizador, no necesita ser algo absoluto en sí mismo. Pero es necesario, al menos como organizador. Incluso podría cambiar el absoluto a condición de que siempre haya alguno que permita organizar lo relativo.

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