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Para que nos empleemos enteros en un esfuerzo, es necesario que el tema nos apasione. Un trabajo profundo será uno apasionado. Pero apasionado no es iracundo, sino intenso. El planteamiento sobre Dios suele darse en un contexto interesado, e.d., ideológico en el mal sentido de esa palabra, con ira en contra o con énfasis a favor de Dios. La serenidad y la radicalidad de la ciencia piden que dejemos la pasión ideológica fuera. Que podamos pensar las razones de otro planteamiento distinto al nuestro con serenidad y pesando su valor intelectual y vital.

      Capítulo 1º

      Los planteamientos de la cuestión de Dios

       Introducción

      Me resultó difícil encontrar la palabra adecuada para titular el primer capítulo. La que primero se ofrece es problema, de modo que el título habría quedado así: “El problema de Dios”. Y se ofrece primero porque coloquialmente casi cualquier cosa es un “problema”. Pero esa solución no se puede aceptar, porque sería falsear el planteamiento insinuando que Dios es un objeto, aunque no sea material sino solo un objeto de preocupación intelectual, lo cual es falso.

      Los problemas son sobre objetos, porque “problema” es lo que está delante del sujeto y separado de él; es, por lo tanto, aquello con lo que —cuando es material— me puedo tropezar. Procede de pro = delante + bállo = lanzar, proyectar; por lo tanto, objetuar, poner delante como objeto frente al sujeto. “Problema” se usa en griego para significar, por ejemplo, lo que sobresale, como un promontorio, un cerro que sobresale en un paisaje o la proa del barco porque va adelante.

      En Gabriel Marcel (+1973), misterio y problema se refieren a aspectos distintos de la realidad y esta diferencia viene al caso aquí: “[…] la diferencia entre problema y misterio no significa que el primero sea accesible y el segundo, incomprensible. Problema es simplemente lo que se me propone, pero lo que se me propone siendo externo corresponde a lo dado. Misterio, en cambio, es ‘algo en lo cual me encuentro comprometido, y cuya esencia es, por consiguente, algo que no está enteramente ante mí’”1.

      Decir que Dios es problema implica decir que es una cosa del mundo y que por eso tiene, por ejemplo, límites y ubicación espacial. De haber Dios, no puede tener las limitaciones de lo que llamamos “problema”. Por esto es impropio y engañoso decir que Dios sea problema, porque es insinuar lo que no es.

      Otra posibilidad habría sido emplear el término clásico y teológicamente consagrado, que es “misterio”, por lo tanto, el título hubiera sido “El misterio de Dios”. Pero es inconveniente para un tratamiento del tema desde la perspectiva fronteriza que este curso pretende, porque “misterio” es un término que se malentiende, es término engañador, difícil (ver en VTD2), porque insinúa —debido a su sentido coloquial— algo distinto al significado teológico. En un diccionario castellano general, misterio es 1. Cosa arcana, incomprensible; 2. Cosa muy reservada, de la que no se quiere que se sepa y no se da a conocer; 3. En sentido religioso, misterio. Como se ve, privilegia precisamente —en sus primeras dos acepciones— el sentido de desconocido que es lo que prima en el uso coloquial, pero es, en el sentido teológico, secundario3.

      Su etimología es discutida. Según algunos, el sustantivo vendría del verbo múw = cerrar4. Cerrar la boca, callar, y, por eso, no revelar. Mustés, era el iniciado en las religiones mistéricas acerca de cuyos contenidos debía callar ante los no iniciados.

      El sentido coloquial de misterio es inadecuado para Dios porque se usa de cosas mundanas: por ejemplo, quién se robó la plata o quién mató a tal persona. Esos misterios lo son accidentalmente porque una vez que se sepa quién lo hizo, dejará de ser misterio. Ese no es el caso de Dios, que no es cosa mundana y que no es accidental ni transitoriamente misterio, sino definitivamente tal. El concepto mundano de misterio retiene solo el aspecto de desconocido que en lo que toca a Dios es verdadero, pero no asume —como se suele pensar— que Dios sea incognoscible, sino que es inagotable. No importa cuánto sepamos de Él, pues siempre será limitado nuestro conocimiento, aunque este sea —parcialmente— verdadero. En el sentido teológico5, Dios es misterio por lo que es para nosotros (inevitablemente) y lo es, primero, por la desproporción entre lo absoluto y la capacidad cognoscitiva humana (no lo es para sí mismo, porque implicaría decir que es imperfecto, e.d., limitado y no absoluto y que no se entiende a sí mismo). Dios es misterio para nosotros porque es ilimitado, e.d., absoluto. Esto implica que es inagotable para la mente humana, difícilmente abordable y algo que al hombre le resulta siempre parcialmente oscuro. En segundo lugar, lo es porque todo tiene relación con él (aunque es distinto a todo), es el fundamento de todo lo fundamentado, de lo que no es absoluto. Todo es en relación con él.

      Como tercera posibilidad se me ocurrió “cuestión”. Quaestio es un asunto a conversar, a discutir, a examinar. Me pareció más neutro ya que nos podemos preguntar sobre cualquier realidad y también sobre Dios. Es la palabra que tiene menos preconcepto inconveniente. “Cuestión” no prejuzga de la calidad de la cosa sobre la que se pregunta o conversa. Este término da cabida a muchas realidades y también a Dios. Se puede objetar que es impreciso, pero no me parece que sea vago por el hecho de no precisar el tipo de ser del que se trata. Me parece que es amplio y eso es lo que se busca, amplitud, para dar cabida también a Dios. Entonces quedamos en el título: “La cuestión de Dios” para decir que, cualquiera que sea su realidad, es la materia o tema de la que vamos a tratar.

      La intención de esta sección es dar una visión sinóptica de los modos en que con frecuencia y, por mucho tiempo, se ha planteado la cuestión de Dios. Para que vean dónde se ubican uds. y para que tengan conciencia de que hay muchos modos de plantear la cuestión. Comenzaremos por los plantanteamientos filosófico y religioso, que se distinguen claramente y son complementarios. Luego presentaremos tres planteamientos que son característicos y han persistido: el ateo, el agnósitico y el deísta. Nos hemos expresado en singular, aunque sin desconocer que hay matices importantes en cada uno de ellos que tal vez haría más preciso hablar en plural.

      El planteamiento de algo es el modo de pensar sobre eso. El planteamiento es, por lo tanto, una obra intelectual que quien lo plantea. Y, como toda visión humana, es condicionada, relativa. Ningún planteamiento es exhaustivo porque el pensamiento humano es limitado. Puede objetarse que Dios —de haberlo— es simple y por eso admite un solo planteamiento. La respuesta a la objeción es sencilla: el objeto puede ser simple, pero el hombre que es el planteante no lo es, y conoce el objeto simple de modo compuesto (p.ej., discursivamente). La relatividad del planteamiento la da —en este caso— el planteante y no el objeto.

      Es necesario preguntarse ¿cómo aparece6 Dios a la conciencia humana? El aparecer al intelecto es el modo en que algo se hace accesible. No es la totalidad de la realidad de lo percibido, sino aquel aspecto de él por donde el conocimiento comienza. La apariencia de algo es lo perceptible de algo. La conciencia no es aquí la conciencia moral, sino la cognoscitiva, e.d., el hecho de darme cuenta de que me doy cuenta de algo, o de saber que sé algo. ¿Cómo aparece Dios a la conciencia? Aparece como significado del mundo. Como significado del conjunto de lo que hay, excepto Dios mismo, e.d., aparece con motivo de lo que no es Dios. De modo que lo no-Dios opera de significante de Dios, quien no aparece directamente a la conciencia sino solo indirectamente. Debido a lo anterior, hay que decir ahora algo sobre el significado.

      Significado es algo intelectualmente receptible en significantes. El significante 5 me dice la cantidad cinco. El significante V le decía a un romano lo mismo.

      El significado es una realidad que reside en el intelecto del que la entiende. Y que es alcanzada por mediación de otra realidad, el significante, que —en sí mismo— no es el significado, solo es capaz de referirlo. Dios no aparece directamente a nuestros sentidos porque no tiene apariencia. Se presenta indirectamente a través de la realidad ajena, la del mundo, que le sirve de significante.

      Excurso epistemológico: el intelecto humano es activo y no pasivo, como un espejo que reflejaría cualquier cosa que le pusieran al frente. O, lo que

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