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partes del cuerpo cuando se le pide. Sigue instrucciones simples. Entiende preguntas simples ¿Dónde está el gatito? Comprende el “no”. Presta atención a canciones, rimas y cuentos. Comprende al menos 10 palabras. Puede decir una o más palabras, a medida que se acerca a los dos años.Hace preguntas simples del tipo ¿dónde está?, ¿qué eso? Junta dos o más palabras: “más papa”, “no quiere”, “vamos”. Usa dos palabras juntas como “más pan”, “tira pelota”. Produce sonidos onomatopéyicos. Señala o utiliza algún otro gesto para demostrar algo de interés o para llamar la atención hacia algo. Utiliza palabras combinadas con gestos para obtener lo deseado. Utiliza al menos 10 palabras. 2 a 3 años Comprende diferencias de significados en las palabras: “bueno”, “malo”, “ahora”, “después”, “abrir”, “cerrar”. Sigue instrucciones simples y compuestas: “busca el libro y ponlo en la mesa”. Contesta preguntas: “¿dónde?” Nomina algunos objetos de su entorno.Utiliza frases de dos o tres palabras para pedir algo o para llamar la atención del adulto.Puede pedir objetos llamándolos por su nombre.Hace frases negativas de dos palabras: “no quiero”. Dice su nombre. Se refiere a sí mismo en primera persona. 3 a 4 años Atiende si alguien lo llama, aunque no lo vea.Responde preguntas sencillas: “qué”, quién”, “cuándo”, “conqué” y similares. Cuenta lo que hizo en la escuela (o fuera de su casa).Su lenguaje es comprensible para los adultos.Nomina objetos y puede pedirlos por su nombre.Pueden persistir aún algunas simplificaciones y generalizaciones. 4 a 5 años Atiende a cuentos y relatos cortos, pudiendo responder alguna pregunta simple sobre su contenido. Comprende lo que hablan los adultos (a su nivel) y lo que dicen otros niños. Se puede comprender con facilidad lo que dice. Se comunica con facilidad con niños y adultos. Utiliza conceptos abstractos al hablar: “yo quiero”. Hace muchas preguntas usando: por qué y quién. Usa igual gramática que el resto de la familia: oraciones complejas y con detalles para expresarse, casi sin errores sintácticos. Puede contar un cuento o anécdota con argumento. Pronuncia todos los fonemas, aunque se espera alguna dificultad en “rr” y fonografemas compuestos: “pl/tr/dr”. Al cumplir los cinco años, se espera lenguaje completo.

      Cruz Mangual (2012)

      Desde comienzos del siglo XX, los estudios la naturaleza y estructura del lenguaje cobran un particular interés. La lingüística nace como una disciplina teórica y sigue desarrollándose como tal. Sin embargo, sus descubrimientos y formulaciones pueden ser utilizados con provecho por el educador y otros profesionales.

      La lingüística descriptiva realiza un análisis de la conducta verbal del sujeto, estudiando los atributos de tales conductas. Se basa en la suposición de que el lenguaje es un código que usa los sonidos como símbolos; que este lenguaje es sistemático, es decir, que tiene un orden y que es dinámico, en el sentido que varía constantemente. La lingüística descriptiva emplea cuatro conceptos básicos: fonemas, morfemas, sintaxis y entonación, aunque otras escuelas usan los mismos términos con distintas connotaciones.

      Fonemas. Constituyen los símbolos unitarios del lenguaje, son las unidades estructurales mínimas en el sistema de sonidos. No poseen significados en forma aislada sino solo cuando se encuentran en combinación. Cada lengua selecciona un repertorio de fonemas para su uso distintivo. El niño, en las primeras etapas de su desarrollo, emite un amplio rango de sonidos que incluyen sonidos correspondientes o no a su lengua, de los cuales posteriormente, por imitación y refuerzo, selecciona los concernientes al lenguaje de su grupo.

      Morfema. Es una unidad lingüística con significado, formada por la combinación de fonemas. El significado preciso del morfema está dado por el contexto. Por ejemplo: s / o / l / constituyen fonemas sin significado, pero juntos forman el morfema sol.

      Sintaxis. Es el estudio del sistema y la estructura del lenguaje. Solo cuando los fonemas se combinan en morfemas, que a su vez combinan en determinados patrones y secuencias, el lenguaje pasa a ser un vehículo de transmisión de significado. Se trata de lo que comúnmente se entiende como la gramática.

      La praxis. Corresponde al habla, a la interacción lingüística propiamente tal, a la intención comunicativa que se logra a través de las variaciones sutiles con relación a la intensidad, al tono, a la utilización de pausas y uniones entre sonidos, a la actitud corporal y gestual. Una persona comprende lo que su interlocutor le está comunicando –si le responde una pregunta, si le cumple una orden, si ratifica su aseveración– gracias a la interpretación de los modelos de tono e intensidad.

      Estas diferenciaciones entre niveles de lenguaje, le permiten al educador detectar con precisión, el nivel donde se producen logros o dificultades en el lenguaje. Por ejemplo: un niño que construye muy bien sus oraciones, pero que no acierta en la pronunciación de las palabras, está fallando en el nivel de los fonemas, aunque sus logros sean satisfactorios en el nivel de lo morfemático y sintáctico.

      El desafío que implica, en la actualidad, educar a niños y niñas inmersos en el mundo de la información y de la tecnología nos obliga a adoptar nuevas perspectivas teóricas y prácticas conducentes a mejorar la calidad de sus competencias lingüísticas y comunicativas, tan necesarias para un desarrollo humano armónico en un mundo complejo y cambiante. Este desafío implica elevar los niveles de logro en las áreas lingüística y cognitiva de los cursos de transición, articulando de ese modo la educación parvularia con el primer año de Educación General Básica.

      El desarrollo y expansión de esta rica competencia lingüística de los niños por parte de los educadores, constituye el mejor puente para articular la educación inicial con la básica. Para ello, es necesaria la valoración de la lengua materna y de la identidad cultural de los alumnos (en especial en aulas en que se da la multiculturalidad de los alumnos) y situar su aprendizaje y expansión dentro de contextos significativos para el niño, en el bien entendido de que esto último, es válido para cualquier contenido curricular. La iniciación temprana y natural en la lectura y escritura, tema sobre el cual hay un creciente consenso, no debe interpretarse como la enseñanza formal de la lectura y escritura en el nivel preescolar.

      La articulación de ambos niveles (Condemarín y Díaz, 1999) en el ámbito del lenguaje y la comunicación, no marca una línea claramente delimitada entre ellos, sino que más bien muestra una especie de superposición. Esta superposición se explica porque la inmersión en el lenguaje escrito: sala letrada, uso de la biblioteca de aula, lecturas compartidas y otras estrategias metodológicas, continúa a lo largo del primero y segundo año básico. Por otra parte, las destrezas propias de la decodificación, por ejemplo, el desarrollo de la conciencia fonológica, aprendizaje de los fónicos y del vocabulario visual, pueden desarrollarse dentro del nivel parvulario siempre que los niños muestren un interés explícito por aprenderlas. Cada educadora deberá determinar cuándo el niño está en condiciones para desarrollar tales destrezas específicas con alegría y sin tensiones.

      Si bien el lenguaje oral y escrito constituye una modalidad para comunicarse con otro y producir un efecto, la distinción entre lenguaje y comunicación es válida, por cuanto un niño puede tener un buen lenguaje articulado, pero su comunicación con otro puede ser limitada por factores emocionales, falta de oportunidades,

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