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jerárquica y se pueden analizar en términos de subunidades estructurales. A menudo comenzará con una oración corta y la completará inmediatamente con una oración más larga. Por ejemplo, juega pelota y, luego: papá juega pelota.

      Las oraciones no son, entonces, una simple cadena de palabras, sino jerarquías de palabras organizadas de acuerdo con principios gramaticales.

      Regularizaciones. El lenguaje infantil se desvía en forma sistemática del lenguaje adulto. Esto nos hace pensar que el niño construye, creativamente, las desviaciones sobre las bases de un análisis parcial del lenguaje y de las tendencias cognitivas inherentes a su desarrollo. Esta elaboración creativa se observa en la sobrerregularización, donde aparecen, consistentemente, expresiones con desviaciones frente a la gramática del adulto. Por ejemplo, utiliza verbos irregulares como si fueran regulares: póngate esto, en vez de ponte esto. Los verbos irregulares, pese a su frecuencia, no siguen un modelo regular. Los niños son muy sensibles a la regularidad de los modelos. Tan pronto como observan un patrón tratarán de aplicarlo con la mayor amplitud posible mostrando su tendencia a generalizar, hacer analogías y a buscar regularidades. En síntesis, buscan y crean orden en su propio lenguaje.

      Transformaciones. En el período de la oración de dos palabras es difícil hablar de transformaciones, dado que ellas son tan sencillas que no requieren del complejo aparato de transformaciones del lenguaje adulto. La estructura subyacente o significado de estas oraciones de dos palabras puede ser más compleja que la estructura superficial producida por el niño. Pero no hay evidencias claras ni reglas sistemáticas que relacionen, para el observador, el significado subyacente con la estructura de superficie.

      Aunque no sea posible determinar una fecha puntual exacta de adquisición del lenguaje, a los cuatro años se espera que el niño haya adquirido los fundamentos gramaticales de su lengua materna, aún cuando mantenga todavía un estilo propio en el uso y generalización de ciertas formas gramaticales, en especial en el uso de formas conjugadas de verbos irregulares.

      Dentro de las formas gramaticales, el niño de cuatro años ya sabe utilizar los pronombres en un orden predeterminado: yo, tú, él-ella, nosotros-nosotras, ustedes, y cuenta con un léxico de aproximadamente 1500 palabras. A los cinco años, debería manejar cerca de 2300 palabras, sin que estas cifras sean nada más que referentes, dado que todavía las diferencias individuales explican las variaciones en la adquisición de esos logros.

      Entre los cuatro o cinco años, el niño puede responder a preguntas de comportamiento social aprendido, puesto que su lenguaje abarca bastante más que su entorno inmediato. Esto, gracias a la adquisición de la función simbólica que le permite la evocación y representación mental de las cosas, acciones y situaciones, trascendiendo el aquí y el ahora inmediato (Piaget, 1961). Este salto cualitativo en el desarrollo del lenguaje, claramente dependiente de las oportunidades del contexto (emocional, cultural, cognitivo), condiciona un mayor y más rápido desarrollo del lenguaje infantil y de sus funciones cognitivas. Se trata de un proceso circular, interactivo, en que los avances en el lenguaje le permiten una mejor apropiación del entorno, y esta apropiación potencia las posibilidades de desarrollo de lenguaje.

      A partir de los seis años. A esta edad se inicia la etapa escolar, para la cual el niño habrá realizado grandes logros maduracionales a nivel neuropsicológico y un lenguaje que le permite acceder a contenidos curriculares cada vez más exigentes: baste señalar al aprendizaje de la lectura y la escritura (Cruz Mangual, 2012).

      Piaget (1926) distingue dos tipos de lenguaje: egocéntrico y socializado. En el lenguaje egocéntrico el niño, al hablar, no se preocupa de su interlocutor, ni si alguien lo está escuchando; generalmente habla de sí mismo y de temas que le conciernen. En ningún momento intenta adaptar su mensaje a las capacidades de su interlocutor para influenciarlo o modificarlo, como ocurre cuando el lenguaje es socializado.

      El lenguaje egocéntrico. Esta conducta lingüística centrada en sí misma se puede dividir, según Piaget, en tres categorías: a) Repetición (ecolalia): se trata de la simple repetición de sílabas y palabras; el niño las repite simplemente por el placer de emitirlas. b) Monólogo: expresa en voz alta sus pensamientos sin dirigirlos a otro interlocutor. c) Monólogo dual o colectivo: que es la situación de dos o más niños, monologando simultáneamente.

      En el lenguaje egocéntrico las palabras utilizadas están mucho más cerca de la acción y del movimiento que en el lenguaje socializado. Así, los niños acompañan en forma automática su habla con acciones. Sienten, a menudo, que sus palabras pueden crear y transformar la realidad de un modo mágico; que una vez que ellos han dicho algo, ello se va a realizar.

      El monólogo propiamente tal o el colectivo preceden al lenguaje socializado. Aunque la intención de este tipo de conducta verbal no sea la de transmitir y recibir información, sirve al propósito de integrar al niño a su ambiente y también prerrequisito al proceso de aprendizaje, que conduce al niño a ponerse en el punto de vista de su interlocutor.

      El lenguaje socializado. Constituye el segundo tipo de conducta lingüística descrita por Piaget. Se caracteriza por el dominio de la información y su comunicación hacia el exterior, en forma adaptativa, por parte del niño. Se trata de un verdadero diálogo en el cual el mensaje verbal está adaptado al otro. En este tipo de conducta verbal, el niño ha internalizado al interlocutor.

      Paralelamente, el niño habrá superado el período egocéntrico y será capaz de tomar en cuenta los comentarios y críticas de los demás con respecto a él, lo cual no ocurría en edades anteriores. Esta capacidad de descentración posibilita la toma de conciencia de sí mismo, asumiendo un autoconcepto y una autoimagen adecuada o inadecuada y consecuentemente un nivel de autoestima que actuará como variable interviniente entre sus reales capacidades y potencial y su desempeño y rendimiento escolar.

      Alrededor de los cuatro años, edad requerida para el ingreso a pre kínder, los niños mayoritariamente conocen la estructura lingüística de su habla materna, incluyendo la mayoría de los patrones gramaticales. Perciben intuitivamente que el lenguaje es funcional y que puede usarlo para obtener cosas, hacerse de amigos, reclamar, averiguar sobre los objetos y crear mundos imaginarios a través de sus propias fantasías o dramatizaciones.

      Progresivamente, expanden sus funciones lingüísticas cuando se integran a juegos en su vecindad y asisten al jardín infantil. Ellos necesitan darse a conocer a personas ajenas a su familia, es decir, a sus amigos y educadores. Necesitan colaborar, competir y mantener su estatus entre las personas que no lo conocen bien. Estas situaciones inician a los niños a usar el lenguaje para contar acerca de ellos mismos, sus familias y sus experiencias, ahora sin el apoyo de un adulto y del contexto situacional.

      Cuadro N° 1. Desarrollo de competencias y habilidades lingüísticas esperadas (cero a cinco años)

Edad Nivel comprensivo Nivel expresivo
Etapa prelingüística
0 a 1 año Presta atención, mira cuando se le habla.Atiende a su nombre.Mira en dirección a ruidos. Gorgeos, laleos, llanto, risa, balbuceos imita sonidos, ma-má, pa-pá
Etapa lingüística
1 a 2 años

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