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marcas de jabones, galletas y pastas de dientes. Los niños en cuyos hogares se les lee cuentos, toman los libros y los hojean en la dirección correcta, reconociendo que los temas escuchados aparecen en las palabras impresas y no en las ilustraciones. Preguntan ¿qué dice aquí?, imitan la acción de leer, etc. (Condemarín, 1999).

      Durante el primer año, antes de aprender palabras, los niños usan un repertorio de sonidos para expresar sus necesidades y relacionarse con otros. Comienzan a apropiarse de su lengua materna mediante el manejo de ciertas funciones del lenguaje y desarrollan un rango progresivo de significados dentro de cada función. Primero, usando sonidos particulares para obtener lo que desean (función instrumental), para regular su conducta y la de los otros (función regulativa), para relacionarse (función interactiva) y, finalmente, para darse a conocer (función personal). Es decir, desde muy temprano los niños intentan relacionarse y transmitir significados y usan sus recursos lingüísticos para lograrlo. Las palabras y las estructuras se van desarrollando progresivamente dentro de estos significados contextuales (Condemarín, 1999).

      Hacia el fin del primer año, los niños amplían su manejo de las funciones del lenguaje: lo usan para averiguar lo que son las cosas (función heurística) y para contarle cosas a alguien (función informativa). Durante el segundo año desarrollan la función imaginativa, señalando con ello un gran salto cualitativo al descubrir que pueden usar el lenguaje para contar algo referido a otro tiempo y lugar.

      El desarrollo de lenguaje se produce en una secuencia, velocidad y ritmos determinados, atendiendo a variaciones individuales, por ejemplo, de género: en las niñas aparece más precozmente (Céspedes, 2014), de oportunidades en relación al contexto psicolingüístico, de estimulación.

      El lenguaje articulado constituye la más distintiva de las características humanas y virtualmente, todo niño logra su dominio alrededor de los cinco o seis años. Cada cual domina –entre otros medios de comunicación– un vasto sistema lingüístico para expresar sus necesidades, sus afectos, sus rechazos y sus pensamientos a las personas que le rodean, mediante la utilización de sonidos y gestos.

      Este personal sistema de comunicación, generalmente, coincide con el sistema de lenguaje empleado por su núcleo familiar y su comunidad. El lenguaje articulado está, fundamentalmente, constituido por un sistema de sonidos capaces de combinarse entre sí. Se consideran paralingüísticas las otras formas expresivas (expresión gráfica, gestual y mímica). La expresión intelectual y la comunicación son las funciones más específicas del lenguaje articulado. Comunicarse implica una motivación, una relación afectiva con el interlocutor.

      Aunque el lenguaje pueda tener un desarrollo exclusivamente personal, solo se crea y evoluciona en la relación interpersonal. Ya en 1945 Spitz, describe a niños “lobos” criados lejos de la civilización, que no tienen lenguaje, como también, a niños institucionalizados al nacer, o separados precozmente de sus madres, los que presentan síndrome de hospitalismo y retraso grave del lenguaje (Spitz, 1945).

      Los adultos tienden solo a percibir en forma vaga el proceso que envuelve el aprendizaje del lenguaje por parte del niño. Como la mayoría de los niños aprende a hablar, los adultos consideran tal rendimiento como una parte obvia del crecimiento y solo ponen atención en el ocasional mal uso de las palabras y no en el extenso vocabulario que son capaces de dominar. De la misma manera, tienden a reparar en aquellas oraciones que no son están gramaticalmente de acuerdo con las normas adultas, sin tomar en cuenta que el grueso del habla del niño es completamente gramatical; aun sus errores tienden a ser sobre generalizaciones de patrones comunes de lenguaje. Por ejemplo, cuando dice: “la abuelita vinió a verme”, él comete el error debido a su bien establecida noción de generar el pasado de comer-comió, salir-salió, volver-volvió.

      En la medida en que el niño va adquiriendo los sonidos y las unidades y la estructura del lenguaje, la internalización de esta estructura no solo influencia la manera como él comunica sus respuestas al mundo que le rodea, sino que también la manera en que percibe el mundo.

      La edad específica en que el niño comienza a hablar es variable dentro de ciertos márgenes. A esto contribuye el hecho de que se trata de un proceso de adquisición gradual, sin un hito reconocible y puntual que marque el inicio y la secuencia. En esto intervienen las particularidades individuales dependientes del proceso maduracional del sistema nervioso, de aspectos psicológicos emocionales y cognitivos, de las condiciones del contexto familiar y de las características del lenguaje y de la calidad de las interacciones lingüísticas de las personas que rodean al niño. La familia y el entorno cumplen una función importante en la aparición y en el ritmo del desarrollo del lenguaje verbal del niño.

      Se espera que haya un desfase inicial entre la adquisición del lenguaje comprensivo del niño y sus competencias de lenguaje expresivo. En las primeras etapas del desarrollo, el niño comprende más de lo que expresa, lo que se considera un hecho normal. Este desarrollo, por otra parte, no constituye un proceso aislado, sino que se asocia a las etapas del desarrollo integral del niño, en especial a procesos de maduración neurológica, tanto corticales, como del sistema nervioso periférico. Sus cambios progresivos se correlacionan con el desarrollo motor en general y con el del aparato fonador en particular.

      En segundo lugar, el lenguaje se asocia al desarrollo intelectual que comprende desde la discriminación perceptual del lenguaje hablado hasta la adquisición de procesos cognitivos superiores, relacionados con pensamiento, simbolización y otros. Y en tercer lugar, se relaciona íntimamente con el desarrollo socioemocional, a través de la influencia del medio sociocultural y de influencias recíprocas de las interacciones del niño con sus referentes significativos.

      Dado que el lenguaje es una creación humana, nunca llega a ser completamente estático. El hombre, tanto individual como socialmente, nunca pierde su habilidad de crear lenguaje. Los niños atraviesan por una etapa creativa de lenguaje, tal vez debido a su creciente habilidad para pensar en metáforas y abstracciones. Naturalmente, tienen necesidades e intereses comunes que no comparten con los adultos y así desarrollan un lenguaje propio que pasa de un grupo de niños a otro. De la misma manera, los adolescentes se caracterizan por su tendencia a crear un lenguaje propio, como también los escritores y los artistas en general.

      Un pensamiento creativo requiere también de un lenguaje creativo para expresarse; de ahí que no es aconsejable que la escuela y la casa exageren con relación a que el niño solo se exprese en conformidad al lenguaje adulto y a las normas gramaticales imperantes. Esto conduce no solo a una rigidez de la expresión sino también a una rigidez del pensamiento.

      Un estudio clásico sobre la evolución del lenguaje del niño (Slobin, 1971) plantea que el desarrollo gramatical (sintáctico) comenzaría alrededor de los 18 meses, cuando es capaz de expresar dos palabras. A partir de ese momento su lenguaje se estructura jerárquicamente, cambia según la edad y no siempre corresponde a las normas adultas, de acuerdo a las siguientes etapas.

      Expresión de dos palabras. Antes de la expresión gramatical existen las palabras-frases, que por su carácter unitario no forman estructura. Las expresiones sobre la base de dos palabras aparecen, en un principio, con poca frecuencia; pero, rápidamente, se acelera su aparición. Estas expresiones no se producen por yuxtaposición inestructurada de dos palabras, sino más bien por la unión de dos clases de palabras. Una clase la constituye la palabra “pivote” que aunque poco numerosa, se caracteriza por su alta frecuencia de aparición. Otra clase más amplia la constituye la adición a la palabra pivote de otras palabras, muchas de las cuales ya fueron utilizadas en el período de la palabra frase. Por ejemplo, en las frases: más leche, más fruta, más frío, más mamá... la palabra “más” sería el pivote. Según Slobin, las funciones de las oraciones de dos palabras en el lenguaje infantil pueden ser, por ejemplo, de denominación, esta muñeca; petición, más agua; negación, eso no; calificación, linda yo; interrogación, ¿dónde está?

      Construcciones

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