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están ligadas a sus tendencias instintivas (tales como la succión y la reacción simple de defensa), aparecen los primeros hábitos elementales. Las diversas reacciones reflejas van incorporando nuevos estímulos que son “asimilados” y constituyen el punto de partida de nuevas conductas adquiridas. Las sensaciones, las percepciones, los movimientos propios del niño se organizan en lo que Piaget denomina “esquema de acción”.

      El niño incorpora las novedades del mundo exterior a sus esquemas, los que constituyen estructuras cognitivas elementales (como si tratara de comprender si el objeto que tiene en sus manos es para “chupar”, para “palpar” o para “golpear”). Estos esquemas de acción se podrán considerar, análogamente, como los conceptos de los estadios posteriores. A partir de ellos el niño elaborará, gradualmente, las categorías fundamentales de todo conocimiento: categorías de objeto, de espacio, de tiempo y de causalidad, entre otras. Esta elaboración permitirá la objetivación del mundo en relación con el propio cuerpo, vale decir, la diferenciación naciente entre el sujeto y el objeto.

      b)Estadio de las operaciones concretas. Se extiende, aproximadamente, desde los dos hasta los once años. Durante este período se distinguen dos subperíodos: el preoperacional, que se extiende desde los dos hasta los siete años, y el de las operaciones concretas, desde los siete hasta los once años. Puesto que este manual está dedicado principalmente a la educación parvularia, se presenta solo el subperíodo preoperacional, finalizando con una descripción muy general de las operaciones concretas.

      Subperíodo preoperacional: El pensamiento del niño en este subperíodo presenta las siguientes características:

      Adquisición de la función simbólica. Se caracteriza por un aumento de la interiorización de símbolos y una progresiva diferenciación entre significantes (palabras, imágenes) y significados (aquellos objetos o acontecimientos a que se refieren las palabras o imágenes).

      La adquisición de la función simbólica se logra a través de la interiorización de las imitaciones. Inicialmente son directas (el niño imita a un modelo presente; por ejemplo, el trabajo de un pintor mientras pinta); más tarde el niño es capaz de imitar en ausencia del modelo, es decir, realiza una imitación diferida. Estas imitaciones interiorizadas, según Piaget, determinan el origen de las imágenes y pasan a constituir los primeros significantes. De ahí que Piaget afirma que los primeros significantes no son signos lingüísticos sino acciones interiorizadas, producto de experiencias personales.

      Egocentrismo. Durante este período el niño se centra en su propio punto de vista, producto de su experiencia personal. Es incapaz de descentrarse, es decir, de colocarse en el punto de vista del otro. El niño preoperacional no puede ubicar su propio punto de vista solo como uno de varios puntos de vista posibles. Esta característica se puede apreciar a nivel de las representaciones mentales: cuando al niño se le asigna la tarea de mirar un objeto desde una determinada posición y, al mismo tiempo, “representarse” la apariencia que tiene el mismo objeto mirado desde otra posición, la respuesta típica, a esta edad, es una representación que corresponde a “su” punto de vista. En el plano del lenguaje el egocentrismo se traduce en lo que Piaget ha llamado lenguaje egocéntrico.

      Centración. Corresponde a la tendencia a centrar la atención en un solo atributo del objeto o hecho, lo cual conduce, en el terreno del razonamiento, a una conclusión errónea, incompleta o distorsionada por no haber considerado los otros aspectos o atributos importantes. Por ejemplo, al comparar la cantidad de líquido en dos vasos diferentes se centra en la altura o en el ancho del recipiente sin compensar ambas dimensiones.

      Estado versus transformaciones. El niño tiende a representarse con facilidad los diferentes estados o configuraciones sucesivas de una materia u objeto. En cambio, se representa con dificultad las transformaciones de los mismos. El pensamiento preoperacional es estático e inmóvil.

      Razonamiento trasductivo. Al tratar de verbalizar una causalidad, se procede de lo particular a lo particular, y no de lo particular a lo general, como en el caso de la inducción; o de lo general a lo particular, como en el caso de la deducción. El pensamiento trasductivo relaciona preconceptos. Piaget utiliza el término preconcepto para denominar los conceptos primitivos utilizados por el niño, compuestos por imágenes, muy ligados a la acción, de tipo concreto y de carácter inestable. El niño, al emplear este tipo de razonamiento, tiende a yuxtaponer elementos y no a relacionarlos sobre la base de la causalidad física o de una necesidad lógica.

      Animismo y artificialismo. Su concepción del mundo es animista, es decir, tiende a atribuirle a los objetos o hechos que le rodean atributos psicológicos, tales como vida, emociones, conciencia. También es artificialista, es decir, considera los elementos y fenómenos de la naturaleza físicos como producto de la creación humana o de seres dotados de fuerzas superiores. Otra característica de este período es la falta de distinción entre juego, realidad y fantasía.

      Las diversas características que se han descrito poseen un alto grado de sobreposición. Es posible seleccionar cualquiera característica descrita y mostrar cómo ella incluye a cada una de las restantes.

      c)Subperíodo de las operaciones concretas. A partir de un período gradual de elaboración, el niño adquiere la reversibilidad y logra organizar su pensamiento en estructuras lógico-matemáticas elementales. Sin embargo, la reversibilidad no se alcanza simultáneamente para todos los contenidos concretos. Por ejemplo, el principio de invariancia (constancia, conservación) se logra en momentos diferentes según sea su contenido: primero se adquiere la conservación de la sustancia, luego la del peso y más tarde la del volumen.

      En contraste con las acciones del período sensorio-motor, que se realizan en forma sucesiva, las operaciones mentales de este subperíodo se efectúan de manera simultánea, formando un sistema de operaciones. Se caracteriza por las dos formas de reversibilidad ya descritas: la negación y la reciprocidad. A un nivel concreto, ambas formas de reversibilidad son usadas independientemente una de otra. Aún no constituyen un sistema unificado de operaciones, como el caso del pensamiento formal. Las estructuras de las operaciones concretas configuran la base del desarrollo de las operaciones formales (Piaget, 1970, 1973, 1978 a, 1978 b).

       La palabra es la libertad que se inventa y me inventa cada día

      (OCTAVIO PAZ)

      Una vez que el niño se pone de pie con la cabeza erguida y las manos libres, se enfrenta a su mundo. En ese momento, el lenguaje adquiere estatus de instrumento de humanidad para tratar con el mundo (Lersch, 1966). El lenguaje, factor clave para el aprendizaje, experimenta un desarrollo importante durante el período preescolar. Se sabe que las alteraciones o retrasos en su adquisición, tienen efectos significativos en el desempeño escolar actual y futuro, en especial la adquisición de la lectura y la escritura.

      Mabel Condemarín (1999) releva la importancia del lenguaje oral y escrito en la educación inicial, al considerarlo uno de los puentes más importantes para establecer la articulación con la educación básica, al mismo tiempo que destaca la función del lenguaje en el desarrollo del pensamiento, la afectividad y la configuración del mundo del niño. La referencia al lenguaje alude genéricamente a sus cuatro modalidades: escuchar, hablar, leer y escribir, en cuanto en las cuatro se apoyan, nutren y retroalimentan.

      Los niños ingresan al sistema escolar con su personal “instalación lingüística” a nivel oral. Las experiencias con el lenguaje dentro de la familia pueden variar, pero la dinámica de aprendizaje del lenguaje a través de compartir significados e interactuar, es siempre la misma para todos los niños, independiente del nivel socioeconómico o grupo étnico al cual pertenezcan.

      Los niños también llegan a la escuela con su “instalación” en el lenguaje escrito. Un cuerpo creciente de evidencias muestra que los niños pequeños que viven en comunidades

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