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desde 1992, el Programa de Salud Escolar implementado por JUNAEB, que contempla programas de prevención en odontología, ortopedia, audición y visión. Todas estas acciones contribuyen a cautelar los requerimientos de salud de los escolares y preescolares y desde ahí, un acceso más igualitario al sistema escolar.

      Los problemas para aprender, representados por déficits en la visión, audición, lenguaje, problemas de alimentación (obesidad) y problemas de salud mental, si bien se expresan al momento de enfrentarse el niño al aprendizaje formal, han permanecido invisibles hasta ese momento. Por ejemplo, uno de cada cuatro escolares tiene intolerancia a la glucosa y un 60% presenta al menos un factor de riesgo para enfermedad cardiovascular. En otros ámbitos, de acuerdo a reportes de los padres, destacan los de comportamiento (15%), déficit atencional (4.6%), obesidad (12%), compromiso sensorial: vicios de refracción y visión en general (8.9%), de audición (2.6%), problemas respiratorios (15.7%), vulneración de derechos (2.1%). (Vio, 2013)

      El aumento de la obesidad infantil en los últimos años se ha convertido en un problema de salud pública. Los últimos datos disponibles del Ministerio de Salud, MINSAL, muestran que el año 2009 la obesidad en los menores de seis años era 9,4% y el 2012 llegó al 10,3%. Datos de la JUNAEB, que mide y pesa cada año a todos los niños de seis años que ingresan a primer año básico, muestran que la obesidad llegó al 23,1% el 2010 y el año siguiente a un 22,1%. Estudios realizados por el Instituto Nacional de Nutrición y Tecnología de los Alimentos en niños de pre kínder, señalan que los casos de obesidad llegaban a 28% a fines del 2012. Estos índices, lejos de revertirse, aumentan con la edad y el desarrollo de los niños, de manera que la prevención y detección precoz del sobrepeso es clave para el éxito de cualquier intervención.

      Las causas de este aumento en el peso corporal de los niños no están claras todavía, pero requieren de un abordaje tan serio como en su tiempo fueron las políticas para enfrentar la desnutrición infantil. No obstante, además de las medidas que se apliquen en los colegios, en este punto es imprescindible incorporar a la familia, sensibilizando a los padres y tratando estos temas en reuniones de padres, consejos escolares, actividades extra programáticas y otras instancias. El apoyo de los padres y la incorporación de la familia en alimentación saludable y actividad física, es condición indispensable para detener la obesidad infantil y la mala condición física de los escolares chilenos (Vio, 2013).

      Respecto del impacto que la desnutrición y la malnutrición sobre el desarrollo, se ha comprobado que niños que presentan déficits significativos en el consumo de proteínas, evidencian un retardo en el desarrollo de algunos procesos ejecutivos Dichos déficits, de no ser compensados oportunamente, podrían generar daños permanentes en las funciones ejecutivas que no serían compensadas con el tiempo (Bhoomika et al., 2008).

      Numerosas investigaciones han vinculado el nivel socio-económico del niño con la presencia de alteraciones en la nutrición, la salud infantil y la crianza. La pobreza es un fenómeno muy complejo y multidimensional, por lo que no es posible establecer conexiones simples y lineales de sus efectos. No obstante, al considerar solo el aspecto nutricional, se ha observado déficits de hierro y ácido fólico durante el desarrollo prenatal, en niños criados en situaciones de pobreza y marginalidad crónicas y alteraciones inmunológicas y del crecimiento, y respecto de la crianza, padres con menores capacidades de atención y cuidado de los hijos. Estos factores impactarían en el desarrollo de los procesos de atención, control inhibitorio, planificación y memoria de trabajo, es decir, en las funciones ejecutivas, cuyo adecuado desarrollo es clave como factor de madurez escolar (Lipina et al., 2004).

      A esto se suman las patologías bucales infantiles, en especial las caries y las malformaciones en la implantación, reconocidas en la actualidad como un problema de salud pública a nivel mundial. Las caries constituyen una enfermedad importante en la infancia, con una prevalencia en escolares varones de 70.3% y en niñas, de 62.5% (Soto y Tapia et al, 2007, en MINSAL, 2013). Las patologías bucales afectan el bienestar general del niño, su salud en general y su autoestima. Prevenir y detectar precozmente estos y otros problemas cuyo efecto se multiplica en la medida que no se intervenga oportunamente, constituye un factor de la madurez del niño para aprender y, por tanto, para ingresar a la educación básica.

      Los problemas visuales son una causa frecuente de dificultades para el rendimiento del niño, que muchas veces pasa inadvertida. Por dar un ejemplo: el metabolismo basal alterado (por problemas tiroideos u otros) puede afectar la convergencia de la visión e interferir la capacidad del niño para mantener una adecuada visión binocular, de manera que al leer, sus movimientos oculares determinan regresiones, omisiones de palabras, confusiones de letras, pérdida de la línea, etc. La diabetes mellitus también puede asociarse con problemas visuales tales como confusiones de letras, excesivas regresiones y otros.

      Alteraciones visuales tales como hipermetropía, convergencia, astigmatismo y miopía, entre otras, pueden afectar sobre todo el aprendizaje lector, dado que la lectura es, también, un acto visual. Del mismo modo, las dificultades en la discriminación auditiva pueden entorpecer el comienzo del aprendizaje lector cuando depende, básicamente, de la clave fónica, es decir, del sonido del habla representado por la letra. Las alteraciones endocrinas pueden provocar en el niño hiperactividad o hipoactividad, comportamientos que pueden interferir, indirectamente, en el aprendizaje escolar.

      El ingreso a la escolaridad básica implica altas demandas emocionales, cognitivas y de salud general para enfrentar con éxito los cambios que implica la transición entre el jardín y la escuela. Una buena salud es, indudablemente, un factor clave. El niño deberá separarse de su familia, relacionarse cada vez más cercanamente con su grupo de pares y con nuevas figuras de autoridad, en fin, deberá enfrentarse a un mundo más amplio y atrayente, pero también más exigente y más competitivo. Los problemas de salud no detectados ni abordados en su momento, se manifestarán en la escuela como problemas para aprender, dificultades de adaptación a la situación de aula, aislamiento, autoestima, sentimientos de incompetencia, etc. etc. En esta etapa, ya superada la vulnerabilidad de los dos o tres primeros años de vida, las tasas de mortalidad descienden en forma significativa, pero surgen otros problemas que afectan una escolaridad. Ya no las enfermedades sino los accidentes comienzan a ser motivos de consulta y hospitalizaciones recurrentes, al igual que cuadros crónicos que afectan la calidad de vida de niños y niñas.

      Son varios los problemas de salud que pueden afectar al niño y que requieren ser pesquisados oportunamente. Para ello el Ministerio de Salud proporciona las Guías Clínicas, que informan sobre signos de alerta que deben llamar la atención del educador y de los adultos responsables. Estas Guías Clínicas orientan sobre problemas de salud oral, enfermedades respiratorias crónicas, diabetes mellitus tipo 2, por nombrar solo algunas.

      Los test de desarrollo psicomotor recomendados por el MINSAL son la Escala de Evaluación del Desarrollo Psicomotor entre 0 y 24 meses (Rodríguez, 1974) y el Test de Desarrollo Psicomotor Infantil, entre dos y cinco años (Haussler y Marchant, 1985). Siempre es recomendable que los padres informen al jardín los resultados de estas pruebas que se aplican en atención primaria de salud, dado que ante un retraso del área motora, social o de lenguaje, se debe derivar a evaluación por un especialista (psicólogo, neurólogo, fonoaudiólogo, psiquiatra o fisiatra infantil) de manera de intervenir tempranamente.

      Inteligencia, pensamiento y lenguaje conforman una tríada difícil de segmentar, ya que entre estos factores del aprendizaje se produce una fuerte relación e interdependencia. Solo para efectos de claridad de la exposición, se justifica que se presenten como temas separados, considerando que los tres son funciones intelectuales superiores.

      Los recursos intelectuales del niño, teóricamente, constituirían a primera vista un factor muy significativo para su rendimiento

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