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un pensamiento y una cultura nacionales. Aquí interesa resaltar la categoría de recepción: una apropiación activa que transforma lo que recibe” (Vezzetti en Dagfal, 2004, p. 9).

      Apoyado en lo anterior, “lo chileno” en el constructo “psicoanálisis chileno” –más que psicoanálisis “en” Chile– serían esos actos que cruzaron lo “ya conocido”, representado por los cánones de la época (literarios, científicos, ideológicos, morales, etc.) con la “novedad” que llega al país –en este caso el psicoanálisis–, “produciendo” toda una serie de actos que lo transforman, lo subvierten, lo critican, lo apropian, lo introducen, lo difunden, lo explican, lo rechazan, etc. en diferentes circuitos de recepción, en los que participan una serie de agentes. Vezzetti lo dice mejor cuando plantea las siguientes preguntas:

      “Dado que hay más de un Freud, a partir del abanico de lecturas que lo toman por objeto, ¿en qué campos preexistente de ideas y valores se van a ir inscribiendo esas referencias? ¿Cuáles fueron los nuevos problemas que esa constelación de discursos vino a encontrar y, en parte, a producir? ¿Cuáles son canales y modos de su incorporación y difusión? En todo caso, la constitución fragmentaria del psicoanálisis como objeto discursivo no es separable de condiciones de recepción en las que se apreció la presión de incluir a Freud en alguna tradición preconstituida: científica, ideológica, estética o moral” (Vezzetti, 1996, p. 14).

      Aproximarse a los circuitos de recepción del psicoanálisis chileno implicó descifrar la respuesta a estas preguntas, pensando que el psicoanálisis compitió, por ejemplo, con el positivismo imperante desde finales del siglo XIX y su explicación sobre las enfermedades mentales y los problemas de “trascendencia social”. Las ideas freudianas se hicieron parte del contexto que la “cuestión social” subrayó, posibilitando, como pasó con el recordado Germán Greve Schlegel, la discusión del papel que la asistencia social debía sostener frente a los “pobres desgraciados”. Poder suponer, por ejemplo, la existencia de recepciones tanto de derecha como de izquierda del psicoanálisis con distintos usos y propósitos serían posibles de detectar. Declaro, entonces, que la perspectiva y su consecuente problema que intenta abordar es “La historia de la recepción del psicoanálisis en Chile”.

      Es pertinente para los lectores poder aclarar los supuestos que sustentaron el recorte temporal que realicé. Si bien estos responden en un inicio a una tentativa, su formulación buscaba situar las referencias más comunes respecto a la historia del psicoanálisis en Chile.

      Por ello, los “hitos” más comentados sobre la llegada del psicoanálisis a Chile son:

      a) La lectura del trabajo de Germán Greve Schlegel en Buenos Aires: este médico chileno, oriundo de Valparaíso, leyó el trabajo Sobre psicología y psicoterapia de ciertos estados angustiosos en la Sección de Neurología, Psiquiatría, Antropología y Medicina Legal del Congreso Internacional Americano de Medicina e Higiene celebrado en Buenos Aires en 1910. Se afirma que este trabajo fue la primera comunicación de las ideas de Freud al español en Latinoamérica. Greve comentó la aplicación del psicoanálisis para combatir los síntomas obsesivos, destacando su eficacia, como también, la dificultad que tiene aplicar su método al pie de la letra. Además, se esfuerza por hacer coincidir los sistemas de pensamiento de Freud y Janet. Este trabajo fue comentado por Freud dos veces, llamándolo como el colega “probablemente alemán”. La historia señala que Greve no volvió con mayor profundidad sobre el psicoanálisis de manera pública.

      b) Luego, la llegada de Fernando Allende Navarro desde Europa en 1925 y la publicación de su tesis El valor del psicoanálisis en la policlínica. Una contribución a la psicología clínica (1926) en la Universidad de Chile: Este médico chileno, según las referencias, fue el primer psicoanalista formado “oficialmente” que llegó al continente. Allende Navarro paso largos años en Europa estudiando medicina en las universidades de Suiza, Bélgica y Francia. Se formó con personalidades como Constantino Von Monakow, con quien se especializó en anatomía cerebral y con el mismo Hermann Rorschach. De vuelta a Chile, validó su título de médico en la Universidad de Chile con una tesis que introduce la práctica clínica del psicoanálisis mostrando la eficacia de su técnica con una serie de casos clínicos.

      c) La fundación en 1949 de la Asociación Chilena de Psicoanálisis (APCH), donde el comienzo de la historia “oficial” del psicoanálisis chileno estaría encabezada por Ignacio Matte Blanco y sus colaboradores. Este evento reflejaría la consolidación institucional del psicoanálisis en nuestro país, ya que ese mismo año la organización fue reconocida oficialmente por la Sociedad Internacional de Psicoanálisis (IPA) en el Congreso Internacional en Zurich.

      Estos tres “hitos”, tal como han sido referidos hasta el día de hoy, dejan grandes espacios de silencio en los que, aparentemente, no habría sucedido nada relevante que mereciera ser recuperado y analizado. Esta mirada está plagada del uso de categorías como “prehistoria”, “precursores”, “pioneros” y “oficialmente formados”, centrándose así en la veta clínica e institucional del psicoanálisis.

      Es por ello que ocupé estos mismos parámetros temporales (19101949) para indagar en aquellos espacios en los cuales la historia “oficial” del psicoanálisis guarda silencio, tratando así de hacer emerger los circuitos de recepción y apropiación múltiple del psicoanálisis en la escena nacional. Está reconstrucción histórica se sostuvo en tres grandes supuestos, a saber:

      Existen contribuciones significativas y relevantes de varios agentes locales que recibieron las ideas freudianas a través de diversas rutas intelectuales, cada una de éstas está bien definida, implicando con ello un proceso de recepción multifactorial.

      Hasta el momento, la mirada que predomina sobre la historia del psicoanálisis chileno invisibiliza dichos aportes, ya que los considera como “capítulos previos” o “preparatorios” a lo que sería la historia “oficial” de la disciplina, contada desde una perspectiva exclusivamente institucional como eje de legitimación y autoridad.

      Estos aportes pueden ser recuperados a través de una búsqueda reorientada que tenga en cuenta los beneficios de pensar al psicoanálisis de manera más amplia, redefiniéndolo como un sistema de ideas y creencias de carácter transnacional.

      Las particularidades del caso chileno de la recepción del psicoanálisis están relacionadas de manera estrecha con las condiciones locales (sociales, económicas y políticas) de la época de su recepción, pero además con el habitus nacional, entendiendo esto como la suerte de la nación en un marco histórico, el que opera como una variable que condicionó su lectura y uso local.

      Aproximarse a la historia de la recepción del psicoanálisis es sinónimo de estudiar una porción de la historia social, política, intelectual y científica de Chile. Sigo en esto a Aróstegui, quien define a la investigación histórica como aquellos trabajos “que tienen como objeto el comportamiento de las relaciones sociales en función de sus movimientos temporales (recurrentes o transformadores)” (Aróstegui, 2003, p. 150). Se subentiende, entonces, que la llegada de las ideas freudianas a Chile impactó y autorizó la producción innovadora dediscursos y prácticas que pueden ser detectadas y según el presente esquema: (Estado social – Acontecimiento [llegada del psicoanálisis] – Nuevo estado social).

      Así, el levantamiento de información de las fuentes históricas más la aplicación del método historiográfico, definido como aquellos pasos necesarios para poder reconstruir cierto fenómeno o fenómenos sociales a partir de la elaboración de hipótesis de trabajo, permitió que los datos encontrados puedan elaborarse para producir un relato histórico lo suficientemente argumentado que dé cuenta de la particularidad de la recepción del psicoanálisis en Chile.

      La complejidad del psicoanálisis como objeto de elaboración histórica ha sido considerada a partir de su amplitud y la compenetración

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