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la psicología normal. De ahí lo clave de “La interpretación de los sueños”, “El chiste y su relación con el inconsciente” y “Psicopatología de la vida cotidiana”, escritos dirigidos a un público no especialista y que lograron que sus conceptos centrales fueran casi tangibles en la vida de todos los días (Plotkin, 2009).

      La transnacionalidad del psicoanálisis como sistema de ideas y creencias, se puede considerar como punto crítico para elaborar los posibles circuitos de recepción del psicoanálisis en Chile. Desde esta perspectiva, como afirma Plotkin (2003), la historia de los sistemas de ideas y creencias, como el psicoanálisis, es indistinguible de sus sucesivas apropiaciones, reformulaciones, utilizaciones y recepciones. Por lo tanto, la historia del psicoanálisis en Chile es un episodio tan importante como la historia del pensamiento freudiano en Viena, New York, Buenos Aires o Río de Janeiro. Así, la llegada del psicoanálisis a Chile, su recepción, difusión y circulación sería parte de un fenómeno transnacional de circulación, donde las ideas freudianas viajaron a través de distintos canales y medios (publicaciones, personas, cartas, etc.)51 siendo parte fundamental de cualquier estudio histórico sobre la circulación y recepción de las ideas.

      Finalmente, debo afirmar que en la actualidad “conviven” simultáneamente las “formas” o “estilos” de abordar la historia del psicoanálisis antes descritos, lo que no significa necesariamente que los modos “clásicos” –por nombrarlos de alguna manera– hayan sido “superados” por otros más abiertos o crítica. Cualquiera de estos “estilos” podría ser un aporte para la historiografía del psicoanálisis en Chile. Así, por ejemplo, sería muy atractivo y original centrarse en la historia del movimiento psicoanalítico, enfocándose de lleno en la dimensión institucional –que como se verá es casi la única forma de historización hasta la fecha– del psicoanálisis chileno, profundizando en los eventos que llevaron a la creación de la Asociación Psicoanalítica Chilena (APCH) en 1949, manejándose, de tal modo, con las variables que este tipo de abordaje exige y restringe. Sin embargo, lo anterior ocluye la posibilidad de realizar un análisis que permita aproximarse históricamente al psicoanálisis como un artefacto cultural de amplio espectro. Con todo, intento participar del debate historiográfico acerca del psicoanálisis chileno aplicando la categoría de “recepción”, reconfigurando con ello la manera tradicional de entender la historia de esta disciplina en Chile, acercándome así a una especie de “estudio de caso” de la historia transnacional del psicoanálisis en términos generales.

      Los investigadores chilenos Eduardo Devés-Valdés, con su noción de “ruta intelectual”52 y Bernardo Subercaseaux53 quien, en sus trabajos sobre la historia de las ideas en Chile, distingue dos puntos de vista para entender el papel de quienes recepcionan ideas en el medio local: los modelos de “reproducción” y “apropiación” cultural, son referencias pertinentes para pensar el proceso de recepción del psicoanálisis en Chile.

      El primero se pregunta:

       “¿Por qué interesa la circulación de las ideas? Porque se trata de un problema, tal como interesa la circulación de personas, de los bienes o del dinero. Pero, también cómo la circulación de las ideas es un asunto que se conecta con muchos otros como son, por citar algunos: la dependencia cultural, las modas intelectuales y los impactos de unas sociedades sobre otras. […] producción del conocimiento y circulación del conocimiento (o de las ideas) son dos asuntos interconectados y esta interconexión adquiere mayor relevancia cuando la producción de conocimiento se concibe como un proceso no sólo espontáneo de algunas mentes brillantes (al modo antiguo y artesanal), sino como un quehacer programado de vastas comunidades intelectuales (al modo moderno industrial)”

      (Devés, 2008, p. 87).

      Estas premisas componen lo que el autor denomina red intelectual, entendiendo esta como una interconexión por donde se transmite el conocimiento a partir de un conjunto de personas ocupadas en la producción y difusión del conocimiento, las que establecen puentes de comunicación perfectamente detectables. Estas rutas tienen la función de ser las vías por las cuales se transportan las ideas, pudiéndose discriminar su densidad y profesionalización. Para Devés existiría una metodología que permitiría dilucidar las formas de comunicación involucradas en una red intelectual. Vale decir: 1. Cara a cara, 2. Correspondencia, 3. Participación en los mismos congresos, sociedades, agrupaciones, 4. Prologación, comentario o presentación de libros, 5. Publicación en los mismos medios, 6. Participación en las mismas campañas o iniciativas, 7. Diálogos, polémicas, 8. Citaciones recíprocas y 9. Otros contactos posibles54 (Devés, 2007).

      El aporte de esta noción es que permitiría conformar verdaderas cartografías intelectuales, evidenciando cómo circulan las ideas en un espacio-tiempo determinados. Además, entregaría información importante sobre los contactos profesionales o personales que cualquier miembro de la red estableció, ocupándose, al mismo tiempo, de las hibridaciones55 y evoluciones en los ecosistemas intelectuales de las cuales los cuales los miembros de una red forman parte. También permitiría trabajar sobre la noción de influencia de ciertas ideas en un contexto determinado, alejándose las nociones “robinsonescas” de un autor solitario que pudiese producir un trabajo intelectual. Por último, el concepto de la red intelectual permite complementar las nociones de “generación del conocimiento”, poniendo énfasis en la colaboración entre agentes, y “campo intelectual” –la que ya profundizaré– en las cuales se lucha por conseguir el capital simbólico en juego (Devés, 2007).

      Teniendo en cuenta estos valiosos aportes, quiero dejar en claro un punto en el que me distancio de lo señalado por Devés acerca del transporte de las ideas, al pensar la historia de psicoanálisis. Este autor recurre, frecuentemente, a la noción de “mundo periférico” o “periferia” para hablar del público “receptor” de las ideas que nacen de los supuestos “centros de producción” del conocimiento. Un ejemplo de ello es la siguiente afirmación: “Categorías como “influencia” o “difusión” han operado al interior del centro o del centro a la periferia, aunque pueden servir también para estudiar el movimiento de las ideas en el ámbito periférico. Sin embargo, la noción de influencia refiere en gran medida, la pasividad del receptor, en tanto que la noción de “circulación”, tolera mejor cuestiones como los modos de recepción y de reelaboración” (Devés, 2009, p. 17). Concuerdo ampliamente que cualquier proceso de recepción –idea que profundizaré más con lo señalado por Subercaseaux– implica un papel activo del público que recibe un sistema de pensamiento, sobretodo cuando se analiza el caso del psicoanálisis, la noción de centro-periferia al menos debería ser puesta entre paréntesis. La evidencia muestra56 que no existen centros estables de producción de conocimientos psicoanalíticos, dedicados a chorrear sus invenciones hacia la periferia, sino que más bien hay movilidad entre los agentes que protagonizan la génesis del saber freudiano.

      Queda claro que lo anterior implica un problema más que una solución, derivado de la dimensión transnacional del psicoanálisis, que según Plotkin (2009), conlleva necesariamente un desplazamiento de los centros de producción y difusión intelectual, y por ende, las lenguas en las cuales este ha sido difundido. Los orígenes del psicoanálisis estuvieron ligados, en un principio, a la cultura germana, para luego trasladarse hacia el mundo anglosajón, más tarde hacia Francia y recientemente a América Latina, lugar destacado como centro de producción, difusión y consumo de las ideas y conceptos freudianos57.

      Lo anterior pone en duda la imagen que muestra a nuestro país –en materia psicoanalítica al menos– siendo “colonizado” pasivamente por las ideas creadas en centros de producción europeos o anglosajones, considerando que Chile estaría ubicado en la “periferia” de la comunidad psicoanalítica internacional, reduciendo e invisibilizando con ello cualquier aporte nacional y obligándonos a ocupar el papel de meros “reproductores” de una versión heteroreferenciada del psicoanálisis. Por

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