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de las prácticas” (Vezzetti, 2000, pp. 70-80). Es necesario considerar todos estos indicadores, ya que hablan del proceso de recepción en sí mismo, por lo que su detección entregaría valiosa información en el caso chileno.

      Pero la recepción nacional de ideas ¿es un proceso homogéneo? Devés responde que “las ideas no circulan de modo homogéneo, no siquiera en la época de la mundialización de las comunicaciones y la economía. La circulación desigual e incluso la casi falta de circulación, en determinados casos, depende de factores variados que van desde los coyunturales a los estructurales y desde los personales a los culturales de larga duración” (Devés, 2009, p. 17). Y ya en el caso específico del psicoanálisis, según Plotkin, en un mismo espacio cultural y nacional la recepción y difusión del psicoanálisis65 se da en distintos niveles y a diferentes ritmos, reflejando una importante heterogeneidad. Así, una investigación debería diferenciar, por ejemplo, las rutas de recepción del psicoanálisis en círculos médicos de aquellos por medio de los cuales las ideas de Freud se diseminaron entre el público más o menos culto, o la manera en que el psicoanálisis se difundió en publicaciones populares66. “De cualquier manera, estas diferentes formas de difusión están usualmente interconectadas. Por lo tanto, la historia del psicoanálisis ejemplifica muy bien los problemas y limitaciones inherentes a la distinción tradicional entre “cultura popular” y “alta cultura”. El psicoanálisis es un sistema de ideas que emergió en un ambiente científico, pero cuya difusión se llevó a cabo en circuitos culturales mucho más amplios” (Plotkin, 2009, pp. 7-8). Como el psicoanálisis es un objeto cultural extendido, su impacto no sólo puede ser detectado exclusivamente en los llamados “círculos profesionales”, sino que también en un radio de acción mayor. La experiencia descrita por distintos investigadores (Plotkin, Turkle y Vezzetti, entre otros) confirma que los conceptos freudianos se hicieron parte de lo que Beatriz Sarlo67 llamó –término rescatado por Mariano Plotkin para pensar el caso del psicoanálisis argentino– los “saberes del pobre”: “esa mezcla desprolija de discursos sobre química e ingeniería, metalurgia y electricidad, geografías exóticas y visiones que anuncian la metrópolis futura” (Sarlo, 2004, p.9). En Chile, durante las primeras décadas del siglo XX, se experimentó un aumento de las publicaciones (revistas, folletos y libros) de consumo medio y popular que coincidió con una mayor oferta cultural de masas, respondiendo a una política gubernamental que intentó llevar un nuevo set de saberes al público chileno, con el fin de aportar a su supuesta culturización. Dentro de este cúmulo se encontraban las obras de Freud, lo que serviría para preguntarse –tal como lo hace Sarlo– cuáles eran estas versiones de Freud, dónde se producían y cómo se difundían, sobre qué experiencias se difundían, qué sensibilidades y destrezas querían generar, cuáles esperanzas despertaban y a qué ausencias respondían.

      Por último, la recepción local de cualquier sistema de ideas o de creencias transnacional, que tiene en cuenta esta heterogeneidad en su difusión, debe considerar además lo que el investigador chileno Luis Corvalán68 afirma sobre la recepción, diciendo: “Ciertamente, a través de este concepto de recepción pretendo subrayar el elemento de apropiación de corpus de pensamiento generados en otra parte. En todo caso, como se dijo, sin por ello negar que esa apropiación supone adaptaciones a los requerimientos que profesan lo recepcionado desde el prisma de su peculiar experiencia histórica, necesidades, tradición, formación y mentalidades. Es decir, desde cierta inevitable impronta local, por cuanto poseen una identidad determinada, se ubican dentro de una coyuntura histórica precisa, y no se hallan en el vacío” (Corvalán, 2009, p. 22). De esta manera, se debe suponer y considerar, que el proceso de recepción y apropiación del psicoanálisis en Chile estuvo atravesado por tradiciones locales, orientaciones ideológicas, cuestiones de género y todo lo que se resume a través del concepto de habitus nacional. Este concepto acuñado por Norbert Elias –y que Plotkin lo considera central para el estudio de la dimensión local del psicoanálisis– se entiende como que “la suerte de una nación a través de los siglos se sedimenta a través de sus miembros individuales” (Elias en Plotkin, 2009, p. 7).

      ¿Qué significa esto? Visto así, siguiendo nuevamente a Pierre Bourdieu y Roger Chartier (2011)69, un sujeto social no es un espíritu instantáneo, por lo que su conducta no sólo puede ser explicada por la presencia de un estímulo. La noción de habitus tiene sus ventajas: “[…] es importante para recordarnos que los agentes tienen una historia, que son también producto de una historia personal, de una educación asociada a un medio, pero que son también el producto de una historia colectiva y que las categorías de pensamiento, las categorías de entendimiento, los esquemas de percepción, los sistemas de valores, etc., son el producto de la incorporación de estructuras sociales” (Bourdieu & Chartier, 2011, p. 70). En este caso podemos concebir lo que vincula la historia de la recepción del psicoanálisis, entendida como una forma activa y particular de leer y practicar las enseñanzas de Freud en Chile, con la historia de Chile, conceptualizada como un devenir que hizo que los términos psicoanalíticos fueran valorados y rechazados según ese entramado colectivo.

      Ya queda claro, como lo mencioné anteriormente, que dentro del campo de investigaciones que ha intentado abordar la historia del psicoanálisis, existen modos bien definidos de encarar y pensar esta particular y compleja disciplina. En consecuencia, esta investigación debió optar y formular las preguntas pertinentes que ayudaron a circunscribir el problema, dar con una manera de abarcarlo, y fijar temporalmente el lugar en el que se inscribe dicha problemática. Así, las pregntas que me pude formular fueron:

      1. ¿Qué quiero historizar?, que determinó por tanto,

      2. ¿Desde dónde comenzar a historizar? ergo

      3. ¿Dónde mirar o buscar las fuentes de información?

      Basándome en Plotkin70 y Turkle71 pude responder la primera pregunta de la siguiente forma:

      Podría ser atractivo centrarme en la historia del movimiento psicoanalítico, lo que implicaría concentrarsme exclusivamente en la dimensión institucional del psicoanálisis chileno, reconstruyendo los eventos que llevaron a la creación de la Asociación Psicoanalítica Chilena (APCH) en 1949. Esta decisión implicaría maniobrar, por lo tanto, con las variables que este tipo de abordaje exige y restringe al mismo tiempo. A mi consideración, quedarse desde este lugar ocluye la posibilidad de realizar un análisis múltiple, que esté a la altura de un objeto de estudio tan multifacético como se puede reconocer al psicoanálisis.

      Por ello, mi segunda opción era considerar las propiedades que el psicoanálisis tiene como “sistema de ideas y creencias de carácter transnacional”, donde el punto de vista institucional sería una variable más dentro de ese cúmulo de prácticas y discursos que se legitimaron por estar emparentados (de manera “real” o no) con el pensamiento de Freud. Tengo clara la complicación que esta opción tuvo para mi - fueron seis años de investigación-, pero me permitió abordar de manera interesante cómo el psicoanálisis circuló a través de las fronteras de los países y distintos espacios culturales, para llegar a nuestro país, mediante circuitos múltiples, que más de una ocasión establecen diálogos entre sí. Esta fue finalmente mi elección, la que sustentó el trabajo de este libro.

      Para llevarla a cabo, tomé ejemplos de investigaciones similares en Estados Unidos, Francia y Argentina, lugares donde el psicoanálisis desbordó los límites comunes para originar una verdadera “cultura psicoanalítica” ,reflejando así su introducción en distintas capas del medio local.

      En este sentido, me sumerjo en el debate historiográfico sobre el psicoanálisis chileno, tomando como señal de ruta la categoría de “recepción”, y reescribiendo así, la manera tradicional de entender la historia de esta disciplina en nuestro país. Porque aún con esto, cabría la pregunta, ¿qué sería lo chileno, aquello que es propio y que al mismo tiempo no nos pertenece, desde esta perspectiva? Rescato una cita que Alejandro Dagfal hace de Hugo Vezzetti acerca de la historia de la psicología en la Argentina:

      Ahora bien ¿qué es lo ‘argentino

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