Скачать книгу

se lo invitara a ello, mientras Azrabul y Gurlok ocupaban las sillas–. ¡Epa!...–añadió al volcar accidentalmente un tintero que levantó enseguida.

      Sin inmutarse, agarró el papel que tenía más cerca y lo usó para secar torpemente la tinta derramada, sin preguntar si el papel en cuestión era importante o no lo era.

      Ude iba a protestar, pero mejor Amsil contagiado de los toscos modos de sus padres adoptivos, que el arquitecto idiota responsabilizando por su propia chapucería a unos albañiles sin duda incultos, pero por lo visto más inteligentes que él.

      —Tienes cara larga, Azrabul–observó Ude–. Imagino que no te debe hacer gracia que se te venga encima el juicio.

      Pues Azrabul había sido denunciado por un grupo de niños ricos malcriados a los que, con su atolondramiento habitual, había golpeado al pescarlos maltratando cruelmente a un pobre mendigo cuyo nombre, Isbêt, se estaba volviendo más famoso día a día debido a ese incidente. Los puños de Azrabul eran enormes y poderosos, y cuando él se descontrolaba, caían sin ton ni son contra el objeto de su ira. Así era como varios de aquellos muchachos seguían sometiéndose a cirugías correctivas para tratar de mejorar el aspecto de sus respectivos rostros, en los que tales puños habían hecho espantosos estragos. Se decía que algunos revivían esa paliza en sueños y despertaban gritando por las noches. Esto se lo había dicho a Ude el alcalde, Mulsît, para convencerlo de testificar contra Azrabul en el juicio; pero el Bibliotecario Mayor, por sus propios motivos, tenía entre ceja y ceja al grupo apaleado por el gigante

      —El juicio es un trámite nada más–respondió Azrabul, meneando la cabeza–, y me da lo mismo ir a la cárcel o quedar libre.

      —Claro–respondió Ude sin sorprenderse. Azrabul ya había estado en la cárcel, por robar una vimâna, y al parecer la había pasado de lo lindo peleando y teniendo sexo con otros convictos. Sobre gustos no hay nada escrito–. Pero, ¿y entonces?...

      —Lo amarga una tontería; sin embargo, para él es importante–terció Gurlok–. Personas en quienes él confiaba, lejos de darle aliento, lo desaniman. Además, escuchó a otros burlarse de él creyéndolo lejos. De nosotros, en realidad, pero a mí me tiene sin cuidado lo que otros digan o dejen de decir: no me fío mucho de nadie, excepto de Azrabul y de Amsil. Corren rumores, algunos de los cuales eran previsibles, pero otros no, y debido a ello estamos aquí ahora. Dinos, viejo: de lo que hablamos contigo, ¿qué has repetido y a quién?

      —No repetí nada a nadie–replicó Ude–. La verdad, apenas si me acordé de ustedes desde la última vez que nos vimos.

      —¿Igu entonces?–preguntó Amsil.

      —Pudo haber sido él. Me consta que tiene un amigo egipcio al que considera casi un hermano. Es casi seguro que a él algo le comentó, pero dudo que a mucha gente más.

      —Entonces ese egipcio se lo contó a otros–dijo Gurlok.

      —No necesariamente. Desconfío más de los guardias, que son chismosos como viejas. No creo, eso sí, que lo hayan hecho con mala intención. Sencillamente un guerrero, hombre de acción, se aburre prestando servicio aquí. Estoy seguro que muchos se unieron a las actividades nocturnas en El Prostíbulo sólo de puro aburridos, al menos si en Tipûmbue no tienen hogar al que volver o novia a la que visitar.

      —¿Y a los guardias quién les dijo?–preguntó Gurlok

      —Casi seguramente nadie. No es difícil oír conversaciones ajenas en un lugar silencioso como este. Siempre hay un par de guardias apostados a ambos lados de esta puerta, y ustedes no pueden preciarse de silenciosos. Ni siquiera haría falta que alguien pegara su oído a la puerta.

      —La gente dice que estamos locos. A veces lo dicen sólo de Azrabul y de mí, otras veces lo dicen de Amsil y otras, de los tres. A mí no me preocuparía lo que digan; pero se rumorea que nos quitarán la tenencia de nuestro chango. Nunca hicimos el trámite de adopción formal; la burocracia nos vuelve locos.

      —Y a quién no–dijo burlonamente Ude.

      Y prefirió no decir nada más. Aunque tolerante respecto a la comunidad guleibi, siempre se había opuesto a la adopción por parte de miembros de la misma; pero en este caso era tan obvio que a Amsil lo habían favorecido los cuidados y el cariño de Azrabul y Gurlok, que no tenía nada que objetarles. Por desgracia, la posibilidad de que ambos perdieran la tutela del chico eran enormes.

      Y la verdad, no quería ser él quien se los confirmara.

      6 Frankers: individuos pertenecientes a cierta institución iniciática y mistérica basada en la fraternidad y la filantropía, y a menudo mal reputada sobre bases más bien prejuiciosas.

      7 Khabiru: pueblo asiático que por persecuciones racistas y/o religiosas se vio forzado a errar durante siglos en el mundo, pese a lo cual algunos de sus miembros acumularon inmensas riquezas y llegaron a ser referentes notorios en la economía mundial.

      8 Guleibi: forma abreviada de los vulgarismos gun, lein y biter, que englobaba en general a todas las minorías sexuales.

      9 Cimborrio: construcción en forma de torre cuadrada u octogonal cuya función era aportar luz natural abriendo ventanas en sus paredes. El cimborrio era típico de la arquitectura gótica, pero algunos arquitectos de esta época pretendían incorporarlo al diseño neomuense.

       2

      Reencuentros

       —Kaore ano kia tae atu nga taonga o Aotearoa.

       —Ny anaranao dia tsara tarehy tahaka anao, Haja ...

      —Unoziva here? Zvinoita sekuti Mujinga, iyo j’ba fofi, akauraya mupfumi aive atenga uye iko zvino kwasununguka...Handizive kuti kusvika rini zviremera zvichakwanisa kudzivirira izvi kubva munzeve dzevanhu.

      —...vea hakdauchchea kar rutatbet nih trauv thveu cheamuoy strei noh del bau li sa kampoung svengork ku Satsujin–sha nih. Puokke niyeay tha neang chea kheatakr da krohthnak bamphot.

      Era propia de la feria de Tipûmbue aquella excéntrica mezcolanza de idiomas, vestimentas, rostros y costumbres. La mayoría de los puesteros sabía casi de memoria cómo debía atender a los demás según su país de origen. El idioma, por supuesto, era otra cosa. En general nadie sabía más que una o dos palabras de cada una de las muchas lenguas que se oían en la feria, y solían no ser las mejores. Tutmosis, por ejemplo, sabía decir mierda en quince idiomas, pero que no le pidieran mucho más.

      Sin embargo, y a pesar de que Udjahorresne no le caía bien, le gustaba trabajar con él en la feria, en parte justamente debido a esa pluralidad idiomática. No agradaban los chismes a Tutmosis, pero en cambio le encantaba escuchar conversaciones de las que no entendía nada o casi nada, y tratar de imaginar de qué se hablaba, aunque por lo general, si podía luego confrontar sus suposiciones con la realidad, rara vez confirmaba sus suposiciones. Por supuesto, las cosas cambiaban cuando alguien exclamaba furioso Merde!, Shit!, Tbaan!, Gāis!, A francba!, Korenga! o cosa por el estilo. Su versión preferida era Sial!, porque ésa era en el idioma de la hermosa Cinta: el esrivijayano, hablado en el puesto de los hijos de Bambang.

      También le gustaba el clima fraternal que se había creado entre la mayoría de los puesteros extranjeros. Los largenianos, antes bastante cordiales, ahora estaban demasiado divididos en dos bandos enemigos según apoyaran a Irkham el Magnífico o a la anterior reina destronada. Por supuesto, la política de Irkham, hostil a cualesquiera extranjeros no europeos, no lo hacía muy querido entre las colectividades asiáticas, africanas o polinesias, ni siquiera entre las abyayalenses, exceptuando la veneciuelana, a la que utilizaba políticamente. De todos

Скачать книгу