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la cargo y sabrán que estamos aquí.

      - ¿Pero no la has ocultado dentro como te he dicho? - inquirió Louis -.

      - Sí, pero si lo registran todo a conciencia terminarán dando con ella ¿Cómo iba a imaginar que tendríamos que esperar tanto y que para colmo unos cabezas cuadradas vendrían a husmear en este sitio desierto?

      - Tú misma lo dijiste, estamos en un área militarizada, era de esperar que algo así pudiera suceder - convino el pelirrojo -.

      - A mí esto me da muy mal rollo tíos - Fergie comenzó a ponerse muy nervioso -. Lo mejor sería largarse de aquí sin que se den cuenta.

      - ¡Cállate imbécil! - lo reprendió Rod susurrando pero amenazante. Acto seguido se dirigió al resto -. Y vosotros dos dejaos de cháchara, los cabezas cuadradas se han dividido en parejas y peinarán todo este sitio. No pueden encontrarnos aquí escondidos, eso sería demasiado sospechoso ¡Movámonos y vigilemos a ver qué hacen!

      Era imposible tener a la vista a todos los miembros de la patrulla, ya que se habían dispersado para completar el registro más rápidamente. El grupo fue hacia donde tenían escondida la cargo, tal vez con idea de escabullirse si les era posible. Pero para su desgracia dos soldados la descubrieron antes y en seguida avisaron a otros. Al momento ya eran cinco, sargento incluido, los que se disponían a registrar el vehículo.

      - ¡Mierda, que poco les ha costado encontrarla! - maldecía Donna. Desde un nuevo escondite los cuatro eran testigos de lo que sucedía -. En los controles de acceso tienen la matrícula y estamos identificados como sus ocupantes, ahora ya saben que andamos cerca.

      Después de meditar durante un instante Louis dijo:

      - La cosa se ha complicado mucho, pero habrá que apechugar. Salgamos y presentémonos ante la patrulla, con suerte si les contamos cualquier milonga se la tragarán y nos dejarán tranquilos.

      - ¡De eso ni hablar tío! - Fergie no se fiaba -.

      - De normal no le daría la razón a este idiota, pero la situación ahora es bien distinta - confesó Donna -. Cualquier brigadista que llega a la ciudad ha de presentarse de inmediato en la Central de Servicios. Ése es el procedimiento y nosotros no lo hemos seguido porque imaginábamos que a estas horas ya estaríamos junto al puto Sergey ese, que será muy amigo tuyo y todo lo que quieras, pero nos ha dejado en la estacada ¿Cómo les vas a explicar a los cabezas cuadradas que hemos estado aquí escondidos durante horas? Algo así huele muy mal desde el principio. Nos van a obligar a ir con ellos y entonces todo se irá a la mierda.

      - ¡Razón de más para esfumarse! - insistía el mulato -.

      Aquello no pintaba nada bien. Aun así Louis no estaba dispuesto a tirar la toalla, no en aquel asunto que consideraba crucial para su futuro y en el que había arriesgado tanto. “Quien no arriesga no gana”, ése había sido siempre su lema y estaba dispuesto a seguirlo hasta las últimas consecuencias. Dispuesto a presentarse ante los soldados quiso hacer un gesto a los demás como para indicar que él no vacilaba ni tenía miedo.

      Pero todo sería en vano. Antes de que pudiera hacer nada pudo comprobar horrorizado como uno de los miembros de la patrulla, una mujer en concreto, salía de la cargo mostrando con la mano izquierda en alto un pequeño objeto. Era redondeado y poseía un inconfundible brillo dorado.

      - ¡Fergie, puto desgraciado de mierda! - las palabras salieron de su boca de forma casi automática - ¡Te has dejado olvidado el maldito reloj dentro de la cargo!

      Pero Fergie ya no estaba, había puesto tierra de por medio ante lo que se avecinaba. Rod fue tras él, consciente tal vez de que todo estaba perdido, pero seguramente también con intención de hacerlo pedazos. Louis estaba paralizado, catatónico, de repente todos sus planes se habían derrumbado. Era como si toda una vida de lucha constante para hacerse un hueco en el mundo no hubiera servido absolutamente para nada.

      - ¡Louis, Louis, maldita sea! - Donna tiraba de él para hacerle reaccionar -. Tenemos que largarnos de aquí antes de que nos encuentren, ¡vamos!

      Finalmente le hizo caso y ambos huyeron justo a tiempo. Otros soldados peinaban los dos edificios y no hubieran tardado en atraparlos. Así acabaría la gran aventura de la banda londinense en Edimburgo. En la nada porque ni tan siquiera llegó a comenzar.

      ***

      Se ha dicho que Ethan fue capturado en el momento del robo. Hasta el último momento creyó que no estaba metido en nada ilegal y, cuando todo salió mal y los demás se esfumaron sin avisarle, una patrulla de vigilancia en superficie cayó sobre él, desprevenido como estaba, y lo culpó de las fechorías del resto. No fue más que un inocente que tuvo que pagar por los delitos de otros, la versión oficial se ha repetido en no pocas ocasiones y nadie se ha molestado en cuestionarla.

      Es cierto que Louis y los demás lo dejaron tirado, que aquello lo pilló desprevenido, pues dadas las circunstancias nadie se acordó de él y, de haberlo hecho, resulta más que dudoso que estuvieran dispuestos a arriesgar el pellejo para ir en su busca y advertirle. Pero la verdad es que ni tan siquiera llegó a haber intento de robo en la Cuarta División, todo acabó antes de eso. Ethan había pasado todo el día atormentado a causa de sus problemas intestinales, una mezcla de nerviosismo, puro miedo y una dieta nada recomendable, pues ni las conservas que se llevaron para el viaje, ni las varias viandas que ofreció generosamente la señora Wallace en su casa la noche anterior, se encontraban en el mejor de los estados para ser consumidas. Él siempre había sido delicado en esos asuntos y las gastroenteritis lo afectaban con relativa asiduidad.

      Tal vez fuera la quinta o sexta vez que iba a hacer de vientre desde que estaban esperando junto a aquel condenado edificio. En su interior había agujeros oscuros y apartados más que de sobra para hacerlo y, en uno de ellos, lo sorprendieron dos soldados con los pantalones bajados y en indigna postura. Así fue como lo detuvieron. Ethan ni tan siquiera tuvo tiempo de asimilar nada, entre gritos salvajes, golpes furibundos y amenazas terribles se lo llevaron prácticamente a rastras y lo arrojaron fuera del bloque como si fuera un saco de arena. En el exterior, junto al semioruga, la mayor parte de la patrulla y el sargento que la dirigía ya se habían reunido. Muchos rieron al verlo tirado en el suelo, ya que nada más atraparlo la pareja de soldados le había atado las manos a la espalda con una brida y, a causa de ello, todavía llevaba los pantalones por los tobillos y el trasero al aire.

      - ¡Levantad a ese gusano y traédmelo aquí! - rugió el sargento. Tras él continuaban las risas -.

      - Lo hemos pillado cagando dentro del edificio, señor - informó uno de los autores de la captura -. Del resto no hay ni el menor rastro, habrán huido al vernos venir.

      Acto seguido lo alzaron sin dignarse a subirle los pantalones, por lo que las vergüenzas de Ethan continuaron a la vista para mayor escarnio. Aquello hizo que las carcajadas aumentaran de volumen, pero él estaba tan aturdido por la situación y la rudeza del trato recibido que se vio incapaz de reaccionar.

      - ¡Silencio! - tronó el oficial al mando, un hombre relativamente alto, enjuto y de semblante feroz. Los soldados callaron de inmediato y pudo dirigirse al prisionero para preguntar - ¿Cuál es tu nombre?

      - E… Ethan s… su… Sutton - logró balbucear después de un rato -.

      - ¿Dónde están tus amigos?

      Yo… yo… no sé… no he hecho nada. So… soy u… un brigadista y…

      Aquella respuesta no pareció ser del agrado del sargento, que rápidamente se aproximó más a Ethan y le propinó un contundente manotazo mientras los otros dos soldados continuaban sujetándole. Del golpe le había partido el labio y pronto comenzó a manar sangre. El terror y la confusión fueron en aumento, se encontraba en la peor de las situaciones imaginables.

      - Con que brigadista, ¿eh? - de nuevo le dio en la cara, aunque no tan fuerte -. Veo que estás tan acojonado que casi no puedes ni hablar ¿Y sabes una cosa? Haces bien en estar muerto de miedo, porque esa historia de que eres brigadista apesta tanto como tu asqueroso culo lleno de mierda.

      Otra bofetada más y continuó el interrogatorio:

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