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que le harán los cabezas cuadradas si le pillan.

      - No sé si colará, estos cabrones del frente tienen fama de ser una panda de jodidos salvajes. No me gustaría caer en sus manos.

      - Pues dentro de unas horas estaremos en la boca del lobo, rodeados de ellos por todas partes.

      - ¡Eso está muy bien, pero a mí me gustaría saber cuándo cojones se dignará en aparecer ese maldito ruso que dices que es amigo tuyo!

      A Fergie se le veía especialmente nervioso, harto de esperar había decidido enfrentarse a Louis.

      - ¡Que no es ruso capullo, utiliza un nombre falso para cubrirse las espaldas! - medió Rod - ¿Cuántas veces van a tener que repetírtelo?

      - ¿Y eso qué más da? - replicaba el mulato -. Louis lo conoce, imagino yo que sabrá su verdadero nombre.

      - Ya os dije que hace mucho que no lo veo, esto lo hemos organizado contactando de forma indirecta y los dos convenimos en mantener su identidad oculta hasta que todo haya pasado - explicaba el cabecilla del grupo -. Por seguridad, ya sabéis. Trabajé con él hace años, cuando todavía estaba en lo más bajo y no me había hecho un sitio. El caso es que lo cogieron y se vio obligado a alistarse para evitar una condena peor, fue una putada pero al menos ha servido para darnos esta oportunidad. Os repito que es un tío legal y por su parte no debemos temer nada.

      - De verdad espero que tal y como dices no haya cambiado estando aquí - dijo Rod -. Hubiera sido mejor traer armas. Más vale tenerlas y no necesitarlas, que necesitarlas y no tenerlas.

      - Ya sabes que eso habría sido demasiado arriesgado - replicaba Donna -. Los brigadistas no van armados, si en un registro nos las hubieran encontrado todo se habría ido a tomar por culo.

      - Dirás lo que quieras, pero con un hierro en la mano yo me siento mucho más seguro - fanfarroneó Fergie, Donna lo miró con cierto desprecio y ni se dignó en contestarle -. Además, todo este asunto tiene algunas cosas raras. Tanto insistir en que tiene que ser esta misma noche, que no puede ser mañana ni pasado ¿No iban a estar los putos brigadistas haciendo inventario en esos almacenes durante quince días? Ese Sergey podría colarnos cualquier otra noche.

      - Veo que la mierda que te metes ha dejado tu puto cerebro más atrofiado de lo que imaginaba, Fergie - se enfureció Rod -. No habrá más oportunidades aparte de esta noche hasta dentro de un año porque hoy es cuando entran los nuevos reemplazos. Los cabezas cuadradas más novatos tienen su primer día de curro en el complejo de la Cuarta División y los que van a ser sustituidos sólo piensan en lo poco que les queda para largarse. Será el mejor momento porque es cuando más descontrol hay. Unos que llegan, otros que se van y en medio de todo más de un centenar de brigadistas ayudando en los inventarios. Nadie sospechará cuando Sergey nos introduzca y, una vez dentro, tan sólo tiene que dejarnos en algún lugar cerca de la cámara del tesoro y hacer como si nos encomienda algún tipo de tarea.

      - ¿Y los sistemas de seguridad? - Fergie seguía sin fiarse -.

      - Si superamos los controles de acceso al complejo el resto ya no me preocupa - afirmó Donna -. Desde dentro y haciéndonos pasar por brigadistas todo será mucho más fácil, puedo ocuparme de la vigilancia electrónica sin problemas. Por mucho que digan los sistemas que emplean aquí no son muy distintos de los de otras partes.

      El grupo pareció tranquilizarse por unos momentos, hasta que una serie de lejanos fogonazos verdosos sobre el horizonte y un rumor de tormenta les hizo recordar de nuevo dónde estaban exactamente. Una ráfaga repentina de viento se alzó llenando el aire de desperdicios flotantes.

      - Estoy harta de todo esto - comentó Donna sin dirigirse a nadie en concreto -. Llevo toda la vida soñando con largarme de esta puta isla que no es más que un enorme cementerio. Aquí es como si estuviéramos muertos y enterrados en vida, si las cosas salen bien ganaremos lo suficiente como para hacer lo que nos dé la gana. Y yo pienso irme bien lejos.

      - ¿A dónde? - quiso saber Louis -.

      - Qué se yo, a Sudamérica por ejemplo. He oído decir que aquello es lo más parecido al paraíso que puede haber en la Tierra.

      - No creas todo lo que dicen por ahí. También llevo media vida escuchando que llegará el día en que Ellos lancen su ataque final, aquel que lo destruirá todo, y que no dejarán vida tras su paso. Sin embargo nunca vienen, incluso aquí sólo se limitan a lanzar de vez en cuando sus lluvias de fuego o a enviar a esas malditas zorras dragón que acaban con todo aquel que se les pone por delante. Parece que se contentan con dejarnos como estamos porque así no suponemos una amenaza - Louis se detuvo como para reflexionar -. Mira, la vida que he llevado hasta ahora es lo único que conozco, Londres es para mí el único mundo que existe. Sé que es un maldito estercolero, pero al menos allí controlo la situación, en una tierra extraña ni tan siquiera sabría qué hacer o por dónde empezar. Con esos chismes en nuestras manos entraremos en las ligas mayores, nada de libras convertibles o tan siquiera bonos de la Alianza. Cualquier traficante que quiera introducirlos en el mercado continental estará dispuesto a pagarnos con la única moneda que realmente tiene valor, onzas de oro de veinticuatro quilates - ahora sus ojos brillaban de excitación y seguramente también de codicia -. La cosa es bien simple, cuantos más cerebros electrónicos consigamos esta noche más oro nos darán a cambio. Y con él compraremos poder y seguridad, al fin podré controlar mi propio territorio, reclutaré gente de confianza, nos armaremos, expandiremos nuestras actividades y ya nadie se atreverá a decirme lo que tengo que hacer. Tú dices que quieres largarte en busca de un paraíso que ni tan siquiera sabemos si existe, ¿quién sabe si el resto del mundo no está igual que nosotros? Yo construiré mi propio paraíso sobre las ruinas del lugar que me vio nacer.

      En cierto modo aquel discurso sonó un poco como el cuento de la lechera, pero el caso es que pareció convencer al resto.

      - Louis tiene razón - advirtió Rod -, aquello lo conocemos y es donde se encuentra nuestro futuro. Pero estoy con la mosca detrás de la oreja con un pequeño detalle, ¿de verdad son tan valiosas esas cosas? Ya sé que lo habéis repetido un montón de veces, pero suena demasiado bonito como para ser verdad.

      - De bonito nada, primero hay que hacerse con ellas - respondió Louis - ¿Acaso olvidas lo que hemos tenido que pasar para llegar hasta aquí?

      - Verás, el ejército utiliza esos cerebros electrónicos para equipar a sus drones inteligentes - explicó entonces Donna, que era quien más sabía de esos temas. De hecho el resto no tenía ni idea -. Aquí sólo les dan ese uso, pero son tan potentes y versátiles que, una vez desprogramados, sirven para casi cualquier sistema y no necesariamente para aplicaciones militares. Pero aquí viene lo bueno, más allá de las bases y cuarteles de la Alianza son unos chismes verdaderamente escasos porque sólo los cabezas cuadradas pueden importarlos. Se fabrican en la India y no hay ningún lugar en Europa que sea capaz de producir nada parecido. Ésa es la razón de que alcancen un valor tan elevado en el mercado negro.

      - Visto así este trabajo es un auténtico bombón - reconoció Rod atreviéndose incluso a sonreír. No lo hacía muy habitualmente -. Sólo espero que cuando llegue el momento todos…

      - ¡Eh escuchad, por ahí viene un vehículo! - interrumpió Fergie a grito pelado -. Nuestro amigo de los almacenes llega al fin.

      No anduvo desacertado en su observación, pues alguien se aproximaba. No obstante de la sensación de alivio inmediata se pasó un segundo más tarde a la preocupación, ya que el vehículo que iba hacia ellos era un semioruga del ejército. Hasta donde Louis sabía Sergey no se iba a presentar de esa manera.

      - ¡Maldita sea, una patrulla de superficie! - advirtió temiendo una visita no deseada -. Me da mala espina, escondámonos por si acaso.

      Así lo hicieron en el interior del bloque abandonado con la esperanza de que la patrulla pasara de largo. Pero no lo hizo, el semioruga se detuvo al pie de la singular construcción y de él surgieron una decena de soldados. Iban armados hasta los dientes y con uniforme de combate, su sargento transmitió órdenes de inmediato y, antes de que el grupo hubiera sido capaz de asimilar lo que estaba sucediendo, la patrulla ya estaba peinando el lugar.

      -

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