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por nuestra cuenta ¿Cuántas veces vamos a tener que seguir hablando de esto, hasta cuándo Nancy, hasta cuándo? Ya has perdido a un hijo y parece que no te importe lo más mínimo perder al único que te queda. Yo al menos soy consciente de mis errores.

      - ¡Déjame en paz desgraciado! - rugió Nancy arrojándole a Ethan una lata vacía recogida del suelo de aquella pocilga, al momento apretó sus sucios dientes furiosa mientras emitía un sonido que casi parecía un gruñido. Luego prosiguió - ¿Quién coño te has creído que eres, eh? ¿Piensas que puedes aparecer por aquí y soltarme todo ese discursito sin más como si pretendieras juzgarme? Si quieres juzgar empieza por ti mismo, estás tan al cuello de mierda como yo.

      - ¡Ya lo hago Nancy, ya lo hago! Ni tan siquiera sé muy bien por qué he venido. Sin Sam me siento… me siento tan perdido.

      - Siempre has sido igual Ethan, nunca cambiarás - cargó de nuevo su madre -. Siempre lloriqueando, siempre lamentándote por las oportunidades perdidas, por lo que pudo ser y no fue ¡A la sombra de tu hermano menor! Sin él no hubieras llegado a ninguna parte, sin él tus despojos hace tiempo que estarían pudriéndose en cualquier montón de basura de esta puta ciudad. Yo al menos sé de qué va todo esto y he decidido terminar mi vida como yo quiero.

      - Si tus planes pasan por acabar así - Ethan contempló una vez más aquel nauseabundo agujero -, es algo mucho más triste de lo que pensaba.

      - ¡Ja, como si tú vivieras en un maldito palacio! - se mofó Nancy -.

      Después de la repentina descarga de adrenalina todo había pasado, quedando únicamente un negro pozo de desesperación. Sabía que su madre tenía razón, él nunca había sido nada, tan sólo se había limitado a dejarse llevar por Samuel. Fue él quien los sacó adelante a los dos. Ethan quería pensar que también había hecho su contribución, pero en el fondo comprendía que sin el apoyo de su hermano ni siquiera hubiera logrado lo más mínimo, era ese apoyo el que siempre le había dado fuerzas y coraje. Ahora esas muletas habían desaparecido, se las habían arrebatado de repente y se sentía más tullido que nunca.

      - ¡Lárgate de aquí, márchate ya! - escupió ella en tono aún más despectivo -. Déjame en paz, no necesito lecciones de nadie. Menos aún de alguien que es menos que nadie.

      No supo por qué pero aquello le dolió especialmente. Quería creer que, muy en el fondo, su madre aún seguía queriéndole y que todo aquello sólo lo había dicho por el dolor y la rabia que la desgarraban por dentro, por ese sentimiento de pérdida que únicamente el consumo de base podía aliviar en parte.

      - Creo que me he equivocado al venir aquí - reconoció al fin -. Tranquila Nancy, nunca volveré a molestarte ni a pedirte nada.

      - ¡Sí eso, desaparece! Deberías haber sido tú el que cayera en Watford, ¿sabes? Hubiese sido mejor así, al menos con Samuel las cosas podrían haber cambiado. Pero ahora ya no queda nada, las oportunidades se acabaron.

      - Lamento ser ese hijo que hubieses preferido ver muerto - la voz de Ethan era ahora dura, amarga -. Adiós Nancy, que tengas suerte.

      Prefirió largarse de allí cuanto antes, poner tierra de por medio, eso lo sabía hacer mejor que nadie. Pero antes de perderse por entre los innumerables recovecos de aquella ruina aún alcanzó a oír como su madre gritaba:

      - ¡Nada tiene sentido, nada tiene sentido! ¿Dónde coño está la mierda, joder?

      En aquel momento Ethan reparó en que apenas sí había llorado a causa de la muerte de su hermano, incapaz de exteriorizar sus tormentosas emociones. Sentía que tenía ganas de llorar pero no le salían las lágrimas, se encontraba perdido, sin expectativas, sin saber a dónde ir o lo que hacer. Tal vez lo mejor fuera arrojarse al río y acabar con todo de una vez, pero ni tan siquiera tenía valor para eso. Tan solo deambuló y deambuló sin rumbo, tratando de olvidar la última y patética visión de su madre, tratando de contener el arrollador sentimiento de culpa que lo consumía. Samuel regresaba una y otra vez a sus pensamientos. Con él había muerto también una parte de Ethan, quizá la más importante de todas. Ahora sólo quedaba una fría carcasa vacía por dentro, restos de lo que podría haber sido un ser humano completo.

      Y como él los restos de la ciudad todavía seguían ahí, después de innumerables ataques, después de los infinitos golpes recibidos. Londres subsistía como una mera sombra de su glorioso pasado, un pasado que ya nadie recordaba. Muchos decían que, en un tiempo anterior a la Guerra, aquella fue una metrópolis opulenta, dinámica, vibrante y orgullosa de sí misma. Ahora sólo quedaba un ruinoso fantasma habitado por una triste legión de figuras sin alma que ya no esperaban gran cosa. Una más vagando por lo que una vez fueron sus calles no importaba demasiado. De hecho ya nada importaba en aquella tierra maldita en la que nunca salía el sol.

      2

      La versión oficial cuenta que Ethan Sutton fue una persona íntegra, un buen chico como suele decirse, pero que realmente tuvo muy mala suerte durante la mayor parte de su vida. Perdió a toda su familia y, al caer en desgracia, terminó en manos de unos desalmados que desde el primer momento se aprovecharon de su vulnerabilidad y su buen corazón. Él jamás se hubiera metido en asuntos turbios, como tampoco deseaba terminar convertido en un ladrón o un criminal. Pero aquella gente lo embaucó, se hicieron pasar por sus amigos pues los conoció cuando Samuel todavía vivía y, mediante mentiras y falsas promesas, consiguieron arrastrarle a Edimburgo. Se ha dicho que Ethan nunca supo nada de los planes de Marcel Louis y su banda, que lo utilizaron haciéndole creer que viajaban hasta el frente para un trabajo por completo legal. Un pobre inocente destinado a cargar con todas las culpas llegado el momento. Así, cuando aquel chapucero intento de robo en los almacenes de la Cuarta División terminó en desastre, los demás pusieron pies en polvorosa dejando tirado al pobre Ethan, que por supuesto no tenía la menor idea de lo que se le venía encima. Si debía haber algún sacrificado en todo aquel asunto no podía ser otro más que él.

      Así fue como comenzó todo según dicen o, más bien, según como nos lo han contado. A pesar de que Ethan se esforzó siempre por mostrar una actitud intachable en un mundo corrupto y degradado, fuerzas prácticamente irresistibles terminaban arrastrándole por el mal camino. No era culpa suya, tan solo las circunstancias de la época. Pero como todos los héroes han de encontrar al fin su recompensa, lo que en un principio parecía ser la mayor de las desgracias se convirtió en el punto de inicio de la gran aventura. Al fin y al cabo fue cosa del destino.

      En realidad Ethan supo desde el principio de qué trataba exactamente el trabajo de Edimburgo. De hecho anduvo detrás de Louis durante semanas, suplicándole que lo incluyera en el grupo que viajaría hasta allí para perpetrar el gran golpe. Era la mayor oportunidad de su vida, la oportunidad que cualquier miserable que no tenía donde caerse muerto deseaba tener al alcance, pues cosas así rara vez se veían. Él no tenía ni idea de cerebros electrónicos para aplicaciones militares, ni mucho menos sabía cuál era su valor en el mercado negro, pero sí comprendía que participar en el robo de aquellos chismes le reportaría una suma de dinero con la que ni tan siquiera se había atrevido a soñar. Al menos eso era lo que decían. Si quedaba fuera de esto no merecía la pena seguir viviendo. Era algo así como el último tren que partía de la estación de la condena, si lo perdía ya no habría esperanza.

      Sin embargo Louis tuvo muy claro desde el primer momento que no quería contar con Ethan para aquel trabajo. En realidad lo despreciaba, pues no veía en él más que a un torpe estúpido demasiado dado a intoxicarse con base o cualquier otra porquería que se pudiera encontrar en las calles de Londres. Alguien sin dignidad que incluso había llegado a rebajarse hasta extremos insospechados con tal de pagarse sus vicios. Tipos así los había a patadas y de entrada no los necesitaba para sus grandes planes. Si había tolerado a Ethan hasta ese momento era en cierto sentido para honrar el recuerdo de Samuel, que siempre le cayó bien y tenía un gran potencial. De haber vivido hubiera sido un buen socio en el que confiar, pero su patético hermano mayor en cambio sólo servía para tareas sencillas. A Louis le venía bien utilizarlo para ciertos recados, ya que lo tenía por un sujeto sin agallas y no especialmente avispado, razón por la cual sabía que nunca se atrevería a jugársela.

      No,

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