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que te ha importado siempre es seguir vivo otro día más. Pero hace tiempo que dejaste de creer en aquellos a los que servías. No crees en sus consignas y mucho menos en sus promesas, ésas que anunciaban el resurgir de una nación en ruinas convertida ahora en una mera sombra de la que una vez fue. También dejaste de creer en su dios. Rezabas o más bien fingías que lo hacías, sí, pero sólo para no terminar excluido aunque en el fondo te repugnaba toda aquella falsedad, toda aquella hipocresía. A pesar de todo te hiciste un hueco entre aquella gente, incluso muchos terminaron considerándote una especie de héroe; bien sabes que de vez en cuando se hace necesario ensalzar a alguno. El haber estado cerca de un guerrero edan y regresar con vida para contarlo bastó para que te condecoraran con dos estrellas de plata, una por no huir como todo el mundo hacía, la otra por ayudar a unos compañeros que quedaron atrapados y lograr ponerlos a salvo - parecía haber terminado su alocución, pero de súbito añadió - ¡Ah sí, lo olvidaba! También te concedieron un corazón púrpura por resultar herido en una refriega con vete tú a saber qué fuerza presuntamente enemiga. Qué más daba, los enfrentamientos accidentales entre el ejército regular y las milicias irregulares son algo habitual, después de todo hay demasiadas de estas últimas y muchas ya no sirven a nadie, más bien parecen simples bandas armadas ¿Me equivoco teniente? De todas formas aquel incidente no fue investigado, era mucho más importante condecorar a un herido en combate que sirviera como ejemplo para los novatos. De allí de donde procedes los incidentes rara vez se investigan, ¿no es así? Mucho menos aquel que te ha traído hasta aquí y del que será mejor que no hablemos.

      El asombro se quedaba corto para definir lo que sentía Al ¿Cómo podían saber todo aquello? ¿De qué manera les había llegado la información? ¿Acaso es que eran capaces de leer la mente? Cualquiera que fuera un tanto fantasioso podría imaginar que, aquella anciana tuerta que permanecía impasible frente a él, era capaz de albergar una habilidad semejante. De pronto tuvo una extraña certeza en relación a ella y también a los otros. Faruq tampoco se libraba, su rostro curtido por el sol y su mirada serena y penetrante a la vez, ocultaban algo mucho más sorprendente o quizá incluso aterrador.

      “No, no puede ser. Suena demasiado irreal como para ser verdad, sin embargo casi todo el mundo cree que existen y que algunos son capaces de adoptar forma humana. O puede que sean como las mujeres dragón, una especie de parásito dentro de un cuerpo humano”. El teniente discutía para sus adentros, aquello podía ser sin duda toda una revelación. Si se confirmaba tal vez fuera el primero en establecer un contacto de aquellas características.

      - No te creas tan especial, teniente McDonnahugh - habló de nuevo Faruq. Y aquello sonó una vez más como si le hubiera leído el pensamiento -. No es la primera vez que nos dirigimos a un enlace, si bien tú te has mostrado mucho más perspicaz que la mayoría. Nos alegra comprobarlo.

      - ¿Quiénes sois vosotros? - Al trataba de sobreponerse a la confusión -. Habéis afirmado que la Alianza no tiene ningún tipo de infraestructura en toda la región, por lo tanto concluyo que no trabajáis para ella. Sin embargo decís que queréis ayudarme ¿Por qué? ¿Para qué?

      - Ésas son cuestiones complejas amigo mío. Para empezar dinos por qué has matado a esos hombres nada más desembarcar.

      - No sé, he actuado casi sin pensar. El viaje por mar ha sido largo y complicado, los que me han traído casi me han arrojado del barco como si fuera una bolsa de basura, ya que llevaban semanas deseando deshacerse de mí. Lo único que esperaban era cobrar la recompensa por haber hecho su parte del trabajo. Por eso no me han informado acerca de nada, aunque tal vez no eran capaces de hacerlo, y de repente me he visto tirado en los muelles completamente expuesto. Un hombre blanco solo en una ciudad africana que no conoce lo más mínimo, sin apenas equipaje, dinero, amigos o cualquier cosa de la que poder valerse. Me he sentido una presa demasiado fácil y esos dos tipos, que en realidad no sé ni quienes eran, se han acercado a mí hablando en un idioma que no entendía. Puede que sólo quisieran robarme lo poco que llevaba encima, o a lo mejor sentían curiosidad y me estaban preguntado quién era o qué hacía allí, no puedo asegurarlo. El caso es que mi instinto, que muchas veces es más salvaje y oscuro de lo que desearía, ha actuado sin esperar a lo que pudiera ocurrir, fuera bueno o malo. Sí, me los he cargado a los dos y puede que haya hecho muy mal en hacerlo, lo reconozco. Pero como siempre suele suceder ya es demasiado tarde para remediarlo.

      Rara vez se solía sincerar con nadie de esa manera, lo suyo no era abrir el corazón para exponer lo que sentía, más bien había tardado años en construir una inexpugnable coraza con la que evitar que nada de lo que sucedía a su alrededor llegara a afectarle. Pero aquel Faruq tenía algo que lo hacía distinto, era como si a su lado se pudieran expiar los pecados, como si tendiera en torno a sí una extraña aurea protectora.

      Entonces la certeza se acrecentó más si cabe. “¡Los kovery, sí, sin duda podrían ser ellos! ¿Quién más puede hacer algo así?”, aquellas palabras resonaron en su cabeza como un estallido. Pero hubo de refrenarse, no por lo disparatada que parecía la idea, que en realidad lo era, sino más bien porque intuía que debía ser precavido al respecto. Sea quien fuere aquella gente lo habían llevado hasta allí porque tenían una muy buena razón para hacerlo.

      Al vivía en un tiempo dominado por el temor y la ignorancia acerca de muchas cosas. La superstición, los mitos y las historias fabulosas en relación a los incomprensibles y aterradores poderes procedentes de las estrellas, venían a llenar ese hueco antes ocupado por la razón. Los kovery no eran una excepción, para muchos fantasmas cuya existencia parecía imposible probar. Puede que no fueran reales tal y como los había imaginado la mayoría, puede que en realidad fueran otra cosa, aunque no por ello dejarían de cumplir el propósito por el que supuestamente habían venido a nuestro mundo.

      - Lo sucedido en el puerto es en buena medida responsabilidad nuestra - se lamentó entonces Faruq -. Esos hombres no tendrían por qué haber muerto, pero si liberas a una fiera en un terreno que le es desconocido y la rodeas de extraños, inevitablemente se sentirá acorralada y reaccionará en consecuencia.

      Acababa de compararlo con un animal salvaje, no por ofensiva aquella observación resultaba menos acertada.

      - Tiempo hace que esos que todavía se hacen llamar aliados se dejan ayudar sin hacer preguntas - siguió el misterioso hombre del desierto ¿Había cierto tono de reproche en su voz? -. Es como si prefirieran ignorar lo que sucede más allá de sus ruinosas fronteras, ciertas cosas vienen dadas y ya les va bien que así sea. Mejor que nadie averigüe determinadas cosas porque siguen aferrados a la absurda idea de que los demás han de adaptarse a su visión del mundo. Es por eso que, aun en la situación actual, insisten en que todo ha de hacerse como ellos quieren, de lo contrario no ven ni tampoco escuchan - se detuvo un instante -. Pero el orden que todavía dicen preservar ya no existe, tan solo es una ilusión en sus mentes, lentamente languidecen con lo poco que queda de él perdiendo la oportunidad de atisbar una nueva esperanza. Mejor hundirse que reconocer toda una historia de errores y estar dispuesto a cambiar. Esto debe acabar y por eso, a pesar de todo, prestamos nuestro apoyo a gente como tú sin esperar que se abra línea de comunicación alguna.

      - ¿Y qué es lo que queréis de mí? - ésa era la pregunta que había querido hacer desde el principio - ¿Por qué estoy aquí?

      - Es evidente, para poder llegar hasta Europa en condiciones ¿Acaso pensabas echar a andar tú solo sin saber qué dirección tomar y sin apenas nada con lo que poder sustentarte? Allá en tu país te equiparon realmente mal para el viaje.

      - La mayor parte de las cosas que llevaba al principio las perdí o me las robaron, puede que incluso antes de salir de América. Ya no lo recuerdo. Por lo demás no esperaba nada, tan solo salir de aquella maldita bodega dentro de aquel maldito barco. Mejor no hacer planes a más de unos días vista.

      - No es esa la actitud que se espera en un agente de enlace - desaprobó Faruq -. Antes de todo nos gustaría saber si estás dispuesto a seguir adelante o si por el contrario aceptaste cruzar el océano únicamente para alejarte de todo aquello en lo que te viste envuelto. De ser esto último te dejaremos marchar y podrás tomar el camino que desees, aunque como comprenderás no esperes más ayuda por nuestra parte. Hemos de reservar nuestros esfuerzos y recursos para aquellos que estén dispuestos a comprometerse.

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