Скачать книгу

le debía nada a nadie. Podría haberse largado sin más y buscarse la vida como buenamente pudiera, aquella gente no se lo iba a impedir. Pero por otra parte, ¿qué diablos iba a hacer él solo vagando por África? Tal vez no durara mucho de una pieza y, de hacerlo, puede que terminara convertido en una versión aún más espantosa de sí mismo. No, eso era precisamente lo que no quería que ocurriera. Si había viajado hasta tan lejos era para romper del todo con su pasado ¿Quién sabe?, a lo mejor era cosa del destino y le estaban brindando una oportunidad de redimirse.

      - No tengo a dónde ir y me gustaría creeros cuando habéis dicho que me ofrecéis refugio y protección - reconoció al fin -. También creo imaginar quiénes sois en realidad, al menos estoy convencido de saber para quién trabajáis, pero no voy a hacer preguntas al respecto. Por lo que he entendido vuestro deseo es que viaje a Europa, así que estoy dispuesto a llegar hasta allí. Si he cruzado el Atlántico creo que también podré cruzar este continente.

      - Nos alegra oírlo - sonrió Faruq mientras el perfumado humo de la pipa lo envolvía -. Te equiparemos y te daremos instrucciones para que al menos puedas servir de alguna utilidad, puesto que los que te enviaron no parecen haber pensado en ello.

      - Los que me ofrecieron convertirme en enlace sólo pensaban en deshacerse de mí y que desapareciera cuanto antes - reveló él -, lo que hiciera o dejara de hacer una vez bien lejos no les importaba lo más mínimo - ahora abrió los brazos en señal de ofrecimiento -. Así que amigos, soy todo vuestro.

      Hubo intercambio de miradas y susurros apenas comprensibles. Faruq parecía discutir con el resto de los allí presentes y daba la impresión que había algo que no era del agrado de la mujer tuerta.

      - ¿Cómo me las arreglaré? - preguntó Al interrumpiendo la deliberación - ¿Me acompañará alguien para guiarme en el viaje hacia el norte?

      - Eso sería demasiado arriesgado, como ya he dicho tendrás todo lo necesario, pero no podemos comprometer a ninguno de los nuestros en un trayecto así. Por tanto habrás de cubrirlo en solitario - indicó Faruq -. Tienes que alcanzar la ciudad de Argel, allí al menos la Alianza dispone de gente porque esa región acoge a muchos refugiados europeos y sus descendientes. Cuando llegues ponte en contacto con ellos.

      - ¿Y cómo sabré quiénes son?

      - Ellos te encontrarán a ti primero. Conocen mi nombre y seguramente pensarán que soy algo así como un agente de alto rango de la inteligencia aliada que opera en zonas remotas. Que crean lo que quieran, lo importante es que piensen que eres uno de mis hombres, elude a todo aquel que no te identifique de esta manera.

      - ¿Eso es válido únicamente para cuando llegue a Argel o también debo seguir las mismas instrucciones si estoy en otra ciudad?

      - Por tu bien será mejor que no haya más ciudades, es difícil que un hombre blanco pase desapercibido en ellas. Tendrás que sumarte a los convoyes que atraviesan el Sáhara, es mucho más seguro y, si te preguntan, decir que eres sudafricano. Con un poco de suerte nadie sospechará más de la cuenta. No puedes remontar por la costa, los Amos del Cielo disponen de numerosas bases por toda la zona y de una nutrida red de servidores, tarde o temprano te identificarían y te atraparían.

      - ¿Los Amos del Cielo? - Al no estaba acostumbrado a oír aquella expresión, si bien la conocía -.

      - Sí, les gusta que los llamen así - aclaró Faruq dejando entrever un gesto de mofa -. También son los Señores de la Luz, los Redentores o, si tienes la ocasión de dirigirte a ellos en persona, cosa que deberías evitar, los buenos hermanos. Para muchos simplemente son Ellos.

      - Para mí siempre han sido el Enemigo - atajó el teniente -, aunque para otros son los innombrables.

      - Es curioso, ya casi nadie los llama guiberiones, el nombre con el que se dieron a conocer en un principio.

      De aquello hacía ya demasiado tiempo, tanto que casi nadie lo sabía con exactitud. Una época remota, posiblemente anterior a los abuelos de los abuelos de los que entonces vivían, en la que aquellos que terminaron teniendo tantos nombres se presentaron como los mejores amigos de las potencias de antaño. Habían venido desde muy lejos para ayudar a preservar el orden establecido e impedir que nuestra civilización colapsara ante la gran crisis mundial que se avecinaba. Nos entregarían su prodigiosa tecnología a cambio de encontrar refugio en nuestro mundo, pues decían ser proscritos injustamente perseguidos.

      Resultaba difícil saber qué ocurrió exactamente, pues los registros del pasado se perdieron en su mayor parte en la indecible devastación que sobrevino al inicio de la Guerra. Muchos decían que los innombrables embaucaron a los poderosos de entonces, sellando así la perdición de todos. Otros aseguraban que fueron esas mismas élites las que nos abocaron al desastre, cegadas por sueños de ambición y codicia desmedidos, y que el Enemigo únicamente aprovechó la oportunidad de ocupar su lugar asestando un golpe letal en el momento preciso. En realidad para alguien como Al conocer la verdad de lo sucedido no importaba demasiado, si todo obedeció a un plan meticulosamente trazado siglos atrás por poderosas inteligencias no humanas o si simplemente fue el azaroso devenir de la Historia. Sea como fuere el resultado no variaba y a él, como a tantos otros, le tocó sobrevivir a sus consecuencias. No podía permitirse el lujo de entregarse a disertaciones, destinaba la mayor parte de sus energías a mantenerse con vida un día tras otro.

      - Tengo muchas preguntas que haceros, pero descuidad, todas están relacionadas con el viaje - el teniente siempre se guiaba por su sentido práctico -.

      - Y todas serán respondidas a su debido tiempo - le hizo saber Faruq -. Aunque no necesariamente por nosotros. Te dejaremos en buenas manos, Kassim y su gente ya han hecho esto otras muchas veces.

      - Me llama la atención que digas nosotros cuando tú has sido el único que ha hablado - miró a los demás, enfrentando especialmente la penetrante mirada de un solo ojo de la anciana negra. Acto seguido quiso dirigirse a ella -. Tú por ejemplo, ¿quién eres?

      - No necesitas saber quién soy, tan solo da gracias por el hecho de que esté dispuesta a ayudar a alguien como tú - replicó la mujer con hostilidad y empleando el inlingua -.

      Al no supo cómo tomárselo ¿Era una advertencia para que no volviera a dirigirle la palabra o había algo en él que la irritaba de verdad?

      - Este hombre es imprudente, nadie va a creer que procede de Sudáfrica - ahora la anciana se dirigió a Faruq -. Ha cambiado a la lengua prohibida sin tomar la menor precaución, si hace eso en cualquier otro sitio más le valdrá ser tan bueno matando como presuponemos. Aunque al final ni tan siquiera eso servirá.

      - Es un recién llegado amiga mía - repuso éste también en inlingua -. Debemos darle la oportunidad de adaptarse.

      - ¿Cuál es el problema? - Al persistía en el uso de su idioma materno -.

      - La primera y más importante de todas las lecciones que has de aprender es ésta, a partir de ahora bajo ningún concepto vuelvas a emplear la lengua prohibida - le hizo saber Faruq sin volver a usar el inglés -.

      El teniente no era estúpido y lo captó al instante. Bien sabía que de no seguir esas instrucciones podía buscarse problemas con extrema facilidad, aunque por otra parte regresar al inlingua era todo un fastidio y la verdad era que no se le daba especialmente bien.

      - Vosotros u… usado conmigo mi propia lengua, por eso yo hablado en ella.

      - Y tú confiadamente has continuado la conversación como si nada - replicó Faruq -. No vuelvas a hacer una cosa así aunque alguien vuelva a dirigirse a ti en tu propia lengua, porque casi con toda seguridad se tratará de una trampa para intentar descubrirte. En este continente ya son pocos los que la hablan y en un hombre blanco como tú resultaría más sospechoso que en ningún otro. Llevas la frase “soy un maldito agente de enlace aliado” escrita en la frente, así que hagamos todo lo posible por borrarla ¿Lo comprendes?

      - Sí, perfectamente ¿Más consejos?

      - Sabes lo básico, los detalles restantes te los facilitarán Kassim y los suyos - y antes de que Al abriera la boca su interlocutor interrumpió -. Sé que hay muchas más dudas,

Скачать книгу