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a las 8.04, un hombre joven, serio, de postura firme y vestido con un flamante traje oscuro, inauguró las transmisiones. A su lado estaba una mujer delgada, también joven, de largo pelo lacio y ojos claros. Eran los locutores Gustavo Chapur y Rosanna González, quienes tuvieron el privilegio y la responsabilidad de presentar el nuevo canal.

      Sentados detrás de un modesto escritorio en el que solo había dos micrófonos y un monitor, con un reloj de agujas de pared como testigo, leyeron un texto que había redactado Héctor Ricardo García un rato antes. Explicaron que en todo lugar donde hubiera una información de interés estarían las cámaras de Crónica TV y, de inmediato, anunciaron la primera noticia: Clausuraron la disco Cemento.

      Inspectores municipales y policías de la Federal habían encontrado seis menores de edad alcoholizados y una parrilla con chorizos y hamburguesas cocinándose en el medio de la pista de baile. En la nota, entrevistado por la periodista Graciela Guiñazú, hablaba el todavía ignoto Omar Chabán. Histriónico y desafiante, el empresario negaba, delante de las fajas de clausura, haber hecho la choriceada.

      Ante el equipo de Crónica un vecino dijo estar feliz por la inhabilitación del local. “No puede ser que estos chicos orinen y defequen en plena calle. Se inyectan y tiran las agujas por cualquier lado, pintan todas las paredes y provocan un verdadero caos al mezclar la cerveza con drogas; son incontrolables”, se quejaba indignado.

      La transmisión siguió con un informe sobre la aparición de un elefante marino hembra en las costas de Olivos, desde donde reportó Javier Díaz. Y más tarde la cobertura que había hecho Fernando Alonso, la noche anterior en el estadio de Vélez, durante una asamblea de testigos de Jehová.

      Aquella mañana García respiró aliviado: ya era realidad su sueño de retornar a la televisión, un medio en el que se siente muy cómodo y conoce como pocos. Y lo hacía con su mejor fórmula: noticias. Prometía un formato realmente novedoso para la Argentina: “Información durante las veinticuatro horas del día, los 365 días del año. Siempre en vivo y sin repetir programas”.

      “Cuando su canal de cable a las tres de la tarde le dice buenas noches, ¿no se siente defraudado?”, indagaba la campaña publicitaria de Crónica TV publicada en los medios gráficos. Era una clara provocación a CVN y Todo Noticias, sus dos competidores directos, que estaban en pantalla desde hacía casi un año.

      La clave de esta nueva señal serían las transmisiones en vivo. Y ya el primer día hicieron cinco: desde una estación de subterráneos (esa mañana el servicio empezaba a funcionar bajo la gestión privada y se temía por despidos de los trabajadores), desde la Costanera Norte para entrevistar a los “felices adoradores del sol” y en la sede de Migraciones, donde cientos de indocumentados hacían cola para iniciar sus trámites de radicación.

      Otro móvil emitió desde el Obelisco para reportar “el pulso de la ciudad” y el último lo hizo desde la Lotería Nacional, donde cubrió los sorteos de las quinielas, cuya televisación fue autorizada después de que el canal comprara los uniformes a los niños cantores. Juan Carlos Paredez, ex productor ejecutivo de Crónica, recuerda que “aunque los sorteos eran públicos, no había un criterio común para la vestimenta del personal de Lotería. Y nosotros les compramos la ropa”.

      También fue noticia destacada el día del debut la primera bola de la temporada en las ruletas del Casino Central de Mar del Plata: negro el 28. Y con material que llegó “vía satélite” desde México mostraron la histórica rebelión de los zapatistas en Chiapas y difundieron imágenes de un trágico accidente aéreo en Siberia.

      En un living montado en otro sector del estudio, Mario Zórzoli reporteó a varios dirigentes políticos, entre ellos, al entonces diputado Carlos “Chacho” Álvarez. Y algunos allegados a García, como el locutor Jorge “Cacho” Fontana y Ramón “Palito” Ortega, saludaron el nacimiento de Crónica TV a través de mensajes grabados.

      Los técnicos y periodistas que participaron del lanzamiento de Crónica TV coinciden en que el trabajo en la calle no resultó fácil durante los primeros meses. La tecnología de los camiones de exteriores era básica y los movileros debieron apelar a una máxima de la televisión que sugiere, a quienes quieren sobrevivir en el medio, ingenio y creatividad cuando los recursos son escasos.

      A modo de ejemplo cuentan que los auriculares que usaban los cronistas en exteriores para escuchar el retorno del estudio estaban conectados al móvil por un cable cuya extensión siempre era insuficiente. Y encima solía enredarse en las cubiertas de los autos y en los árboles.

      “Igual, con esos obstáculos y otros que nos surgían, lográbamos llegar primero”, se jacta un reportero que a mediados de 1994, por esas limitaciones que le imponía el cableado del móvil, tuvo que frenar la Marcha Federal mientras pasaba frente al Congreso de la Nación.

      Miles de personas se habían movilizado desde el interior del país para protestar por la política económica de Carlos Menem y caminaban hacia la Plaza de Mayo. “Era una de las primeras protestas de la Central de los Trabajadores Argentinos y Víctor De Gennaro, entonces secretario general de la CTA, debió esperar alrededor de diez minutos con la marcha parada hasta que nos dieron aire y pudimos hacer la entrevista”.

      Las tareas en la calle se complicaban también porque Crónica no trabajaba con productores de exteriores, los encargados de asistir a los periodistas. “Ese puesto, según Gavilán, era un invento de vagos, pero nosotros lo necesitábamos porque teníamos que lograr que la gente aplaudiera en las protestas, asegurarnos de que un corte de calles se mantuviera mientras hacíamos la transmisión en vivo y encima hacer los reportajes”, explica el movilero.

      Otra dificultad fue la aparición de los teléfonos celulares. Una vez más, la nueva tecnología llegó al canal mucho tiempo después que en las otras señales. Y cuando los cronistas volvían a la redacción y exponían su queja ante Gavilán o García se chocaban con una respuesta contundente que los dejaba sin argumentos para seguir con el reclamo. “Nosotros –decían los jefes– ya hicimos televisión cuando no había celulares, usábamos los teléfonos públicos y ahora hay muchísimos más que antes”.

      El espacio donde trabajaron los productores durante años, más que a una redacción de un noticiero de televisión se parecía a una oficina pública de la década del ochenta. Recién en 2000 instalaron allí la primera computadora con conexión a Internet y, claro, hubo que esperar un tiempo más para disfrutar de la banda ancha. Si hasta entonces algunos redactores salían del paso con las antiguas máquinas de escribir.

      De las paredes no colgaban relojes digitales con la hora de las ciudades más importantes del mundo como se ve en las redacciones que muestran las películas, sino tres mapas con división política: uno del territorio nacional, otro de la Capital Federal y el tercero de la provincia de Buenos Aires. Después de todo, aquí eran más útiles que esos modernos relojes y servían para orientar a los equipos que salían a recorrer las barriadas del conurbano. El GPS todavía era una herramienta del futuro.

      Y lejos estaban estos periodistas de aquellos contratados por el multimillonario Ted Turner, que se lucían en la imponente central que la CNN había montado en Atlanta. Allí, cada redactor, desde su PC, trabajaba conectado a un servidor que funcionaba en red y les permitía procesar el material en video que les enviaban desde cualquiera de sus corresponsalías, esparcidas en los cinco continentes.

      En la “CNN criolla”, en el primer piso de Riobamba 280, todo lucía más sencillo y artesanal. Y a quien no le gustara “que se compre un canal”, como acostumbra responder

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