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La nota definía a los criminales como “amorales” y en un recuadro hacían el perfil del “Amoral Laurito”: Este sujeto es increíble. Desde su manera de hablar, de pararse, de gesticular. No tiene nada y le falta todo, sentenciaba la revista.

      Unas líneas más abajo seguía: Lo que a alguien le debe parecer audacia es simplemente descaro. Un descaro de enfermo. Cuando le pedimos que pose para nuestros fotógrafos nos dice con un tono femenino que nunca trata de esconder o disimular: –Yo no soy una “loca”–. Y lanza una carcajada. Nos mira con furia. Sentimos que está descargando un odio especial sobre nosotros.

      Este es el sujeto que “jugó” de mujer con anteojos ahumados. Pero el –“ella”– niega haber intervenido en asalto alguno. Así habla este cínico. Así, de esta manera dolorosamente increíble. Como desde atrás de su ajustado pullover colorinche y lanzando miradas cargadas de una satánica luz que le ha servido para alumbrar un camino de horrorosa infamia, cerraba el recuadro.

      Crónicas rojas, hechos curiosos ocurridos en el mundo, entrevistas a las estrellas del espectáculo, novedades del deporte, algo de sexo y buena información política completaban las páginas de Así. No hubo otro secreto. Ese fue el formato con el que García, a los veintitrés años, entró a jugar fuerte en el periodismo gráfico.

      El tercer número de la revista desafió al gobierno de facto de Eduardo Lonardi. Así llegó a los kioscos con una entrevista a Juan Domingo Perón ilustrada con imágenes inéditas de su exilio en Paraguay. “Exclusivo: Habla Perón desde Villa Rica”, anunciaba la portada con un retrato enorme del expresidente sonriente, vestido de sport.

      Mil pesos pagó García por ese reportaje a la agencia estadounidense United Press. Entregó un cheque sin fondos que le había prestado su mamá un fin de semana con la promesa de que el lunes siguiente, a primera hora, saldaría el descubierto de la cuenta bancaria. Tendría con qué.

      Todos querían saber en qué andaba el líder justicialista y corrieron a comprar la revista: se vendieron cincuenta mil ejemplares que en Capital Federal y el Gran Buenos Aires se agotaron antes del mediodía. En la entrevista, ante el periodista venezolano Enrique Vilar Díaz, Perón prometía: “Volveré pronto a mi país”.

      Las tapas de Así llamaban la atención, no solo por el tipo de información que traían, sino también por sus fotografías. Misteriosa muerte de un turbio comerciante, se leía en un título que precedía la imagen del cadáver destrozado de un hombre desplomado en el asiento trasero de un auto.

      En las páginas interiores siempre había alguna nota sobre nuevos hábitos y costumbres (claro que eran más las que referían a las “malas costumbres”, esas que escandalizaban a los lectores). En enero de 1956 la revista se ocupó de los homosexuales de la época en un dossier titulado “La lacra que hay que extirparle a la ciudad”. El texto, sin firma, decía:

      En los últimos tiempos, al amparo de algunas tolerancias, brindan en las arterias más céntricas de Buenos Aires y en las del Barrio Norte, una desembozada exhibición de sus vicios. Una realidad aterradora y cruel ante la cual solo cabe la palabra de la ciencia, si es que en verdad la ciencia puede algo. Nos referimos a los amorales invertidos que pululan nuestras calles mostrando al desnudo las taras que los agobian, sin que, al parecer, les merezcan las personas que circulan por su lado el menor respeto.

      No hace mucho tiempo que se inició un tipo especialísimo de existencialismo que lanzó, entre otras “modas” para los hombres, el cabello apenas recortado, una ondulación de peluquería, los sacos cortos y con tajitos, el pantalón casi ajustado a la pierna y cierta manera rebuscada de hablar que hacía volver la cabeza a las personas que transitaban por las calles. Un cierto tipo de juventud –no toda, afortunadamente– ha adoptado una situación sexual incierta como si en ello hubiera una verdadera vocación natural.

      Cabe en esta oportunidad el recuerdo de una persona de bien, de gran cultura y no menos preocupación que nos decía, después de una razia, en el Departamento Central de Policía: “Yo soy el padre de…Es mi único hijo. La esperanza anhelada de toda mi vida. Cuando descubrí lo que ‘era’, quise echarlo de mi casa pero no lo hice por la madre. Por ella he soportado todas las vergüenzas que ustedes puedan imaginar. Un día, hace dos años, dejé un revólver cargado en su mesa de luz. Y es tan cobarde, además, que no es capaz de matarse”.

      Bajo los apodos más desopilantes vemos el desfile de esta juventud invertida con la profunda pena que nos inspira esta desgracia en el seno de nuestra familia argentina. ¿Cómo es que ha llegado a esta situación la muchachada criolla que en otras épocas fue orgullo exponente de nuestra raza? Las autoridades deben mirar por ellos que son la savia de la Nación.

      Este artículo, homofóbico y estigmatizante desde la primera línea hasta la última, expresaba el pensamiento dominante de aquella época; solo se entiende en ese contexto.

      La revista provocaba. Y pagó caro por ello. El gobierno del militar Juan Carlos Onganía se molestó varias veces por el contenido de la publicación y otras fue la municipalidad porteña la que mandó a los inspectores de moralidad a levantar los ejemplares de los kioscos. En diciembre de 1969, la Intendencia tildó a Así de “inmoral y presuntamente obscena” por mostrar imágenes de cuatro jóvenes que se habían paseado por la calle Florida en malla. “Esas prendas solo se pueden usar en playas o piletas”, fundamentaron los censores.

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