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la letra de este popular villancico en español, Los peces en el río, llegamos a su frase más simbólica: Beben y beben y vuelven a beber los peces en el río por ver a Dios nacer. ¡Guau! Esa frase está llena de consonantes labiales por todos lados, las que se escriben con b y las que se escriben con v. El lector puede pronunciarla a solas en la intimidad de su casa y observar que decimos vuelven con el mismo sonido que beben.

      La b y la v suenan igual, pero eso ya lo sabíamos todos, o casi todos: están esos cantantes cursis que dicen fifo por ferte exagerando una absurda e injustificada pronunciación diferencial de v como si fuese labiodental. Eran letras con sonidos distintos en latín, y hubo diferencia entre b y v en la Edad Media, pero entonces esas letras se repartían en las palabras de forma distinta a hoy, así que pronunciar actualmente con ese sonido labiodental la v es algo sin fundamento, que algunos hacen quién sabe por qué, tal vez porque copian al francés o al inglés, tal vez porque son unos fetichistas y piensan que cada letra ha de tener su pronunciación distinta, tal vez porque son catalanohablantes y les influye su otra lengua (esa sería la única causa legítima de todas las dichas).

      Podemos encontrarnos de manera espontánea esa articulación labiodental tan cercana a la f en el español hablado en Andalucía. Como en la zona sur de la Península se tiende a alterar la pronunciación de la s que está a final de sílaba, las s de atisbo, resbalar, desván pueden perderse y modificar la pronunciación de la consonante siguiente; suenan entonces cosas parecidas a atifo, refalar, defán, no tanto con f sino con la labiodental con que hoy algunos imitan la pronunciación de v. Observe el lector que ese cambio se da con b también (resbalar). ¡Pues claro! ¡Si suenan igual!

      La ortografía española que se estableció con las obras de la RAE, a partir del siglo XVIII, mantuvo por tradición gráfica las letras b y v, que en latín se usaban con distinta equivalencia fonética. Se tendió a fijar las grafías de acuerdo con su étimo:

      

Se puso v donde la había en latín: veinte con v por venir de VIGINTI, volver por proceder de VOLVERE.

      

Se puso b donde había en latín B, BB o una P que ha dado b: beber por venir de BIBERE, abad donde hubo ABBAS latino, cabeza por CAPITIA.

      Pero en algunas voces no se respetó el criterio etimológico y, por la extensión que en el uso escrito ya tenían una b o una v antietimológicas o por vacilación en el establecimiento de la etimología concreta, nos encontramos con casos como berza, con b pese a proceder del latín VIRDIA (plural neutro de verde); boda, plural neutro de VOTUM; barrer, desde VERRERE o, en el sentido contrario, maravilla a partir de MIRABILIA. Y, para los que beben (pero no agua, como los peces del río) y ven doble, están palabras como endibia, endivia o bargueño, vargueño donde tanto valen b como v.

      Una k tako de arkaika

      Qué pesado suena eso de que es que la juventud se cree que... ¡Pero es que es verdad! Viendo a los chicos salir del instituto con sus carpetas con mensajes del tipo...

      Te kiero Si no te eskuchan, no les hables Karlos te amo

      se me viene a la cabeza la frase... ¡Es que los jóvenes se creen que han inventado la K! ¡Pues anda que no es vieja esta letra! Claro que hay palabras muy actuales que tienen asociado su propio significado contestatario, reivindicativo, a una grafía con k. Ya sabemos que okupar no es lo mismo que ocupar y que si te gusta el bakalao no tienes por qué consumir ese pescado. Pero tanto la k, como incluso el uso inconformista que le podamos dar son bastante antiguos.

      La k estaba en el alfabeto etrusco (siglo VIII a.C.) y de ahí se traspasó a los primeros alfabetos latinos, aunque el latín clásico la rechazaba porque contaba con la grafía c + vocal, del mismo sonido que /k/: CICERONE sonaba como / kikeróne/ en latín. Por eso, a las lenguas romances llegó un alfabeto que no hacía uso de la k. Aun así, por la tradición de la escritura gótica, los primeros textos romances se escribían con bastantes k (después lo verá el lector en la Nodizia de kesos); a partir del siglo XII la k en castellano se usará muy poco, tan solo para alguna palabra suelta como kalendas al indicar la fecha.

      Pero eso no implica que no se conociera la k. De hecho, un estudioso de la lengua como Gonzalo Correas (1571-1631) firmaba sus obras como Gonzalo Korreas y en ellas proponía seguir un sistema ortográfico privado de c+a, o, u y de qu- en favor de la k. Escribía así, como se ve en la imagen de abajo (Ortografía kastellana nueva i perfeta, 1630). Esa idea de Correas, sin éxito en el uso, ha ido apareciendo recurrentemente cada vez que de forma aislada alguien ha propuesto una reforma ultramodernizadora del español.

      Para lo kual es de saber lo primero, ke tenemos en el kastellano veinte i zinko bozes, ó sonidos, diferentes en todas nues tras palavras, ke es, veinte i zinko letras en boz: i ke para sinifikarlas en eskrito, son menester otras veinte i zinko figuras, ó karateres, ke las representen, kada una su boz diferente de la otra. Para ello, komo digo, nos serviran

      Entretanto, la k se fue filtrando en palabras venidas al español desde otras lenguas. Es cierto que llegó incluso a estar fuera de nuestro abecedario (la Real Academia la tuvo castigada de 1815 a 1869), pero ello no ha podido evitar que escribamos kétchup, vodka, karaoke, búnker o anorak. Como no es tan fiera como la pintan, la k también se ha dejado vencer por las letras c y qu. Es posible escribir quimono, folclore, biquini, neoyorquino o pequinés, por ejemplo, junto con sus correspondientes variantes con k.

      Así que es bastante antigua esta k. Ke no habéis deskubierto nada nuevo, vaya.

      Yo acuso a la w

      Yo acuso a la w...

      

De ser una intrusa, porque en latín no existía, y de meterse en nuestro alfabeto actual migrada desde otras lenguas anglo-germánicas.

      

De haberse negado a entrar en nuestro alfabeto durante años, haciéndose la digna y obligando a la v a reemplazarla, mandándola al váter (por no ir ella al water) o poniéndola en riesgo de electrocución al hacerla adaptar el vatio de Watt.

      

De colarse finalmente en nuestro alfabeto en 1969 y ponerse junto a la v haciéndose la buena y diciendo que en origen ella, como doble, era una variedad de la v.

      

De querer suplantar a la b cuando le sigue la vocal u, y sonar como /b/ en kuwaití y tantos otros casos.

      

De ser una chaquetera y cambiar su sonido a /u/ o /gu/ cuando tiene detrás a otra vocal distinta: waterpolo, kiwi, hawaiano.

      

De haber acaparado todo el whisky que había en la barra y de no haber permitido que la castiza propuesta güisqui triunfase según la Real Academia Española propuso sobriamente.

      

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