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      Menú medieval: y para terminar, sushi

      Soy una de las pocas españolas de mi edad que no come sushi. Lo probé, no me gustó y me quedé fuera de todas esas conversaciones que tiene la gente sobre comida japonesa (bueno, si quieres parecer moderno habrás de decir japo). Pese a eso, voy a poner un poco de sushi sobre la mesa porque lo necesito para mi explicación sobre el último de estos cambios lingüísticos que estamos viendo que cambiaron la cara al castellano antiguo.

      Eso que decimos al decir sushi, esa sh, existía de forma común cuando nació nuestra lengua. Se solía escribir con una x, por ejemplo en palabras como dixo o baxar. La misma palabra exemplo se escribía con x y se pronunciaba algo así como eshemplo. La historia con el sushi es la misma que la historia con la pizza. Si con la pizza veíamos que la /s/ se confundía con el sonido de la /ts/, que estaba delante, con el sushi observamos que la /s/ se podía enredar peligrosamente con el sonido que tenía detrás, el de eshemplo, disho. La historia se repite en varios puntos: mismo problema (posible confusión entre sonidos), misma fecha (el cambio se inicia y resuelve entre los siglos XVI y XVII) y misma solución no uniforme en el mundo hispánico (el norte crea un sonido, el sur reaprovecha los sonidos que tiene).

      La zona castellana norteña echó hacia atrás el sushi, se comió su sonido e hizo aparecer uno nuevo. Al igual que para el tema de la /ts/ creó el sonido nuevo de la z, para la sh creó el sonido nuevo que decimos en ejemplo, dijo o bajar, escritos con jota, y que también se escribe con ge, gi (coger, gitano). Antes del XVI existen las letras ge y jota pero sonaban como sh o variantes.

      La zona de Andalucía occidental también se comió el sushi, pero no creó un sonido nuevo sino que recicló uno que ya tenía. No hay nada árabe en que en Sevilla, Cádiz o Huelva se diga bahar o muher. Los andaluces del XVI reutilizaron un viejo sonido que tuvo casi todo el Reino de Castilla pero que estaba desapareciendo en el XVI: el procedente de la aspiración de f latina. Los mismos andaluces que decían huye (sonando la h como aspirada) desde FUGIT o que se quejaban de la hambre (de nuevo con h que suena) del latín FAMINE pasaron a decir ehemplo y diho.

      El resultado de los cambios que hemos explicado en este menú medieval de tres platos (de tres historias) es que la pronunciación del español en el XVI se escinde en dos brazos y que en ambos ya no hay ni el sonido de la pizza ni el del sushi. Hoy ese sonido sh ha reaparecido en español como variante de la ch, sobre todo en Andalucía y el Caribe, donde se pueden oír noshe, escusha o similares. El de la /ts/ se da en italianismos del tipo pizza o paparazzi.

      Este proceso de desaparición, aparición de sonidos y reorganización por zonas es una verdadera revolución que supone el paso del castellano medieval al español moderno. Se hizo sin que ninguna autoridad lo mandase hacer: los cambios se difundieron desde Sevilla o desde Madrid y fueron poco a poco asentándose en la población. El ajo de la sopa de ajo se pronunciaba ya en el XVII como hoy y el cerdo ya no fue más tserdo después de estos cambios. Podía haber utilizado otro símil para estas comparaciones, pero el de la comida me sirve. Al fin y al cabo, hablar es poner en bandeja los pensamientos y servirlos al otro a través de la cocina del lenguaje.

      Buen provecho.

      Entre paréntesis

      Se abren y se cierran. Compiten con ellos la raya o guion largo y tienen como pariente al corchete o paréntesis cuadrado. Paréntesis como término empezó usándose para dar nombre a un inciso dentro de la frase. Pero acabó designando también a un signo ortográfico doble que se extendió a partir de los Siglos de Oro; lo cita Alejo Venegas en su Tratado de ortografía de 1521; Luis Alfonso de Carvallo, en un libro en defensa de la poesía titulado El cisne de Apolo (1622), lo explicaba así (llamándolo la paréntesis, sí, en femenino):

      La paréntesis es cuando entre lo que vamos diciendo se meten algunas palabras de diferente sentido, las cuales se han de meter en medio destas dos comas (), como este breve ejemplo declara: «Venganza (dijo) pedimos». Donde entre venganza y el pedimos, que hacen un sentido, se encaja el dijo, que es diferente.

      Dos paréntesis juntos se parecen a un mundo vacío (), que solemos rellenar con algo que queremos aislar del conjunto de la frase con un andamio más alto e imponente que la coma. También tiene otros usos. En una representación teatral, las acotaciones se introducen entre paréntesis y con la letra en cursiva. Pongamos por caso este texto inventado:

      LA AUTORA: Tú, que estás leyendo esta Una lengua muy muy larga, ¿eres de los que usas paréntesis?

      EL LECTOR: (Visiblemente enfadado, arrojando el libro contra el suelo y pateándolo sin pudor.) Pero ¡qué se cree esta! ¡Pues claro que los sé utilizar! ¡Y sé además que en los manuscritos medievales no los usaban, sino que empleaban una especie de barra así / para aislar segmentos!

      La historia de este signo, como la de otros signos ortográficos que vamos viendo en nuestras cien historias sobre el español, va de un uso escaso, y con un signo diferente al actual, a un uso creciente a partir del Renacimiento. Es un proceso de ascenso en el que intervienen, por un lado, la aparición de la imprenta (que regula el inventario de signos y empieza a popularizar ciertas tendencias de uso), la explosión del fenómeno de la escritura privada silenciosa (que necesita ayudar al lector a organizar internamente la información del texto) y la propia reglamentación de los libros de lengua (la RAE desde su fundación irá regulando el uso de los signos de puntuación). Si en la Antigüedad se marcaban con la puntuación las pausas en la métrica o los ritmos, progresivamente va a ser un sistema no relacionado con la respiración sino con la jerarquización de las palabras dentro de la frase.

      Y después está esa vida propia que tienen los signos de puntuación cuando los sacamos de los textos para decir, en una conversación en el bar, que alguien es mi amigo entre comillas o interrumpir una charla diciendo ¡paréntesis: un cotilleo antes de que se me olvide! Y cosas así en que la puntuación de lo escrito nos sirve para organizar lo hablado.

      (Un paréntesis: si esta historia sobre el español le ha gustado al lector, espere a ver la próxima, sobre otros signos de la ortografía.)

      Los extraños signos de la ortografía

      En la última Ortografía de la Real Academia Española (2010), el interesado encontrará una lista exhaustiva de cómo y cuándo usar en español las mayúsculas, las tildes o los signos de puntuación. Pero leyendo la ortografía vemos también otros signos menos comunes al escribir que la coma, el punto o las comillas. El lector conocerá de vista a algunos de los signos cuya historia repasamos ahora:

       ¿¡

      El signo de cierre de interrogación se usa ya en los manuscritos latinos medievales, y el de cierre de admiración circula en Europa desde fines de la Edad Media y en España desde el XVII. Pero la apertura con un signo específico, el convertir interrogaciones y admiraciones en signos dobles, es algo exclusivo del español.

       Spain is different!

       ¡España es diferente!

      Esto de abrir con un signo específico la pregunta o la exclamación lo empezamos a hacer en el siglo XVIII pero no se extendió hasta entrado el XIX, y de nuevo la interrogación fue por delante de la admiración y se extendió antes. De hecho, podemos encontrar textos españoles del XVII y el XVIII donde se emplean interrogaciones en lugar de admiraciones.

      [En una tienda de mi pueblo pusieron ¿¿¿OFERTA??? cuando lo que querían decir era ¡¡¡OFERTA!!! No era por seguir el uso histórico de postergar las admiraciones por encima de las interrogaciones, sino una mera confusión ortográfica, pero tenía su guiño histórico.]

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