Скачать книгу

quieres? —preguntó Liov, que no había dejado de mirarme, como escaneando mi reacción en busca de la verdad en mis palabras.

      —Que bajo ningún concepto nos pase nada a mi familia o a mí. Jamás.

      —Ni siquiera sabemos quién eres realmente. —Rio mi exsuegro.

      —En calidad de socios, no hablaré de mi vida personal.

      —¿Eso es todo?

      —Si aceptáis, eso es todo.

      —Entonces, a partir de ahora tenemos un trato. No intentes jugárnosla —me advirtió Egor.

      —No lo haré. Os repito que no quiero haceros daño. —Que hubiesen aceptado no significaba que se fiasen de mí, solo que no tenían otra opción si querían descubrir a sus socios.

      —Déjame que siga teniendo dudas respecto a eso, por ahora. —Levantó una mano como pidiendo tiempo.

      —Sé que hay problemas en la sucesión de Miki, su legado está siendo cuestionado. —Los tres, esa vez Aleksei también, me miraron perplejos—. Y respecto a eso también planean algo.

      —¿Cómo es posible que tú sepas algo tan personal? —preguntó Liov mirándome bajo rayos X.

      —Ya os lo he dicho, lo sé todo, incluso antes de venir aquí lo sabía. —Mi voz acabó en un susurro—. Ahora esa no es la cuestión, os lo explicaré en otro momento.

      —Mañana mismo —ordenó Egor en tono serio—. Lo mejor es que se encargue mi hermano de ello. Entiéndeme, yo soy el padre de un hijo al que has destrozado, no quiero que vuelvas por mi casa. Tengo miedo de que el dolor que veo en él nuble mi juicio. No estoy preparado para tratar contigo ningún asunto directamente, al menos de momento.

      —Todo esto lo hago por él, por tu hijo. Pero mientras las cosas se arreglan, me parece justo —acepté aguantando las lágrimas—. A partir de ahora, los negocios los trataré con Liov.

      —Su perdón no depende de mí. No sé cómo has podido hacernos esto, te quería como a una hija. —Egor cambió radicalmente de tema, como si no pudiese aguantar más las palabras, y por primera vez pude notar tristeza en su voz.

      —Yo te sigo queriendo como a un padre. —Limpié una lágrima antes de que alcanzase mi mejilla.

      —Supongo que soy un necio por creerte, considérate privilegiada. Nuestra forma de arreglar las cosas no es así. —Levantó y agitó un dedo índice en señal de advertencia.

      —Lo sé, pero me necesitáis. ¿Puedo pedir un último favor? —Entrecerré los ojos temiendo la respuesta—. Déjame hablar con los demás.

      —No creo que sea buena idea. Todo está muy reciente. —Se levantó del sofá zanjando la conversación.

      —Por favor, no insistiré, solo necesito decir que lo siento. Por favor —supliqué antes de que me dejase con la palabra en la boca.

      —Yo creo que es buena idea; que te griten, que te echen o que te escuchen —intervino Liov—. Cada uno lo que quiera.

      Asentí con un gesto de cabeza. Egor se giró y se alejó de nosotros.

      —Te acompaño —se ofreció Aleksei.

      —Mi hijo no está con los demás, y el favor no lo alcanza a él. ¿Me entiendes? —La voz de Egor nos detuvo antes de que llegásemos a la puerta. Estaba sirviéndose un trago.

      —Perfectamente.

      —Ponme a mí uno doble, hermano —le pidió Liov. Luego fijó su mirada en mí—. Estaremos aquí laaargo rato.

      —Gracias. —Solamente moví los labios para que me entendiera. Él asintió y seguí a Aleksei escaleras abajo.

      Antes de abrir la puerta de la sala de juegos, se paró y me encaró:

      —¿Estás segura? Para nosotros, no eres la misma. —Sus palabras me dolieron. Tragué con fuerza para que fuese haciendo la digestión y dejase paso a una nueva oleada de dolor.

      —Tengo que hacerlo, se lo debo y me lo debo a mí misma. —Bajé la manilla y abrí antes de repasar sus palabras.

      Todos se quedaron estáticos observándome. Algunos con odio, otros con rabia, preocupación o tristeza. Me quedé en blanco, las palabras se habían atascado en mi garganta.

      —¿Qué coño quieres? —escupió Laryssa.

      Su mirada, casi tan oscura como la de su hermano, era de odio, de rabia. No se lo reprochaba, al contrario, lo entendía. Se había portado conmigo como una hermana y yo había aprovechado esa ventaja para mi propio beneficio. Cualquiera hubiese reaccionado de la misma manera.

      —Con que me escuchéis es suficiente. —Me froté las manos en el pantalón, los nervios hacían que me sudasen.

      —Ya lo sabemos todo —replicó Murik.

      —Es mejor no remover la mierda, Babette —añadió Venyamin, pasando un brazo por los hombros de su novia en gesto ¿tranquilizador? ¿cariñoso? Lo observé. Su físico era el del típico mafioso ruso: pelo largo y oscuro recogido en una coleta y la barba más larga de lo que a mí me gustaba. Era alto, pero no tanto como Miki y los gemelos, y más delgado, aunque con los músculos muy definidos.

      —Siento todo lo que está pasando —empecé disculpándome.

      —Es tu trabajo —atacó Zoria. Era el que más lejos se encontraba, apoyado sobre el billar con los brazos cruzados—. Y ya está acabado, no tienes nada que hacer aquí.

      —No voy a negar nada de lo que he hecho. —Mis palabras sonaron firmes esa vez—. Todo lo he hecho por una razón: mi trabajo.

      —No sé por qué no te han metido un tiro entre ceja y ceja —se preguntó Venyamin más para sí mismo que para mí.

      —Sin embargo, todo se complicó —continué ignorando su comentario—. Os convertisteis en una verdadera familia para mí; si os hago daño, me estaría haciendo daño a mí misma.

      —Ya nos lo estás haciendo —atacó mi excuñada.

      —También me lo estoy haciendo a mí, pero es lo correcto.

      —No te creo una maldita palabra. —Laryssa se empeñaba en cortar cada una de mis frases.

      —Pensadlo de otra forma: yo os quiero a todos a pesar de lo que sois, de lo que hacéis, de a qué os dedicáis.

      —¿Quieres culparnos de algo? ¿Quieres ser tú la víctima, Babette? —preguntó Varinka.

      —¿Te crees mejor por ser poli? —inquirió Zoria—. Nosotros no somos peores que vosotros. La escoria como tú nos permite hacer cualquier cosa por un buen fajo de billetes.

      —No creas estar en el bando correcto —añadió Murik—. Nosotros no traicionamos a los nuestros. Jamás.

      —No he venido para hablar de bandos, de cuánto daño causamos unos y otros o del grado de culpa que tenemos. Para nada. Simplemente me gustaría que os pusieseis en mi lugar. Vosotros también me ocultasteis vuestra verdadera identidad y no os culpo por ello. Cada uno tiene sus razones para obrar de la forma que considera correcta, os pido que intentéis entender las mías.

      —Necesitamos tiempo, Babette. Es como si una bomba estallara en nuestra propia casa. —Dara sonrió sin enseñar los dientes. Parecía la más tranquila de todos—. De hecho, ha estallado en mi propia casa. Todavía estamos valorando los daños.

      —Puedo esperar —respondí con una leve sonrisa—. Una cosa más: todo era falso, todo formaba parte de un plan, se regía por un guion; pero el cariño que os tengo y el amor hacia Miki nunca han sido una mentira. Decidáis lo que decidáis, quiero que sepáis que no arriesgaría mi vida por alguien que no me importa, yo también tengo mucho que perder.

      —No quiero escucharte más, ¡lárgate! —me gritó

Скачать книгу