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en la creación de un circuito académico regional.

      5. La contracción de la autonomía alcanzada y la desinstitucionalización durante las dictaduras militares. La violenta irrupción del ejército en La Moneda, en septiembre de 1973, provocó la debacle de este circuito regional que había crecido con gran vitalidad en el espacio chileno durante la década de 1960. Un golpe de Estado de semejantes magnitudes azotó a Argentina en 1976 y se produjeron intervenciones traumáticas en el campo académico en general, y en las ciencias sociales en especial. Aquella diferencia radical que favorecía a Chile en cuanto a sus niveles de profesionalización y en relación con la dotación de recursos estatales, se revirtió de la manera más brutal y sistemática. Luego de funcionar durante décadas como espacio receptor del exilio sudamericano, Chile pasó a convertirse en uno de los mayores expulsores de población calificada, como puede verse en el capítulo 11, que analiza el Programa de Reubicación de Cientistas Sociales desarrollado por CLACSO. En el caso de Argentina, aquel distanciamiento entre investigación científica y enseñanza universitaria –que se delineaba de manera incipiente en los años sesenta con la creación de los centros académicos privados– no hizo más que profundizarse con el golpe de Estado de 1976. La Junta Militar emprendió una política de exacción de recursos destinados a la ciencia y técnica de las universidades nacionales para derivarlos al CONICET y se crearon más de cien institutos de investigación dependientes de este Consejo, como se indica en el capítulo 10.

      Reflexividad, aproximación sociohistórica y comparatismo

      Bastante razón tenía Bourdieu cuando decía que su Homo Academicus era “un libro para quemar”, en el sentido de que pretendía explicar su propio mundo, un mundo al que estaba ligado por toda serie de inversiones específicas, “inseparablemente intelectuales y temporales”, de las que era imposible “emprender simplemente una fuga” (Bourdieu, 1984). Dado que aquella investigación se realizó entre fines de 1970 y comienzos de la década de 1980, se trataba, además, de un mundo en el que Bourdieu estaba contemporáneamente inserto, como académico y como francés. Para construir variables capaces de explicar las propiedades de ese campo y, en definitiva, construir “individuos” en base a esas propiedades, era necesario redoblar el esfuerzo de objetivación y poner en crisis aquellas clasificaciones del sentido común que se introducen en el discurso científico.

      Las investigaciones incluidas en este libro también implicaron constantes esfuerzos de objetivación y distanciamiento. Esta reflexividad promovió inicialmente la idea de centrar los estudios en Chile, para poner el naciocentrismo “en remojo” en el proceso de construcción analítica de nuestro objeto. Entre 2005 y 2009 hicimos cinco viajes de trabajo de campo, en grupo, a la ciudad de Santiago y otros muchos viajes individuales nos convirtieron en asiduos transeúntes del paso cordillerano. Las primeras indagaciones del equipo se centraron, así, en conocer las corrientes teóricas de las ciencias sociales y las principales escuelas desarrolladas en la época (en especial el dependentismo). Avanzamos luego a la comprensión del proceso de producción del conocimiento: el funcionamiento de las universidades, los centros de investigación, la edición, la ayuda externa pública, las fundaciones privadas, la diplomacia, las redes jesuitas, en suma, el proceso de construcción del campo de las ciencias sociales en ese país. La constatación de que Chile había sido un eje vital para la creación de un circuito regional nos movilizó a explorar el campo académico de los otros países que aparecían como nudos centrales de la producción y circulación de los conocimientos sociales en América Latina: Brasil, Argentina y México. Explorando las relaciones estructurales, las afinidades y las diferencias, decidimos, en una segunda etapa, avanzar en una serie de estudios del funcionamiento del circuito desde Argentina. Cuatro investigadores del equipo se centraron, en el papel de este país en la producción de conocimientos sociales y las particularidades del militantismo académico durante el período 1966-1976, la industria editorial, los centros privados y el surgimiento de CLACSO en Buenos Aires. Lentamente fuimos ampliando nuestra mirada al campo científico en su conjunto, abriéndonos al resto de las disciplinas. Finalmente, nos propusimos analizar los procesos de contracción de la autonomía y los efectos de la suspensión del estado de derecho en el mundo académico. Dos proyectos se dedicaron a estudiar las reconversiones del capital militante en el exilio académico de argentinos y chilenos. Otras dos investigaciones se propusieron comprender la “desinstitucionalización” del campo universitario durante las dictaduras iniciadas a mediados de 1970 en ambos países. Por último, una investigación se abocó a explorar el devenir del dependentismo en los años ochenta. Estas últimas “monografías” conforman la tercera parte de este libro.

      Este recorte de nuestro objeto general en torno del campo académico chileno y argentino puso en el centro del problema los sesgos que podían provenir de nuestro anclaje institucional en Argentina. Por ello, a lo largo de todo el proceso nos acompañamos con la tradición socio-antropológica reflexiva e intentamos explicar los procesos observados desde una perspectiva internacional.

      Aunque la selección del período 1950-1980 alentaba nuestras esperanzas de lograr una suficiente distancia respecto de las estructuras observadas. Pronto supimos que la pertenencia generacional del equipo (nacidos entre 1970 y 1984), no nos inmunizaba respecto de los juicios de valor heredados sobre determinadas prácticas o acontecimientos, ni garantizaba las llaves para objetivar los artificios creados inconscientemente por los entrevistados. A pesar de que han transcurrido más de treinta años de los procesos estudiados, se trata, en definitiva, de fenómenos vivos: no sólo porque buena parte de los protagonistas de ese pasado existen, sino porque aquellas estructuras siguen interviniendo en el presente. En este sentido, dialogamos con un campo de investigación en construcción, que también asume el desafío de afrontar los problemas éticos, políticos, metodológicos y epistemológicos que surgen en el terreno de la historia reciente (Franco, 2008).

      Otro asunto que planteó reflexiones permanentes fue la localización de la sede de trabajo del equipo en la provincia de Mendoza. Nuestro primer impulso fue contribuir a una historia de las ciencias sociales que no estuviera dominada sólo por la dinámica de las ciudades capitales. Pero rápidamente advertimos que para cumplir con ese objetivo no era sólo cuestión de vencer una disposición centralista. Existía una estructura centralista que había producido grandes diferencias jerárquicas intranacionales, promovidas por la concentración de recursos materiales y simbólicos en las ciudades capitales. También debimos objetivarnos en este sentido, para incluir los espacios provinciales en el conjunto de la estructura, sin distorsionar las constataciones que revelaban precisamente ese tipo de desigualdades académicas tanto en Argentina como en Chile.

      En definitiva, el dilema planteado por Bourdieu en Homo Academicus era un punto crucial para atender en todo el proceso

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