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y el riesgo de la violencia». Así pues, hay que romper con la «lógica morbosa» del miedo.

      El planteamiento de Francisco es subversivo respecto a las teologías políticas apocalípticas que se van difundiendo tanto en el mundo islámico como el en cristiano. Y no solo eso. No es casualidad que el papa Francisco haya citado cuatro veces el Documento de Abu Dhabi en su viaje a Tailandia y a Japón. Se lo ha regalado al patriarca budista de Bangkok, y lo ha citado en Hiroshima, donde la bomba atómica cayó sobre la humanidad con su energía destructiva apocalíptica. Finalmente, también han llegado fuertes resonancias de sintonía con el Documento sobre la hermandad humana desde el mundo budista, hinduista y sij.

      * * *

      Hemos abierto con el Muro de Berlín y cerramos con la Bomba de Hiroshima. La dirección que tenemos que seguir para evitar el abismo del apocalipsis ha quedado trazada. El fundamento de todo está en una frase del Documento de Abu Dhabi: «La fe lleva al creyente a ver en el otro a un hermano(a) al que hay que apoyar y amar». La hermandad es el verdadero desafío del apocalipsis.

      REVOLUCIÓN DE LA TERNURA Y REFORMA DE LA IGLESIA

      Carlos María GALLI

      Por la entrañable misericordia de nuestro Dios nos visitará el Sol que nace de lo alto.

      Lc 1,78

      El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura.

      EG 88

      En mi exhortación Evangelii gaudium escribí a los miembros de la Iglesia en orden a movilizar un proceso de reforma misionera todavía pendiente.

      LS 3

      Francisco está comunicando a la Iglesia una teología, una espiritualidad y una pastoral centradas en la revolución de la ternura de Dios, Padre rico en misericordia, manifestada en el rostro de su Hijo Jesucristo, muerto y resucitado, y comunicada en el don del Espíritu Santo. Este acontecimiento mueve a vivir y pensar el primado teologal del amor a través de la lógica de la misericordia pastoral que acompaña, discierne e integra. La revolución evangélica y evangelizadora de la ternura tiene una fuerza inclusiva e incluyente. Su símbolo es la celebración del Año de la Misericordia y su consigna exhorta a construir puentes y derribar muros. Está sintetizada en el contenido y el estilo de los documentos Misericordiae vultus y Misericordia e misera. La misericordia es el criterio hermenéutico para leer la Palabra de Dios en favor de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

      La Misericordia es el principio hermenéutico del pontificado de Francisco. Por esta razón es un tema transversal a su enseñanza26. Procuraré pensar la ternura de Dios y su vínculo fundante con la reforma de la Iglesia a partir del Evangelio actualizado por el Concilio Vaticano II y trasmitido por el magisterio kerigmático de Francisco27. Conectaré el tema con otras líneas de su pensamiento, evitando —si resulta posible— repetir lo escrito en otros estudios míos28, aunque es notoria, por ejemplo, la correlación entre la teología de la misericordia y la mariología del Papa argentino29.

      Este discurso teológico seguirá un itinerario con siete pasos. En el inicio analizaré el Vaticano II como un Concilio de renovación (1) y me referiré a este pontificado como una nueva fase de la reforma conciliar (2). Sobre estas bases desarrollaré la reforma de la Iglesia desde cuatro perspectivas vinculadas entre sí: la novedad y la alegría de Jesucristo, Evangelio de Dios (3); la revolución de la ternura que surge del amor misericordioso del Padre (4); la renovación de la eclesiología conciliar centrada en la noción del Pueblo de Dios misionero y sinodal (5); la reforma animada por el paradigma de la salida de la Iglesia en conversión misionera (6). Al fin contemplaré a la Iglesia que vive la revolución de la ternura como Ecclesia reformata et semper reformanda (7).

      I. EL VATICANO II: CONCILIO DE REFORMA DE LA IGLESIA

      1. El Concilio Vaticano II se inserta en la tradición de los concilios que han reformado la Iglesia. Desde su prólogo la exhortación Dei Verbum se remonta al Concilio de Trento (DV 1). Antes de aquel, el Concilio de Constanza (1414–1418) había consagrado la fórmula ecclesia sit reformata in fide et moribus, in capite et in membris. Esta fue repetida por el V Concilio de Letrán (1512–1517) en el año en el que sonó el grito reformador de Martín Lutero. En ese siglo XVI el Concilio de Trento (1545–1563) ofreció un camino de renovación que tuvo frutos duraderos por la sabia articulación de los decretos de doctrina y reforma, o sea, por la conexión entre teología y pastoral.

      La articulación de los decretos dogmáticos y disciplinarios (de reformatione) fue la clave de la duración del éxito de Concilio de Trento… La gran ventaja de esta solución radicaba en que el derecho de la Iglesia no se aislaba de su fundamento teológico… En principio se puso el acento sobre el dogma y, después, en el curso del tercer período, se insistió más en una reforma general… La Iglesia romana, con la Reforma del siglo XVI, vuelve a hacerse creíble y, durante siglos, vivirá en una suerte de equilibrio. La andadura del Concilio tridentino ha unido sólidamente la doctrina con la disciplina ha logrado la conjunción de la teología y la pastoral, la contemplación y la acción…30.

      2. San Juan XXIII anunció el evento conciliar como un nuevo Pentecostés. En el radiomensaje enviado un mes antes de la apertura del Concilio, se preguntó: «¿Qué viene a ser un Concilio Ecuménico sino el renovarse de este encuentro del rostro de Jesús resucitado?».

      Al abrir la segunda sesión el beato Pablo VI dijo que el Concilio buscaba una nueva reforma.

      Sí, el Concilio tiende a una nueva reforma… No es… un cambio radical de la vida presente de la Iglesia, o bien una ruptura con la tradición en lo que esta tiene de esencial y digno de veneración, sino que más bien en esta reforma rinde homenaje a esta tradición al querer despojarla de toda caduca y defectuosa manifestación para hacerla genuina y fecunda… A Cristo vivo debe responder una Iglesia viva. Si la fe y la caridad son los principios de su vida… un estudio más asiduo y un culto más devoto de la Palabra de Dios serán el fundamento de esta primera reforma. La formación de la caridad tendrá en adelante el puesto de honor: deberíamos ansiar la Iglesia de la caridad si queremos que esté en disposición de renovarse profundamente y de renovar el mundo a su alrededor.

      En su encíclica Ecclesiam suam (1964) el papa Montini insistió sobre la reforma (ES 39, 46, 55). Expresó que «de la conciencia (de la Iglesia) brota una necesidad generosa y casi impaciente de reforma (riforma), o sea, de enmienda de los defectos que esa conciencia denuncia y rechaza, a modo de un examen interior ante el espejo (speculum) que Cristo nos dejó de Sí mismo» (ES 1)31.

      3. El acontecimiento conciliar fue una providencial experiencia de comunión en la vida de la Iglesia y el episcopado, centrada en los misterios de Cristo, la Iglesia y el ser humano, y situada en las circunstancias históricas de la modernidad a mitad del siglo XX32. La comunión con Cristo al servicio de la salvación del ser humano fue la doble raíz de la renovación eclesial. La primera se nutre de la vuelta a las fuentes, la segunda de la puesta al día, ambas en una ecclesia semper reformanda33.

      El Vaticano II promovió la reforma o renovación del Pueblo de Dios en el mundo (LG 9, 13, 17). El Espíritu Santo y santificador renueva y rejuvenece la figura histórica de la Iglesia peregrina (UR 4; AG 5) en su camino hacia la plenitud del reino de Dios (LG 48, GS 45). Los padres conciliares expresaron la voluntad de ser fiel al Evangelio de Cristo, servir pastoralmente al mundo contemporáneo y avanzar en la unidad de los cristianos. El decreto sobre el ecumenismo expuso la necesidad de una «reforma perennis» (UR 6) o una «reformatio et renovatio» (UR 4)34.

      Puesto que toda renovación de la Iglesia (omnis renovatio Ecclesiae) consiste esencialmente en el aumento de la fidelidad a su vocación (in aucta fidelitate erga vocationem eius consistat), por eso, sin duda, hay un movimiento que tiende hacia la unidad. La Iglesia peregrina es llamada por Cristo a esta perenne reforma (ad hanc perennem reformationem) de la que la Iglesia misma, como institución humana y terrena, tiene siempre necesidad (UR 6).

      4. El Vaticano II no usó la expresión Ecclesia semper reformanda, desarrollada en el ambiente teológico protestante para proponer una revisión permanente de la Reforma realizada en el siglo XVI. La Constitución Lumen gentium prefirió la

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