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Con este Papa la recepción del Concilio y la reforma de la Iglesia —no solo de la Curia romana— han ingresado en una nueva y decisiva fase. Al actual Obispo de Roma le interesa la continuidad de la reforma conciliar. En la encíclica Laudato si’ expresó la voluntad de completar el proceso de reforma misionera pendiente.

      En mi exhortación Evngelii gaudium escribí a los miembros de la Iglesia en orden a movilizar un proceso de reforma misionera todavía pendiente (LS 3).

      Francisco es «un actualizador del espíritu y la propuesta conciliar»44. Por esta razón su pontificado puede ser visto como una nueva fase de recepción y de realización del acontecimiento conciliar.

      Tal es el cuadro general en el cual hay que situar el acontecimiento Francisco, que es, en sí mismo, un desarrollo del acontecimiento del Concilio Vaticano II: el pasaje a una inteligencia y una práctica renovadas del Evangelio45.

      III. LA BUENA NOTICIA DE DIOS: LA ALEGRÍA DE JESUCRISTO

      1. Jesucristo es el Evangelio de Dios (Rom 1,3). Él forma y reforma a su Iglesia porque la quiere «resplandeciente, sin mancha ni arruga y sin ningún defecto, sino santa e inmaculada» (Ef 5,27). Ella está llamada a realizar la forma Christi conformándose con Él y dejando de lado toda deformidad. San Agustín expresó con elocuencia que el Formador es el Reformador.

      Existe un hermoso… y aunque es Hijo del hombre, existe entre los hijos de los hombres. A la Iglesia habla el salmo. ¿Quieres agradarle? No podrás mientras permanezcas deforme. ¿Qué harás para ser hermosa? Haz que te desagrade tu deformidad y merecerás conseguir la hermosura de parte de Aquel a quien hermosa quieras agradar. Pues será tu reformador el mismo que fue tu formador (Ipse enim erit reformator tuus, qui fuit formatur tuus)46.

      2. Francisco proclama la Novedad absoluta del Evangelio de Jesús. Ella debe vivir sine glossa «el corazón del mensaje de Jesucristo» (EG 34), «el contenido esencial del Evangelio» (EG 265). La Buena Nueva irradia alegría. En su discurso a la Congregación general de la Compañía de Jesús Francisco destacó esta clave de su pontificado: «En las dos Exhortaciones Apostólicas —Evangelii gaudium y Amoris laetitia —, y en la Encíclica Laudato si’, he querido insistir en la alegría»47. La alegría del Evangelio es una fuente de renovación eclesial. «En esta exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años» (EG 1).

      3. El mismo título Evangelii gaudium expresa la alegría que provoca la Buena Noticia, que es «Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios» (Mc 1,1). Francisco señala la llegada de «un tiempo de alegría» paralelo al «tiempo de la misericordia». Este período está marcado por el llamado a la alegría del Evangelio. En cierto modo ha comenzado con el discurso inaugural de Juan XXIII en el Concilio: Gaudet Mater Ecclesiae; sigue con la constitución Gaudium et spes del Vaticano II; se continúa con la exhortación Gaudete in Domino de Pablo VI en el Año Santo 1975; llega a la Evangelii gaudium. Francisco siente devoción por Pablo VI, a quien beatificó en 2014. En su exhortación cita quince veces Evangelii nuntiandi. En la entrevista dada al Diario El País de España en 2017 afirmó que Evangelii gaudium es una síntesis actualizada de Evangelii nuntiandi y Aparecida.

      4. En su testamento pastoral Pablo VI llamó a conservar «la dulce y confortadora alegría de evangelizar» (EN 80). Bergoglio meditó mucho sobre esta alegría48. Como colaborador de la Comisión de Redacción del Documento de Aparecida (A) soy testigo de que incluyó esa frase en la Conclusión (A 552). Luego la citó tres veces en su intervención previa al Cónclave. Francisco proclama «la dulce y confortadora alegría de evangelizar» (EG 14-18). En 1975 Pablo VI enseñó:

      Conservemos la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas. Sea esta la mayor alegría de nuestras vidas entregadas… (EN 80).

      5. Francisco habla de alegría evangelizadora porque «la alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es una alegría misionera» (EG 21). En un reportaje Benedicto XVI reconoce el clima de alegría y frescura que trajo su sucesor.

      —Tras el tiempo de pontificado que lleva el papa Francisco, ¿está usted contento? —Sí. En la Iglesia se respira una nueva frescura, una nueva alegría, un nuevo carisma que llega a las personas; todo eso es algo hermoso49.

      6. La reciente Constitución Apostólica Veritaris gaudium acerca de las universidades y facultades eclesiásticas actualiza las orientaciones de la Sapientia christiana promulgada por Juan Pablo II en 1979. Ya el título sitúa el nuevo documento en el estilo de los anteriores textos de Francisco que convocan a la alegría, la luz, la alabanza, el gozo. El Papa recrea el tema de la alegría para expresar el gusto por la verdad evangélica y la renovación de los estudios teológicos.

      Es un momento oportuno para impulsar con ponderada y profética determinación, a todos los niveles, un relanzamiento de los estudios eclesiásticos en el contexto de la nueva etapa de la misión de la Iglesia, caracterizada por el testimonio de la alegría que brota del encuentro con Jesús y del anuncio de su Evangelio, como propuse programáticamente a todo el Pueblo de Dios en la Evangelii gaudium… Un segundo criterio inspirador, que está íntimamente relacionado con el anterior y es fruto de ese, es el diálogo a todos los niveles, no como una mera actitud táctica, sino como una exigencia intrínseca para experimentar comunitariamente la alegría de la Verdad y profundizar su significado y sus implicaciones prácticas50.

      IV. LA REVOLUCIÓN DE LA TERNURA: LA MISERICORDIA DE DIOS-AMOR

      1. La fe cristiana se puede sintetizar en textos neotetamentarios acerca de Dios y el hombre revelados en Cristo y centrados en el amor. El primero, de San Juan, anuncia: «Dios es amor» (1 Jn 4,8). El segundo, de San Pablo, enseña: «lo más importante es el amor» (1 Cor 13,13). El Dios «rico en misericordia» (Ex 34,6; Ef 2,4) se refleja en el rostro de Cristo. Dios siempre sorprende con la iniciativa gratuita de su amor. Desde su juventud Bergoglio ha experimentado la mirada misericordiosa de Dios que ama y perdona. Eligió como lema episcopal la frase de san Beda el Venerable: «miserando atque eligendo». Ahora, como sucesor del apóstol Pedro invita a la Iglesia a confiarse a la misericordia infinita de Dios, para vivir la propuesta de Jesús: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso» (Lc 6,26). La Iglesia «vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre» (EG 24).

      2. Dios tiene muchos atributos y nombres. Los papas recuerdan que Dios es Amor y Misericordia. Juan Pablo II dedicó su segunda encíclica a Dios Dives in misericordia. Benedicto XVI habló de Dios-Amor en su encíclica programática Deus caritas est. Francisco dice que «el nombre de Dios es misericordia»51. De esta forma asume la antigua cuestión de los nombres divinos. Dios es Amor misericordioso, como muestran —con la doctrina de sus vidas y en contextos distintos— santa Teresita del Niño Jesús y santa Teresa de Calcuta. Dios es Amor en exceso, excessus amoris. En la Carta Misericordia e misera (MM) Francisco afirma que «la misericordia se excede, siempre va más allá» (MM 19). El Amor misericordioso de Dios se despliega hacia todos los «míseros» que sufren las tremendas miserias del mal, el pecado, el dolor y la muerte. La reforma de la Iglesia busca comunicar con más transparencia ese amor reflejado en el rostro del Cristo pascual52.

      3. Dios es Ternura. Hoy Francisco proclama «la revolución de la ternura de Dios» iniciada con la Encarnación del Verbo. Esa expresión tiene fundamentos trinitarios, cristológicos y mariológicos. En sus mensajes navideños como arzobispo de Buenos Aires Bergoglio afirmaba, contemplando la imagen del Niño Jesús, que Dios es ternura. El sucesor de Pedro proclama la ternura de Dios que se aproxima a tocar y curar las heridas de la carne doliente de la humanidad (EG 3, 44).

      La verdadera fe en el Hijo de Dios hecho carne es inseparable del don de sí, de la pertenencia a la comunidad, del servicio, de la reconciliación con la carne de los otros. El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura (EG 88).

      La revolucionaria «lógica de la Encarnación» (EG 262) nos comunica la tierna Bondad de Dios en la carne y nos mueve a reconocer a Cristo en sus hermanos más pequeños (EG 179).

      4.

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