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mientras Cristo, «santo, inocente, inmaculado» (Heb 7,26), no conoció el pecado (cf. 2 Cor 5,21), sino que vino únicamente a expiar los pecados del pueblo (cf. Heb 2,17), la Iglesia encierra en su propio seno a pecadores y, siendo al mismo tiempo santa y siempre en proceso de purificación (sancta simul et semper purificanda), avanza continuamente por la senda de la penitencia (poenitentiam) y de la renovación (renovationem) (LG 8; cf. GS 21).

      5. El Concilio se nutrió tanto de la vuelta a las fuentes (ad fontes) como de las oportunas puestas al día (opportuni aggiornamenti) para abrir el acceso a la fuente viva del Evangelio35. Su pastoralidad surge de la primacía de la presencia de Cristo, celebrada en la Eucaristía y simbolizada en el rito diario de entronización del libro de los Evangelios, siempre abierto en el prólogo de San Juan. Cristo, Palabra divina encarnada, figurado en el Libro, preside desde su trono porque toda luz viene de Él. Cristo, Evangelio de Dios, es el centro de la Iglesia y del Concilio. Este cristocentrismo pastoral ilumina a la Iglesia y sostiene la renovación de su vida y su misión en el mundo.

      6. El Vaticano II ha sido el Concilio de la Misericordia36. Francisco comparte la religión de la caridad y la espiritualidad del samaritano que Pablo VI expuso en el discurso final del Concilio. Allí el Papa bresciano sintetizó la actitud dialogal y servicial de la Iglesia, que es «la sirvienta de la humanidad». Manifestó la intención de reconciliar la religión del Dios que se hizo ser humano con la búsqueda del ser humano que quiere hacerse Dios. Sintetizó el espíritu conciliar en la espiritualidad compasiva del Buen Samaritano que, como Cristo, se inclina ante la humanidad herida.

      7. El 8 de diciembre de 2015 Francisco abrió la Puerta Santa del Jubileo de la Misericordia en el Cincuentenario del Vaticano II, que fue la puerta que la Iglesia abrió al mundo contemporáneo. Entonces expresó: «Que al cruzar hoy la Puerta Santa nos comprometamos a hacer nuestra la misericordia del Buen Samaritano»37. Así resumió el Evangelio e interpretó el Concilio según la clave de la misericordia, viga maestra que sostiene la vida, la misión y la reforma de la Iglesia. En esta enseñanza se perciben varios puntos de contacto con la teología del Cardenal Walter Kasper, quien ha comunicado el misterio de la misericordia divina con la reflexión y el testimonio38.

      II. FRANCISCO: UNA NUEVA FASE DEL ACONTECIMIENTO CONCILIAR

      1. El Concilio fue un punto de llegada y un punto de partida. Con su notable lucidez, a pocos días de concluir el Vaticano II, Karl Rahner afirmaba que ese era solo el inicio del inicio de la reforma.

      Es evidente que la Iglesia debe permanecer fiel a su propia esencia y —entendiéndolo bien— también a su pasado. No todo va a cambiar y mejorar desde mañana. La santa Iglesia será también en el futuro la Iglesia de los pobres pecadores, como somos todos. La Ecclesia semper reformanda in capite et in membris. Todavía pasará mucho tiempo hasta que la Iglesia, agraciada por Dios con un Concilio Vaticano II, sea la Iglesia del Concilio Vaticano II. Análogamente, pasaron algunas generaciones después del Concilio de Trento hasta que la Iglesia fue la Iglesia de la reforma tridentina. Pero esto no quita nada de la enorme y tremenda responsabilidad que con este Concilio nos hemos impuesto todos los que constituimos la Iglesia… Para ello, el Concilio solo ha podido poner el inicio del inicio (Anfang des Anfangs). Es incalculable el significado de esta realidad. Pero pesaría una rigurosa sentencia sobre pastores y grey, sobre todos nosotros, si confundiéramos palabras y hechos, comienzo y fin…39.

      En 1965 el teólogo jesuita consideraba que pasaría mucho tiempo hasta que la Iglesia fuera efectivamente la Iglesia del Concilio Vaticano II. La historia confirma su previsión.

      2. Con Francisco la Iglesia de América Latina completa su ingreso en la historia mundial. Este acontecimiento es un significativo eslabón de la larga cadena histórica eclesial latinoamericana, que ha recorrido un fecundo camino de sinodalidad pastoral desde 195540. El Espíritu Santo, que «sopla donde quiere» (Jn 3,8), ha soplado como «una fuerte ráfaga de viento» (Hch 2,2) desde el sur del Sur. Con la frase Sopla el Viento del Sur sigo expresando el proceso eclesial en curso41. Desde 2013 nuestra América vive un kairós singular porque un hijo de la Iglesia sureña, latinoamericana y argentina fue elegido sucesor del apóstol San Pedro. Francisco significa la llegada del sur al corazón de la Iglesia y también la voz del sur global en el mundo.

      3. La Iglesia latinoamericana y caribeña es la única comunidad de iglesias a escala continental que hizo una recepción regional, pastoral, sinodal y colegial del Vaticano II. Este proceso comenzó con la II Conferencia episcopal de Medellín (1968), que está cumpliendo medio siglo; siguió con la III asamblea de Puebla, vivida a la luz de la exhortación Evangelii nuntiandi de Pablo VI (1979); prosiguió con la IV de Santo Domingo (1992) en el marco de una nueva evangelización propuesta por san Juan Pablo II. Francisco encarna esta recepción situada y creativa del Concilio en y desde la periferia sureña latinoamericana, que produce un verdadero «terremoto» eclesial.

      Francisco es el primer pontífice que procede del hemisferio Sur o, como él mismo dijo, del otro extremo del mundo. El encuentro de la recepción conciliar del Sur con la de Occidente ocasionó, al igual que ocurre con los desplazamientos subterráneos de placas tectónicas, un terremoto. Algunas cosas que estaban mal construidas se derrumbaron casi de la noche a la mañana. Los cimientos sólidos resistieron; sobre estos se puede acometer una nueva edificación42.

      4. La V Conferencia general del episcopado latinoamericano y caribeño, celebrada en el santuario mariano de Aparecida en Brasil, en mayo de 2007, impulsó un movimiento misionero continental y permanente. El cardenal Jorge Mario Bergoglio sj presidió la Comisión de Redacción del Documento Conclusivo. Luego, en 2013, como Papa, cita veinte veces este documento en su exhortación programática Evangelii gaudium. Hoy Francisco encarna el «rostro latinoamericano y caribeño de nuestra Iglesia» (A 100). Con él la nueva dinámica de conversión misionera impulsada desde la periferia latinoamericana hace un aporte a la reforma de la Iglesia entera.

      5. El Obispo de Roma continúa, actualiza e impulsa la reforma conciliar desde «la frescura original del Evangelio» (EG 11). Afirma que «el Concilio Vaticano II presentó la conversión eclesial como la apertura a una permanente reforma de sí por fidelidad a Jesucristo» (EG 26; UR 6).

      El Vaticano II supuso una relectura del Evangelio a la luz de la cultura contemporánea. Produjo un movimiento de renovación que viene sencillamente del mismo Evangelio. Los frutos son enormes. Basta recordar la liturgia. El trabajo de reforma litúrgica hizo un servicio al pueblo, releyendo el Evangelio a partir de una situación histórica concreta. Sí, hay líneas de hermenéutica de continuidad y de discontinuidad, pero una cosa es clara: la dinámica de lectura del Evangelio actualizada para hoy, propia del Concilio, es absolutamente irreversible43.

      Para el Papa, el Vaticano II ha impulsado y sigue impusando un proceso de relectura del Evangeio y de renovación de la Iglesia en la cultura contemporánea. Él quiere seguir ese proceso de renovación, que considera irreversible, desde su su raíz evangélica, que es la Novedad de Cristo. Aquí reaparece la doble dimensión de la reforma de la Iglesia, que es tanto ressourcement por la vuelta a las fuentes (ad fontes, ad radices) como aggiornamento por la puesta al día (a giorno).

      6. El estilo pastoral del Concilio está representado por la Constitución Gaudium et spes, la puerta de acceso de la Iglesia al mundo de este tiempo. El camino abierto por el primer Concilio plenamente pastoral convirtió a la evangelización en «la cuestión fundamental» (EN 4) y «el tema de fondo» (TMA 21) del postconcilio. En la Bula Misericordiae vultus (MV) Francisco confesó que quiso inaugurar el Jubileo de la Misericordia en el Cincuentenario de la clausura del Vaticano II.

      He escogido la fecha del 8 de diciembre por su gran significado en la historia reciente de la Iglesia. Abriré la Puerta Santa en el quincuagésimo aniversario de la conclusión del Concilio Ecuménico Vaticano II. La Iglesia siente la necesidad de mantener vivo este evento. Para ella iniciaba un nuevo período de su historia. Los Padres reunidos en el Concilio habían percibido intensamente, como un verdadero soplo del Espíritu, la exigencia de hablar de Dios a los hombres de su tiempo en un modo más comprensible. Derrumbadas las murallas que por mucho tiempo habían recluido la Iglesia en una ciudadela privilegiada, había llegado el tiempo de anunciar el Evangelio de un modo nuevo. Una nueva etapa en la evangelización de siempre

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