Скачать книгу

se manifiesta en el sacramento de la conversión: una decisión del hombre de volverse a Dios para dejarse recrear. El sacramento de la conversión está en el centro del acompañamiento.

      La inestabilidad de la Creación residía en que la libertad amenazaba el orden establecido, por eso YHWH previó el camino de retorno al paraíso del que nos expulsamos cuando abandonamos el proyecto de Dios: la conversión. Esta posibilidad precreada, que espera al hombre retornando de su exploración del mundo de la libertad, descansa en la previsión por parte de Dios de que el hombre no iba a encontrar satisfacción en sus intentos de realización personal. Después de que el hombre hubiera probado la muerte óntica, la angustia, el no ser, en un acto afirmativo de su libertad, para que pudiera todavía retornar, Dios tenía que preparar un banquete de acogida como en la parábola del hijo pródigo. Este banquete es la celebración del sacramento de la penitencia. Para volver a entrar en la realización del plan que Dios tenía para el hombre, reconocerlo a Él como creador y aceptar caminar por el camino de Dios, hace falta un acto de libertad igual que para pecar; en términos teológicos: el rechazo o la aceptación de la voluntad de Dios es inconculcable. En el acompañamiento, Dios nunca obstaculiza la libertad del hombre. La conversión es decisión libre del ser libre. Y esta es la reentrada en el paraíso, en la comunión. El acompañar requiere aprender a esperar, porque es el otro el que al final tiene que decidir sin ningún tipo de coerción.

       3. Antropología teológica bíblica 30

      1. LA PERSONA MUESTRA EL ROSTRO DE DIOS

      Nos dice Domínguez:

      [El hombre] es ante todo un ser con dignidad propia, libre, responsable, llamado a realizar su vida, personal y comunitariamente, desde una vocación particular y llamada a la plenitud. Y no solo es «una persona» sino que es «esta persona concreta», con su cuerpo, su edad, su lugar, su historia, con su identidad, sus miedos y fragilidades, con sus genialidades y obras. Por ser persona concreta tiene que realizar su vida, y experimenta que es limitada, y, además, que está dañada. Ser persona es, siempre, ser persona frágil, estar incompleto, ser un animal prematuro, no acabado todavía. Por tanto, está sometida a sufrimiento en su proceso de crecimiento personal. Por eso necesita ser acompañada.31

      Esa definición de persona encaja con la Revelación. El hombre sellado por el pecado original como alguien aquejado de envidia, de soberbia, que, creyendo realizarse a través de un acto de afirmación de sí mismo, se ve expulsado de la aceptación de sí mismo como criatura (paraíso), tiene que aprender a sobrevivir en soledad a pesar de la compañía del otro, lamentando la pérdida de la confianza en ese otro y en el Otro, construyendo cada día su habitáculo vital. Desde la psicología, nos dice Xosé Manuel, a esta situación de caída se la llama fragilidad, ser inacabado, prematuro, en proceso. Pero este ser está llamado a una vocación enorme: retornar a la relación con el Dios creador, volver a depositar la confianza que le daba el ser, aceptando voluntariamente el reconocimiento humilde de ser criatura, y no dios. Pero es justo este reconocimiento, sellado por los sacramentos, el que le devuelve a la persona su parte divina originaria.

      2. EL HOMBRE ES UN SER RELACIONAL

      En una época en la que todo el mundo proclama la autonomía y la individualidad, el aislamiento, solo hollado por perfiles en internet, la antropología bíblica defiende que el ser humano no es autónomo, es creado en relación con Dios y con otros hombres para la mutua interdependencia. Es creado por amor y desea regresar a la relación amorosa con su Creador. La creación siempre va acompañada de la bondad de YHWH, de la que depende. Gracias a su presencia permanente en la relación con su criatura, la creación y la historia se hacen inteligibles. En el Nuevo Testamento se encuentra la clave interpretativa del misterio que envuelve a la creación: el ser humano no puede encontrar en sí mismo el fundamento de su existencia y lo busca a través de Dios en su hijo encarnado, que llama a la humanidad a la vocación del amor. Cristo es un acontecimiento singular en la historia que pone en movimiento a los hombres para formar una comunidad en la fe, fruto del Espíritu Santo. Para ser libres nos liberó Cristo (Gal 5:1). La vida es un existir en Cristo para existir en el Reino como don y tarea por realizar en las bienaventuranzas con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros. La muerte no tiene la última palabra, porque la resurrección de Cristo ha roto las tinieblas y las fronteras de la muerte y del mal. El pecado es una condición solo comprensible desde Cristo. La debilidad del hombre no lo incapacita para la vida divina, sino que es condición. En cuanto el hombre se reconoce pecador, ha empezado su conversión, su crecimiento interior y su liberación por la Gracia del Espíritu Paráclito, que nos defiende de nosotros mismos.

      Acontecimiento que pone en marcha, comunidad que acompaña y reconocerse pecador son tres condiciones para la curación del alma. El pasaje del paralítico de Cafarnaúm, como muchos otros, los contiene todos emblemáticamente. Lo primero que aparece es el acontecimiento (la parálisis), lo segundo en importancia, la comunidad (lo bajaron entre cuatro). El tercer elemento surge cuando se lo presentan a Jesús: el verdadero problema no es la parálisis, sino que es un pecador, y no lo sabe. Es vital entender por qué Cristo pone el énfasis en el perdón de los pecados, y no en enmendar la plana a su Padre acusándolo subrepticiamente de haber hecho una creación chapucera permitiendo parálisis, cegueras o malformaciones. No viene a remendar la obra imperfecta. La curación es un mero recurso para avalar ante los espectadores que lo importante es que el que habla de perdón de los pecados, el que cura, es Dios, y que lo relevante es hablarle del amor de Dios: es el kerigma el que sana el alma, no el no ser ciego o cojo. No es un gurú o un maestro buenista y compasivo, sino que es Dios mismo el que certifica que lo importante es sanar los pecados. Cuando uno peca está intentando reparar aquello que está mal hecho de la creación. El pecado es la compensación de las heridas del corazón que no sanan porque no se experimenta el amor que se demanda o anhela. Cuando uno sufre por alguna razón (no se gusta a sí mismo, no se siente amado como él cree que debería serlo), busca caminos alternativos, atajos, que lo llevan a una soledad mayor, a una frustración mayor que sobrepuja pensando que más intensidad, mayor cantidad de satisfacciones o placer, será reparador… Sin darse cuenta, acaba en la parálisis, las adicciones, la esclavitud moral, afectiva, sexual, etc. El decirle a alguien que Dios lo ama, que lo espera, que anhela ser buscado para gratificarnos con su amor, perdonarle los pecados es recrearlo. Por eso, ese gesto se escenifica de manera enfática en la curación del ciego de nacimiento de Juan 9: le pone barro en los ojos y, con su saliva, le unta los ojos. No le pasa desapercibido a la patrística que el Hijo hace lo mismo que el Padre en el Génesis con la creación de Adán. Surge un nuevo hombre cuando el pecador es ungido por el Hijo del Creador.

      La gracia es la que garantiza nuestra dignidad de hijos de Dios y la que nos impide desesperarnos al ver nuestra precariedad. Este ser caído, sin embargo, está bien hecho, es, como dice Berdiaev, un bogodoviche porque es imagen de Dios, es divinohumano.32

      El hombre que se encuentra con Cristo no puede ser el de antes: es un hombre nuevo, porque percibe la vida de diferente manera y tiene por Cristo un nuevo sentido. Él sabe que ha sido salvado gratuitamente por el amor de Dios, y que este amor le permite verse a sí mismo, a los demás y al mundo de una manera nueva: como un don de Dios.33

      El pecador peca para darse a sí mismo el ser porque no acepta el fallo trágico de no ser perfecto a sus ojos y los ojos de los demás. Este acto de afirmación, que trata de suplir las carencias con disfraces, cosmética o lucha titánica por superar los límites, resulta ser una trampa en la que nos vemos atrapados, cada vez más, cuanto más intentamos abrir el cepo. Que se nos perdone haber usado esta vía de escape de la historia nos da la oportunidad de ver la historia iluminada con nuevos ojos. Cuando podemos afirmar en nuestro interior que todo está bien hecho, que la creación está bien hecha, que Dios ha hecho todas las cosas bien…, estamos en disposición de coger la camilla, el matrimonio maltrecho, el trabajo esclavo, el cuerpo dolorido, y convertirnos en testigos de una nueva creación.

      3. LA CONVERSIÓN: LA VIDA DIVINA QUIERE INHABITAR LA HUMANA

      Aquí entra otro concepto clave en el acompañamiento: la conversión. La relación

Скачать книгу