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o, en el lenguaje de Ricœur, “abrir caminos hacia la reconciliación”, parece una buena metáfora de lo que vemos como necesidad. Aun cuando la humildad de tales búsquedas solo alcance a transitar ‘senderos sinuosos’ y no ‘amplias autopistas’.

      En el presente estudio nos proponemos partir del análisis que Ricœur hace sobre la corporalidad y sus imbricaciones con la idea de naturaleza en la obra fundacional de su filosofía. En ella descubrimos intuiciones muy acertadas para una bioética fundamental, situada y al mismo tiempo con pretensiones de universalidad. Nuestra lectura de esta obra asume que en general, el legado de Ricœur ha sido direccionado al énfasis hermenéutico, dada la importancia que adquirió este legado ricœuriano para los lectores del mundo latino o de las filosofías de raíz confesional. Pero considera que su aporte es también muy promisorio para otros ámbitos de reflexión y debate, como es el de una bioética fenomenológica de la carne y de la tierra, esencialmente desde la perspectiva que nuestro autor propone del misterio, del talante paradojal de la realidad, y del valor epistémico del nexo entre voluntad/conciencia y cuerpo propio.

      Es nuestra intención mostrar que una interpretación como la propuesta no contradice lo planteado por Ricœur en Soi-Même comme un autre, Le Juste y Le Juste 2 (sobre una bioética como deontología o moral regional), sino que además constituye un sólido sustrato teórico para una bioética fundamental, basada en los mismos principios de la fenomenología que le dieron un nuevo perfil a la hermenéutica ricœuriana.

      En síntesis, queremos señalar una nueva manera de entender la realidad, y por eso mismo, una nueva manera de pensarla, de abordarla, de conocerla. Esto nos sugiere dos líneas diversas de investigación: por un lado, parece necesario decir una palabra sobre las fuentes históricas en las que pueda haber abrevado el filósofo francés para arribar a tales concepciones antropológicas de un sujeto corporal y ambientalmente definido. Pero sabemos que el decurso habitual de las investigaciones filosóficas suele derivar sus cauces hacia la vía siempre accesible y auspiciosa de la ética.

      Ahora bien, ninguna concepción axiológica emerge de los puros valores como caídos del cielo. No solo debemos indagar en la antropología que subyace a tales valores, sino fundamentalmente en la epistemología que otorga entidad, forma y peso a cualquier cosa para que ésta sea.

      Por este motivo, también nos plantearemos el problema de la epistemología que subyace a los textos filosóficos de nuestro autor, sobre cuya base el tema antropológico no solo deriva en repercusiones éticas sino en cambios con respecto a la manera de concebir la existencia, el medio y nuestra materialidad constitutiva.

      De esta forma aspiramos a concluir señalando no solamente las condiciones de posibilidad de una bioética de corte ricœuriano, sino también sus características, su pertinencia y sus desafíos para nuestro continente. Consideramos que efectivamente existe una bioética desde Ricœur, y que ésta es capaz de iluminar las búsquedas de muchos sectores que se vuelven muy vulnerables por las circunstancias antes descriptas en referencia a la sexualidad y la muerte, como también en referencia a otras realidades en las que la relación cuerpo-naturaleza parece resquebrajarse y dejar sin resguardo la salud, la alimentación, la alegría y la esperanza de las mayorías trabajadoras. He ahí el motivo que nos impulsa a continuar ahondando en ambas líneas: la histórica y la epistémica.

      Digamos, finalmente, que desde nuestra óptica, la bioética que puede desarrollarse con pertinencia en nuestro continente debería reconocer el estatuto central que tiene la persona humana en la reflexión ética de Ricœur. Pero agreguemos también que la idea de persona puede resultar distorsionada por visiones tanto idealistas como utilitaristas, naturalistas o de cualquier otro tipo, que pretendan cerrar la comprensión del ser humano a un cuerpo de definiciones exclusivas y excluyentes del valor del misterio y su presencia paradojal en la existencia humana. No se trata de que a estas visiones les falte ‘algo’ que nuestro autor posee. Se trata de que debemos convivir con la paradoja de sostener una cierta pretensión de saber universal (de la filosofía como sabiduría integral de vida, sistematizada formalmente según métodos y criterios de racionalidad validados por la comunidad filosófica, incluso en las variaciones propias de cada contexto), aun en la conciencia de nuestros limitados abordajes y necesidades de complementariedad. Lo cual reclama una actitud de apertura y de diálogo que no siempre se encuentra en el mundo de las grandes teorías científicas y filosóficas.

      Como ya mencionamos, para Ricœur éste ha sido un aspecto siempre presente en su reflexión, y por eso nos interesa profundizar en su análisis. En esa línea, cuando nos referimos a la cuestión paradojal queremos señalar esa expresión en la que el misterio emerge simbólicamente, permitiendo una cierta amplitud (siempre limitada) de reflexiones e interpretaciones, en ocasiones polémicas cuando no abiertas a una doble perspectiva. En Ricœur lo paradojal representa una rica manifestación del misterio que se sitúa en el origen del camino desde el cual el ser humano se adentra en la construcción de su sentido vital. Lo paradojal posee un grado fundamental en la comprensión tanto del mundo como del sí mismo. Por ello deberemos preguntarnos por la idea de persona que nuestro autor propone y el significado que una ética del cuidado de la vida pueda tener en dicho sentido fundamental, dado que hoy parece volver a emerger en las problemáticas bioéticas de contenido social. Justamente, nuestra confianza en el valor de su aporte para abordar estas problemáticas, surge de visualizar cómo Ricœur parte de reconocer la realidad del Cogito quebrado, pero reafirma ipso facto la existencia de una realidad corporal como espacio donde toda escisión debe resolverse pragmáticamente para la subsistencia cotidiana.

      Vayamos entonces a nuestro primer desafío, el conflicto del cuerpo y su desarraigo en la lógica moderna, para luego pasar al problema epistemológico de la cuestión paradojal.

      14- Traducción propia del original en inglés. Comillas e itálicas del original.

      15- POTTER, V. R. (1911-2001), fue un bioquímico y oncólogo estadounidense dedicado a investigar y enseñar sobre el cáncer por más de 50 años en la Universidad de Wisconsin. Su preocupación lo llevó a recuperar la idea de una bio-ética que le permitiera abordar el problema del cáncer como síntoma de un estilo de vida. En los años ’80 amplió el concepto en la idea de global bioethics, hacia la relación general con la biósfera.

      16- El pastor, filósofo y educador protestante alemán Fritz Jahr usó por primera vez la voz Bio-Ética en un artículo titulado “Bio-Ethik. Eine Umschau über die ethischen Beziehungen des Menschen zu Tier und Pflanze” (Bioética: una panorámica sobre la relación ética del hombre con los animales y las plantas, en la revista Kosmos, de 1927). Allí, a partir de su formación kantiana, Jahr propone el “imperativo bioético” como deliberación debida a los animales de experimentación, así como la participación de la población en general en los logros de las ciencias. Van Potter recupera esta idea y la re-lanza en un artículo llamado Bioethics: the science of survival, que luego sería ampliado al libro arriba mencionado.

      17- GARRAFA, V. (2008). “Bioética de Intervención”, en Tealdi J. C. (Dir.) Diccionario Latinoamericano de Bioética, Red Latinoamericana y del Caribe de Bioética, Unesco. Bogotá: Ed. de la Univ. Nacional de Colombia,

      18- TOULMIN, S. (1982). “How Medicine Saved the life of Ethics”, Perspectives in Biology and Medicine, 25, 4, pp. 736-749.

      19- FONTI, D. (2004). Morir en la era de la técnica. Córdoba: EDUCC.

      20- RICŒUR, P. (2000). Le Juste II. Paris: Éd. Du Seuil. En español: “Los tres niveles del juicio médico” y “La toma de decisiones en el acto médico y en el acto judicial”, en Lo Justo 2 (2008). Madrid: Trotta.

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