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estaba mucho más abajo en la caja le llamó la atención. El título de éste era “View from No-God’s Point”, “¿Vista desde el punto No-Dios?” se preguntó Moreno. “Qué nombre tan raro para un punto de observación. ¿Por qué lo habrá elegido?” El último de los croquis estaba hecho desde un lugar llamado Western Station o sea Estación Oeste. En la lámina del río Santa Cruz estaba indicado cada uno de estos puntos de observación, Western Station era el punto más al oeste que había llegado la expedición de Fitz Roy y Darwin. En el croquis correspondiente se destacaba una llanura llamada “Mystery Plain” o Llanura del Misterio porque la expedición inglesa nunca pudo saber qué era lo que se escondía más allá.

      Un ruido en la puerta de entrada seguido por unos pasos apurados que se acercaban lo devolvieron al mundo real.

      —¡Moreno! ¡Moreno! ¿Qué le llegó por correo?

      El acento inglés delataba que quien preguntaba era John Coghlan. Este abrió la puerta y al ver los planos desplegados gritó con tono de victoria: “¡Respondió y aceptó el pedido!”

      —Supongo que sí. Lo único que hice hasta ahora es abrir estos planos. —dijo Moreno.

      —¡Hombre, no sea incivilizado! Cuando se recibe encomienda lo primero que se lee es el sobre con el mensaje. ¡Abra este sobre de una vez! —ordenó Coghlan.

      Moreno no le había prestado mucha atención al sobre. Su letra era redonda y clara, escrita sobre el papel blanco y grueso del Almirantazgo. Cortó con cuidado el extremo del sobre y extrajo de él una carta de tres hojas.

      To: Francisco P. Moreno

      From: Vice-Admiral John Lort Stokes Dear Mr Moreno:

      Thank you very much for your kind letter. I am very pleased to know that you are projecting an exploration trip along the River Santa Cruz, where more than forty years ago our exploring party, leaded by the late

      Vice-Admiral Robert Fitz Roy…

      Para: Francisco P. Moreno De: Vice-Almirante John Lort Stokes Estimado Sr. Moreno:

      Muchas gracias por su grata carta. Me satisface saber que usted está planeando una exploración a lo largo del río Santa Cruz, donde hace más de cuarenta años nuestro grupo, dirigido por el ya fallecido Vice-Almirante Robert Fitz Roy, avanzó hasta algún lugar muy cercano a la imponente Cordillera de los Andes. No puedo menos que desearle a usted y a su grupo el mayor de los éxitos.

      Sus relatos sobre su anterior viaje a las nacientes del río Limay y sus aventuras con los indígenas de la zona me hicieron recordar con nostalgia esos lejanos días en que yo, cuando era un joven impetuoso como usted, realizaba exploraciones similares. En una oportunidad fui atacado por aborígenes australianos recibiendo una lanza en mi hombro, lo que casi me cuesta la vida. Ahora lo cuento como una anécdota pero la verdad es que, siendo responsable de una expedición, al no conocer la zona y estar falto de información, no sólo puse en peligro mi vida sino también la de quienes me acompañaban. Por eso considero muy sabio de su parte el documentarse de la mejor manera posible sobre la zona que recorrerá y entiendo que su pedido a mí es parte de esa preparación.

      Sin embargo los planos, memorias y croquis pedidos no sólo ya no son fáciles de encontrar (han pasado muchos años desde nuestro viaje) sino que también requieren de autorizaciones muy complicadas de lograr. Obviamente cuando usted lea estas líneas ya sabrá que gran parte de la información solicitada acompaña a mi carta por lo que está claro que me he tomado dicho trabajo.

      Dado que Robert Fitz Roy ha muerto la única manera de acceder a su archivo fue contactando a su viuda, quien desde hace varios años es dama de compañía de la familia real en el palacio Real de Hampton Court. Mi archivo personal está en mi lejana casa de familia, en Gales. Finalmente, la parte más importante del material enviado, y del que le podría enviar en poco tiempo, pertenece al Almirantazgo, por lo que se requiere de una solicitud bien fundamentada para lograr el permiso de efectuar copias del mismo. En parte éstos son los motivos por los que me he demorado casi dos meses en contestarle.

      Usted se preguntará el motivo por el cual me he tomado este trabajo. Ciertamente usted, con su estilo espontáneo y sincero, se ha ganado mi simpatía; pero no ha sido éste el principal motivo por el cual he decidido cooperar con su expedición. Mi ayuda está condicionada a que usted acepte, a cambio, cumplir con un pedido que yo le voy a hacer y que le expresaré más adelante.

      Podríamos decir que le propongo un pacto de caballeros, yo le ofrezco la posibilidad de contar con la información requerida si, y sólo si, usted se compromete a cumplir con mi pedido, el que le aseguro, está totalmente dentro de su capacidad.

      Si usted no estuviera de acuerdo con el trato que le ofrezco deberá, como un verdadero caballero, devolverme toda la información sin usarla en su viaje.

      Mi pedido se lo haré saber más adelante, pero le puedo decir que tiene que ver con el reconocimiento que Fitz Roy, injustamente, nunca obtuvo.

      Entonces, mi estimado Sr. Moreno, si usted acepta el compromiso me debe contestar con su aceptación y podrá abrir los paquetes que acompañan este sobre. En cambio si usted no acepta el compromiso deberá devolverme toda la información sin abrirla.

      Quedo a la espera de su respuesta. Truly Yours

      Vice-Admiral John Lort Stokes

      Moreno y Coghlan se miraron con caras interrogativas.

      —¿Que hará usted? —preguntó Coghlan— ¿Aceptará el compromiso?

      —¿Qué otra alternativa tengo? La estrategia argentina para la Patagonia precisa de esta información y también del involucramiento de un personaje de alto rango en el Almirantazgo, como lo es Stokes. Pero usted, Coghlan, que conoce más a los ingleses que yo, ¿cuál puede ser que sea su pedido?

      —La verdad es que estoy tan desorientado como usted. Quizás un monumento con el busto de Fitz Roy, o una plaza, o un libro en su memoria… Pero eso no importa mucho ahora, lo que hay que hacer es contestar rápido esta carta aprovechando que todavía está el barco inglés en el muelle y así su respuesta llegará antes a Londres.

      Ambos hombres despejaron el escritorio y luego de elegir un papel y una pluma acordes con la situación se pusieron, al igual que varios meses atrás, a redactar una carta. A diferencia de aquella vez, ahora estaban mucho más distendidos. La carta fue corta y en poco tiempo Pedro la estaba llevando al puerto para que siguiera su camino al viejo continente.

      Ahora Coghlan y Moreno enfrentaban la estimulante tarea de examinar los paquetes y catalogar la información. Coghlan pidió que le trajeran mate. Como buen irlandés acriollado, había sustituido la ceremonia del té por la del mate, y por nada del mundo se perdía la oportunidad de disfrutar de un mate mientras hojeaba un buen libro, una carta de un amigo distante, un diario, y por supuesto no se la iba a perder en ocasión de ver y leer la memoria, croquis y mapas de una expedición que hizo historia.

      Moreno, que ya había visto parte de la encomienda, le mostró a Coghlan las láminas y croquis. El irlandés, que era ingeniero, entendía perfectamente la memoria de cálculo de las coordenadas y le hizo a Moreno algunas observaciones sobre detalles que éste había pasado por alto. El punto de observación llamado “No-God’s Point” también desconcertó a Coghlan, quién no pudo dar ninguna explicación sobre el porqué de ese enigmático nombre.

      Restaba una caja, que no había sido abierta por Moreno. En su interior había más croquis y memorias de cálculo, pero había otra cosa que atrajo la atención de los dos. Era un grueso manuscrito encarpetado, con la misma letra clara y redonda de la carta, estaba escrito por Stokes. La primera hoja parecía ser una carta dirigida a Moreno:

      Dear Mr. Moreno:

      If you are reading these lines it means that…

      Estimado Sr. Moreno:

      Si usted está leyendo estas líneas significa que ha aceptado el pacto de caballeros que le propuse.

      Lo que le voy a contar en las próximas

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