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ser los de un derrotado. Seguro que no lo habían llamado para decirle que todo estaba perdido.

      —Me imagino, ministro, que Ud. debe tener un plan y que de alguna manera que desconozco yo debo poder formar parte de él, ¿verdad?

      —Así es. Hay un plan, hay una estrategia que debe ser llevada a cabo de una manera exacta para que tengamos posibilidades de retener la Patagonia. Lo que le voy a contar es absolutamente confidencial. Junto con Avellaneda y Mitre establecimos un plan que se basa en aprovechar una circunstancia coyuntural que no se volverá a repetir. Es nuestra última oportunidad y no la debemos desperdiciar. Hay una muy tensa situación entre Chile, por un lado y Perú y Bolivia, del otro lado, por la delimitación de las fronteras en la Puna. Nosotros creemos que es muy probable que en poco tiempo, quizás dos o tres años, se desate una guerra por ese territorio. Si la Argentina interviniera, seguramente Chile sería derrotado. Chile no puede combatir en dos frentes al mismo tiempo, Patagonia y la Puna. Nuestro plan es ir tensando nuestra relación con Chile al mismo paso que Perú y Bolivia, manteniendo así, latente, la posibilidad de que Chile deba enfrentar dos conflictos simultáneos. Lo que pensamos lograr es que Chile se vea obligado a cerrar un posible foco de conflicto con Argentina antes de enfrentar a Perú y Bolivia.

      —¿Y para qué es necesaria una expedición si el plan es que Chile renuncie a la Patagonia para evitar un conflicto con Argentina?

      —Un momento, no vaya tan rápido.

      Elizalde se paró y fue a buscar un mapa más moderno de la zona del extremo sur de la Patagonia.

      —Yo no dije que simplemente Chile renunciaría a la Patagonia. El plan es que Chile se avendría a un arbitraje internacional, cosa que hoy no quiere ni precisa porque sabe que, como van las cosas, va a quedarse con todo. En el arbitraje hay que demostrar y fundamentar posiciones. Nosotros tenemos que generar “actos de soberanía” que nos permitan defender la posición de que Argentina es dueña de esa región. Para eso es necesario explorar, nombrar lugares, descubrir cosas, conocer y habitar el territorio. Tenemos que aprovechar el poco tiempo que nos queda para generar todos los actos de soberanía que podamos antes del arbitraje.

      —Entiendo… pero doctor, entonces ¿por qué explorar el río Santa Cruz y no otras zonas de la Patagonia más accesibles?

      —Fíjese bien en este mapa. Chile, con la ciudad de Punta Arenas, ha logrado dominar el Estrecho de Magallanes. Este ya está perdido para nosotros, no hay manera de recuperarlo. Lo que sí podemos hacer es limitar territorialmente esa presencia chilena. Es decir, cercar Punta Arenas de zonas indiscutiblemente argentinas. Nuestro plan es “argentinizar” este territorio en forma de pinzas, avanzar rápidamente por el sur y por el norte. Por el Sur fundaremos un asentamiento en la isla de Tierra del Fuego, aquí —dice indicando el sur de la isla— está el canal de Beagle.

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      El joven Francisco Pascasio Moreno.

      Chile podrá tener el cruce de los océanos a través de Estrecho de Magallanes pero nosotros también tendremos nuestro cruce de océanos por el canal que descubriera Fitz Roy. En el norte del Estrecho de Magallanes, sobre el continente ya tenemos una población en la isla Pavón, nos falta llevar nuestra presencia hasta el pie de los Andes. Si logramos esto llegaremos en una muy buena posición al arbitraje y limitaremos el territorio de Chile de este lado de los Andes a tan sólo Punta Arenas y el Estrecho de Magallanes. Vea aquí —dice marcando la zona en el mapa con una sonrisa entre los labios— nos queda toda la Patagonia al oeste de la Cordillera y toda o gran parte de Tierra del Fuego para Argentina.

      Moreno estaba fascinado de que hubiera un plan tan audaz para arrebatarle a Chile, casi a último momento, la mayor parte de todo este territorio inexplorado. Le encantaba la idea de formar parte de esta estrategia pero todavía no entendía cuál podría ser su papel y su aporte.

      —Francisco, lo que le estamos ofreciendo es que usted lidere una expedición remontando el río Santa Cruz y llegue hasta las montañas. —Pero doctor. Esto ya lo hizo la expedición del subteniente Feilberg. ¿Qué puedo aportar yo de nuevo que no se haya hecho ya?

      Elizalde se echó para atrás recostándose en el respaldo del sofá. Bebió un sorbo de agua del vaso que tenía sobre la mesa al lado del apoya brazos tomándose su tiempo para responder.

      —Estimado Moreno, usted hace preguntas punzantes que me llevan a tocar temas que preferiría no tocar, pero entiendo que una persona inteligente como usted precisa y merece saber cada detalle.

      Se levantó, caminó hacia la ventana y con la mirada perdida en algún punto lejano retomó la palabra

      —Como parte de esta estrategia, en 1873 el Ministerio de Guerra le encomendó a la Marina realizar una expedición remontando el río Santa Cruz. Esta fue liderada por el joven Feilberg. Él logra llegar a las nacientes del río pero no logra generar ningún acto de soberanía; nada que pruebe que estuvieron allí. No hicieron ningún mapa, nos descubrieron nada nuevo… es como si no hubieran ido. No es que yo dude que lograron llegar, pero imagínese que en un arbitraje tranquilamente Chile puede dudar de que dicha expedición haya existido y nosotros no tenemos nada, absolutamente nada, para demostrarlo.

      Elizalde volvió la mirada hacia Moreno y caminó de vuelta al sofá mientras seguía hablando.

      —Desde ya que la culpa no es de Feilberg, la culpa es de la persona que le dio instrucciones… Los militares explorando son casi tan malos como haciendo música, ja, ja… Por eso ahora el doctor Avellaneda puso esta responsabilidad en cabeza del Ministerio de Asuntos Exteriores. Decidimos cambiar totalmente el estilo de la expedición. Buscamos un naturalista que viaje y descubra lugares, que traiga hallazgos, que describa; en definitiva que pueda demostrar sin lugar a duda que fue el primero en llegar allí y que nuestro país conoce y domina el lugar. Cuando su tío me contó su viaje hacia la naciente del río Limay me di cuenta de que usted tenía exactamente el perfil que precisamos.

      Moreno temió que Elizalde se diera cuenta de la oleada de orgullo que lo invadía. Para ocultarlo tomó agua de su vaso y casi se atraganta. Trató de decir algo inteligente pero sólo se le ocurrió preguntar —¿Y cuándo se supone que se haría esta expedición?

      —Como primera medida tendría que ser en verano ya que la zona es terriblemente fría, así que pienso que en noviembre o diciembre del 76.

      —Yo podría hacerla mucho antes, en marzo o abril. —Cuando dijo esto se sintió como un tonto que presumía.

      —Seguramente, mi buen amigo, pero ocurre que antes hay que hacer los deberes, y en lo que a eso respecta todavía no le conté todo.

      Moreno lo miró y pensó “¿De qué más falta que me entere?”

      —Hay que tener en cuenta que todo esto va a parar a una comisión arbitral compuesta seguramente por potencias europeas. Dígame, Francisco, ¿cuál cree usted que será la nación líder en esa comisión?

      —Antes me hablaba de “hacer los deberes” y ahora me toma examen. Parece que volví al colegio. —Bromeó Moreno— Yo diría que la principal potencia arbitral sería Inglaterra.

      —¡Muy bien! Por eso tenemos que prepararnos para convencer a Inglaterra. Lo que pasa habitualmente en los arbitrajes es que los países litigantes inventan evidencia acerca de sus derechos y soberanía, por lo que la comisión desconfiará de cada elemento probatorio. Usted sabrá que los ingleses son muy desconfiados. Dígame Francisco, ¿en quién confiarán los ingleses cuando analicen la ponencia de cada país?

      Moreno se quedó pensativo, no tenía una respuesta —Supongo que confiarán más en nosotros que en los chilenos —arriesgó.

      —Incorrecto mi amigo. Los ingleses sólo confían en ingleses. Para hacer más fuerte nuestra posición debemos incorporar ingleses a nuestro plan.

      —Supongo que ya tendrá algo pensado —dijo Moreno.

      —Así es, en lo que respecta al ala sur de nuestra tenaza sobre Punta Arenas estamos

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