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Darwin a disturbing comment, regarding the direction his observations were leading him to occurred when…

      La primera vez que escuché de Darwin un comentario inquietante, acerca de la dirección que sus observaciones estaban tomando, fue cuando volvíamos en bote al Beagle luego de realizar observaciones y mediciones en las Rocas de San Pablo.

      El Beagle estaba parado a unas dos millas de la pequeña isla perdida en la inmensidad del Océano Atlántico. Al no encontrar el fondo para poder anclar habían decidido que el barco debería permanecer relativamente alejado para impedir que los vientos lo pudieran acercar peligrosamente hacía las rocas. En dos botes partió un grupo de observación compuesto por Stokes, Wickham, Darwin y varios marineros.

      La isla tenía una superficie menor a media milla cuadrada y algo menos de cuarenta pies por encima del nivel del mar. Las olas azotaban las rocas con ferocidad. En su interior cada espacio estaba ocupado por aves, sus nidos y pichones. Los pájaros no temían a los hombres lo que permitió cazar con la mano a muchos de ellos y recolectar gran cantidad de huevos frescos.

      Mientras Stokes esperaba el mediodía para efectuar la medición de las coordenadas, Darwin vagaba por la isla con su martillo geológico recolectando piedras y algunos ejemplares de aves, insectos y crustáceos. A los pocos minutos de pasado el meridiano, Stokes avisó que había terminado y todos los hombres volvieron a los botes. Poner las pequeñas embarcaciones en el agua y poder subir todos de manera segura fue una operación sumamente complicada ya que el mar era bravo y no había una playa desde la cual se pudiera entrar al agua gradualmente. Finalmente cuando los botes flotaban por encima de las olas los marineros comenzaron a remar pero el viento en contra los demoraría bastante en llegar al barco.

      Darwin sentado al lado de Stokes le preguntó cómo habían sido sus observaciones.

      —Muy bien Charles. La latitud es de 55 minutos al norte del ecuador así que mañana, cuando lo crucemos, usted tendrá su bautismo, como cualquiera que lo cruza por primera vez. ¿Y cómo fueron sus observaciones? ¿Descubrió algo interesante?

      —Desde el punto de vista geológico veo que la isla es de origen volcánico. Seguramente lo que vemos como isla es la parte superior de un volcán que tiene miles de pies de altura desde el fondo del mar. En ese punto es bastante parecida a Cabo Verde con la diferencia que estas rocas emergieron del mar hace menos tiempo. No muy distinto de lo que vimos de las Canarias y de lo que leí sobre otras islas del Atlántico como las de Ascensión y Santa Helena. Todo esto me llevaría a pensar que el lecho del Océano Atlántico está plagado de volcanes sumergidos, de los que sólo algunos llegan a la superficie. Quizás allá abajo haya toda una cordillera.

      Darwin miró el horizonte como si su mente estuviera perdida en alguna otra disquisición.

      —Pero lo más extraño y hasta inquietante, John, no es lo geológico sino la flora y la fauna.

      —¿Qué puede haber de inquietante en la fauna de esta isla? Sólo vi que hubiera dos tipos de pájaros.

      —Justamente eso, sólo hay dos tipos de aves, el piquero café y una golondrina marinera gorriblanca. No encontré más insectos que algunos ácaros que seguramente viven en el plumaje de los pájaros. John, ¿por qué le parece que cuando Dios creó el mundo y lo llenó de animales y plantas, en este lugar sólo ubicó estos dos pájaros?

      —No tengo idea Charles.

      —Bueno, yo pienso que cuando Dios creó el mundo esta isla no existía. Esta emergió después y por eso no había animales en ella. Estos dos tipos de pájaros son viajeros, llegaron después y aquí encontraron un ambiente en el que pudieron vivir y reproducirse.

      —Parece bien lógico y muy interesante, Charles, pero no encuentro nada inquietante en eso.

      —Es que pienso que lo mismo debe haber pasado en Cabo Verde y en Tenerife, sólo que mucho antes. Es decir que las Canarias y Cabo Verde emergieron del fondo del mar sin fauna ni flora y se fueron poblando casi al mismo tiempo que la actividad volcánica las fue elevando. Cabo Verde tiene montañas más altas, más vegetación y más animales porque emergió antes y transcurrió más tiempo. Las Rocas de San Pablo, Cabo Verde y Canarias son etapas distintas del mismo fenómeno. Pero… y aquí viene lo inquietante, no parece que los seis mil años que la Biblia dice haber entre la creación y nosotros sea tiempo suficiente para que estos enormes cambios hayan ocurrido.

      Stokes seguía la línea deductiva de Darwin con una mezcla de admiración y preocupación —¿Por qué estás tan seguro que seis mil años no alcanzan para que esto ocurra?

      —Verás John, Roma fue fundada setecientos años antes de Jesucristo, es decir hace unos dos mil quinientos años. La Italia y Europa que ellos describen no parece distinta de la actual. El Vesuvio y el Etna, por mencionar algunos volcanes activos, no son mucho más altos ahora que en esa época. A lo sumo, por lo que me han dicho, la zona cercana a Nápoles puede haber recibido unos cincuenta pies de cenizas volcánicas desde que el Vesuvio sepultara a Pompeya. Es decir cincuenta pies en dos mil años. ¿A ese ritmo cuanto tardaría en crearse una montaña como el Teide?

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      El joven John Lort Stokes, por Lely Bartolomé.

      —Déjame ver, si tiene doce mil pies a un ritmo de cincuenta pies cada dos mil años… —Stokes hizo unas rápidas cuentas en la cabeza y finalmente exclamó— ¡cuatrocientos ochenta mil años!

      —Exactamente. Y eso sin contar que su altura debería computarse desde el fondo del mar, si así lo hiciéramos estaríamos llegando a casi un millón de años desde la creación. La misma cuenta aplicada sobre el “Pico da Coroa” de Cabo Verde también arroja una cifra que se da de patadas con la de la Biblia.

      Ambos jóvenes quedaron un par de minutos en silencio mientras las olas los hacían subir y bajar y los marineros, ajenos a toda su conversación, seguían remando con ahínco para llegar cuanto antes al Beagle.

      Darwin retomó la palabra.

      —Poco antes de salir de Inglaterra el profesor Henslow, mi mentor en Cambridge, me regaló el libro de Lyell llamado “Principios de Geología”. Lo que plantea Lyell en su libro es que el mundo es cambiante y que los tiempos que explican los cambios ocurridos son mucho mayores a los que fija la Biblia.

      —Charles, ¿todo esto has descubierto en una mañana en una isla solitaria en medio del océano cuando el viaje recién empieza? Eres un genio, ¡es asombroso! ¿Qué más descubrirás en los próximos cuatro años de nuestra expedición?

      —No John, no hay que pensarlo así. Yo no descubrí nada, simplemente acabo de plantear una hipótesis que precisa basarse en fundamentos para poder convertirse en una teoría. En los próximos cuatro años me propongo encontrar la evidencia que me permita plantear esta teoría ante la Sociedad Científica.

      El bote ya se encontraba cerca del Beagle, podían ver que la tripulación se acercaba a estribor para verlos subir.

      —John, te debo confesar que hasta hoy me sentía un tanto angustiado porque no tenía bien claro cuál era exactamente mi función como naturalista en esta expedición. Me sentía presionado porque el capitán tenía una gran expectativa sobre los descubrimientos o hallazgos que yo pudiera hacer, y cuanto mayor es su expectativa mayor es mi miedo de decepcionarlo. Pero… —Darwin se volvió y miró por última vez las Rocas de San Pablo— … estas rocas en el medio de la nada me han cambiado todo, ahora sí tengo una misión que cumplir en este viaje.

      —Charles, ¡qué contento se va a poner el capitán! Un logro científico pondrá su expedición en una categoría por encima de cualquier otra.

      —Estoy de acuerdo John, se va a entusiasmar, casi no puedo esperar para contárselo.

      Capítulo 4. El verdadero Fitz Roy

      We finally arrived to South America. Fernando de Noronha, Bahia de Todos os Santos,

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