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5. Un cementerio de animales extintos

      After rapidly passing by Montevideo and Buenos Aires we first set foot on the “Wild Pampa” at a place called Bahia Blanca where…

      Después de pasar rápidamente por Montevideo y Buenos Aires desembarcamos por primera vez en la “Pampa salvaje” en un lugar llamado Bahía Blanca donde estaba establecido un fortín con algunos soldados mal equipados y con apariencia más salvaje que la de los indios con quienes guerreaban.

      La geografía de la zona es muy complicada para la navegación. La costa desde ese punto hasta la desembocadura del río Negro, muchas millas más al sur, está llena de islas, bancos y canales que las mareas hacen difícil de determinar. En muchos lugares la costa tiene una apariencia abrigada que parece llamar a un barco en peligro tal como lo hacían las sirenas de la Odisea para entonces llevarlo al desastre al encallar en un banco o varar cuando se retira la marea o, mucho peor, chocar con alguna roca sumergida.

      Por este motivo el capitán Fitz Roy decidió dedicar bastante tiempo a relevar la zona. La gran extensión del territorio y el poco calado de las aguas hacía imposible realizar el relevamiento con el Beagle, por lo tanto el capitán decidió contratar dos pequeños barcos al señor Harris, un inglés que habitaba la zona. Uno sería comandado por Wickham y el otro por mí. Era la primera vez que tenía una embarcación a mi mando. Mientras efectuábamos los preparativos en estas dos naves el Sr. Darwin aprovechó para explorar la zona.

      Darwin dedicó gran parte de su tiempo a cazar animales para aumentar su colección. En esta zona de la Pampa, a pesar de la abundancia de agua la vegetación era escasa, principalmente arbustos y pasturas; la fauna era variada: ñandúes, guanacos, zorros, pumas, ciervos y varias especies de armadillos.

      El 22 de septiembre, el Beagle estaba anclado en un lugar llamado Pozo de Belgrano, que era uno de los pocos que ofrecía aguas profundas para los buques. La costa presentaba una barranca de unos veinte pies de altura, el punto más alto era conocido como Punta Alta. Del costado de esta barranca Darwin había excavado y obtenido una serie de huesos de animales desconocidos. Luego de un día entero de arduo trabajo para desenterrarlos, los llevó al barco.

      Wickham vio, espantado, que Darwin comenzaba a descargar unos extraños huesos cubiertos de tierra y pedregullo que ensuciaban su limpísima cubierta.

      —Sr. Darwin, ¿qué hace con toda esa basura en mi barco?

      —Son fósiles, no basura, y los apoyo aquí para limpiarlos y poder catalogarlos y guardarlos. Me llevó todo el día poder desenterrarlos.

      —También a mi tripulación le llevó todo el día limpiar la cubierta y a usted le lleva medio minuto ensuciarla.

      En ese momento apareció Fitz Roy acompañado de Harris. Ambos miraron sorprendidos el resultado del trabajo del naturalista.

      —¿Algún descubrimiento Sr. Darwin? —preguntó Fitz Roy.

      —Fósiles, capitán.

      —¿De qué animales?, si puedo preguntar.

      —Puede preguntar, el problema es que yo no le puedo responder porque no lo sé.

      Mientras decía esto, Darwin acercó un balde con agua y usándola junto con un cepillo comenzó a limpiar los huesos. Fitz Roy levantó lo que parecía una piedra con caparazones incrustados, y preguntó —¿Cuál es el interés en estas ostras, amigo? El lugar está lleno de estos animales.

      —Así es capitán, lo interesante es que no lo saqué del nivel del mar sino de lo más alto de la barranca. Allí no debería de haber ostras, al menos que hace mucho tiempo el mar haya estado a ese nivel. O el terreno subió o fue el mar que bajó. Esto último poco probable porque deberíamos encontrar signos de este movimiento en todas las costas del mundo.

      —Coincido con usted en que el terreno debe de haber subido. Mire lo que encontré —Fitz Roy le mostró a Darwin un trozo de piedra pómez—. El Sr. Harris me dice que hay muchas por la zona. Probablemente la Sierra de la Ventana esconda algún volcán cuyas erupciones fueron elevando todo el terreno.

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      Gliptodón o armadillo gigante.

      —Lo dudo, capitán —dice Darwin mientras observaba la piedra— En la Sierra de la Ventana no hay ningún volcán, todas las piedras son cuarcíticas o graníticas, ninguna viene de un volcán. Pero esto que usted encontró es sin duda una piedra volcánica, tiene que haber llegado de algún otro volcán.

      —El más cercano está en la cordillera de los Andes —dijo Harris.

      —¡Es decir que a más de trecientas millas de aquí! Tiene que haber sido una tremenda explosión la que trajo una piedra desde tan lejos. Quizás la misma explosión que mató estos extraños animales. —Fitz Roy dijo esto último mientras miraba lo que parecía ser una inmensa cabeza. —¿Qué será esto, Darwin?

      —Parece que se trataba de un animal similar a un rinoceronte. Quizás vivieron aquí, al igual que hoy en Africa y Asia, pero sucumbieron en alguna catástrofe, como usted dice. Pero mire este otro —y les mostró lo que parecía un caparazón de armadillo gigante con más de tres pies de lado a lado.

      —¡Asombroso! —dijo Fitz Roy— Sr. Harris, ¿sabe usted de la existencia de un armadillo de este tamaño?

      —La verdad que no capitán. Estoy tan sorprendido como ustedes. Jamás he visto animales como los que el Sr. Darwin acaba de encontrar.

      —Todavía me falta estudiarlos y catalogarlos, capitán, pero le puedo decir que lo más sorprendente es que en esta barranca no encontré huesos de ningún animal actual.

      —¿Y eso que significa?

      —Imagínese que si un gran cataclismo mató estos animales que vivían en la zona, también debería de haber matado a guanacos o pumas. ¿Por qué sólo encuentro huesos de animales que ya no existen?

      —Buena observación Darwin y difícil su pregunta. Una respuesta podría ser que el evento, quizás la erupción de un volcán, fue muy selectivo. Quizás porque mató alguna planta que estos animales comían y ellos perecieron de hambre, en cambio los guanacos podían comer otra planta y sobrevivieron.

      —Puede ser capitán, pero me parece poco probable que las cenizas maten sólo un tipo de planta y por ende sólo algunos tipos de animales que lo comieran. Me permitiría sugerir otra alternativa. Quizás eran éstos los animales que vivían en esta región y como la erupción mató toda la vida de la zona, después de ésta llegaron los guanacos, zorros y pumas que hoy conocemos.

      —Pero Darwin, de ser así estos animales deberían seguir existiendo en zonas no afectadas por el cataclismo.

      —Capitán, tiene usted toda la razón. Déjeme limpiarlos, estudiarlos y catalogarlos y luego pensaremos una solución a este enigma.

      —¡Claro que sí! Ya tenemos tema para varios desayunos y comidas en mi camarote. Pero déjeme decirle algo: Hoy 22 de septiembre en Punta Alta usted, Charles Darwin, ha hecho un descubrimiento de fósiles de animales extintos que será recordado. Quizás en muchos años, alguien construya aquí un museo con su nombre. Lo felicito. —y le dio formalmente la mano. Harris asentía admirado.

      —Me conformaría con mucho menos capitán —le dijo Darwin con una sonrisa que demostraba aceptar el cumplido.

      Fitz Roy se alejó caminando por cubierta junto con Harris y se le escuchó decir: “Sabía que no me equivocaba cuando lo elegí como el naturalista de nuestro viaje.”

      Unos días después el Beagle se encontraba navegando las aguas cercanas a la costa a unas 30 millas al este de Punta Alta. El capitán había decidido construir un monolito en un lugar conocido como Monte Hermoso. En la costa chata de la Pampa es muy difícil establecer puntos de referencia en un mapa para que los marinos puedan ubicarse. Monte Hermoso representaba el punto más alto de la barranca costera,

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