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      Darwin perdió toda la prudencia que le quedaba y casi a los gritos le dijo al capitán si él realmente pensaba que los esclavos podían decir otra cosa sin que a las pocas horas fuera azotados o incluso muertos. El capitán se levantó y miró a Darwin con ojos inyectados en furia.

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      Río de Janeiro, al fondo el Corcovado, por Augustus Earle.

      —Esto es demasiado, señor Darwin. ¿Piensa usted que yo no sé darme cuenta cuando alguien es sincero? ¡Pero si usted piensa que yo soy un tonto o un necio entonces no hay lugar para los dos en este camarote y quizás tampoco en este barco!

      Fitz Roy estaba totalmente fuera de sí. Abrió la puerta del camarote y gritó: —“¡Wickham! ¡Venga a llevarse al señor Darwin fuera de mi camarote!”— Darwin no esperó que llegara Wickham.

      —No necesito que nadie me guíe fuera de su camarote, capitán. —Lo dijo en un tono desafiante, y salió. Apenas cruzó el umbral de la puerta Fitz Roy la cerró con un sonoro portazo, que era un mensaje en sí mismo.

      Wickham llevó a Darwin a la sala de oficiales, donde estaban terminando el almuerzo. El naturalista temblaba de furia por la perspectiva de quedar fuera del viaje. Estaba seguro que Fitz Roy lo bajaría en el primer puerto y lo mandaría de vuelta a Inglaterra. El resto de los oficiales no parecía compartir sus miedos, conocían al capitán en las buenas y en las malas y se imaginaban cómo se desarrollarían las cosas.

      Sullivan le trajo un plato de comida a Darwin y Wickham se sentó frente a él para contarle cómo era Fitz Roy realmente.

      —Verá Señor Darwin, usted sabe qué es lo que significa Fitz Roy, ¿verdad?

      —Sí, es del antiguo normando-francés “fils du roi” o sea, hijo del rey.

      —Exactamente. El nombre se origina en el hecho que la familia del capitán es descendiente del rey Charles II a través de su hijo ilegítimo con Bárbara Villiers. Pero verá usted que dentro del capitán conviven dos personas a las que él mismo llama Fitz, el hijo, y Roy, el rey. Fitz, es el hijo, es amigo leal, educado, confiable, comprensivo de la naturaleza humana y líder responsable. Pero también existe Roy, el rey altanero que tiene mal temperamento, que no acepta opiniones distintas a las de él, humilla y es amigo de medidas drásticas. Hoy usted conoció a Roy.

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      John Clements Wickham.

      —Bueno, señor Wickham, entonces será Roy el que me eche del Beagle y el que me impedirá continuar con mi trabajo. No cambia mucho la cosa.

      —No lo crea. El otro aspecto de la personalidad de nuestro capitán es que Fitz es, generalmente, quién está al mando de su persona y mantiene a Roy bajo control, casi como preso. Pero a veces Roy logra escaparse de Fitz y toma el control con las consecuencias que usted acaba de sufrir. Lo bueno es que en general Roy no logra estar mucho tiempo controlando la personalidad. Al poco tiempo Fitz vuelve a dominar y las cosas vuelven a su lugar. Eso es exactamente lo que pasará en una o dos horas, usted lo verá.

      —Pero entonces, Wickham, el capitán es totalmente impredecible.

      —No es así, la verdad es que es bastante predecible. Lo único que hace falta, antes de pedirle algo o plantearle un problema, es determinar si el que se tiene delante es Fitz o es Roy. Si es Fitz, no hay problema, el capitán será totalmente racional. En cambio si es Roy es mejor evitarlo, no plantearle nada y esperar a que vuelva Fitz.

      —¿Cómo sabe usted cuando está frente a Fitz y cuando frente a Roy?

      Los oficiales presentes se rieron. Darwin estaba preguntando por uno de los secretos mejor guardados. Sullivan le dijo —Mandamos a Wickham a la jaula del león para ver cuál es su humor— todos rieron otra vez.

      —Algo de eso es cierto —sonrió Wickham— todas las mañanas yo soy el primero en hablar con el capitán y le hago una pregunta o comentario al que Roy reaccionaría. Por ejemplo, si le digo que la cubierta aún está sucia Fitz diría: Cuando se haga el cambio de guardia, asegúrese que los salientes la limpien antes de retirarse. En cambio Roy rugirá: Averigüe quien es el responsable y mándelo al calabozo hasta la noche.

      —Cuando Wickham sale del camarote —dice Sullivan— nos dice “el té se ha derramado” si es Roy o “el té no se ha derramado” si es Fitz. Y así todos sabemos cómo debemos manejarnos con el capitán.

      —Ahora, amigo, usted es de los nuestros. Guarde nuestro secreto. —le dijo Stokes.

      Darwin seguía preocupado —¿Qué debo hacer ahora, señor Wickham?

      —Siga su trabajo habitual. Le sugiero que recolecte animales marinos con su red. Deme tiempo. Más tarde visitaré al capitán con la excusa de revisar el plan de navegación y veré qué puedo hacer por usted.

      Dos horas más tarde, mientras Darwin obtenía, con su red, muestras de pequeños animales marinos que habitaban la superficie del mar de esa región, Wickham apareció por cubierta.

      —Sr. Darwin, el capitán le pide que vaya a su camarote. Quiero aclararle que no ha derramado su té. —Esto último lo dijo con una sonrisa cómplice.

      Cuando llegó al camarote, Fitz Roy lo estaba esperando en la puerta.

      —Amigo Darwin, le pido disculpas por el comportamiento absolutamente inapropiado que he tenido. —Hizo entrar a Darwin. —Supongo que mi estado de ánimo logró sacar a relucir lo peor de mi personalidad. —Yo también me disculpo por mi actitud poco respetuosa, capitán. No tengo derecho a levantarle la voz solo por no compartir mis ideas.

      —Sin embargo, ahora más tranquilo, quería explicarle que mi visión sobre la esclavitud no es tan distinta de la suya. Comparto con usted que todos los hombres han sido creados iguales y que nada da derecho a que unos sean patrones de otros. Pero en ciertos países, como en Brasil o en el sur de Estados Unidos, si repentinamente liberaran a los esclavos, los blancos no les darían oportunidad de insertarse en la sociedad y estarían peor que ahora.

      —¿Pero usted realmente cree que los esclavos de la plantación que usted visitó no querían ser libres? —preguntó Darwin.

      —No tengo dudas de que, desde el punto de vista absoluto, querían ser libres. Pero sé que ellos entienden que si el dueño de la plantación los libera, ellos caerán en manos de cazadores, volverán a ser esclavizados en condiciones peores que las actuales, o podrían morir ellos y sus familias. Creo que es necesario terminar con la esclavitud, pero esto debe hacerse de una manera progresiva, que garantice la supervivencia y la inserción de los esclavos liberados en la sociedad. En un país con dos razas distintas, con niveles educativos y culturales tan dispares, si no hay una política activa del gobierno para proteger a los más débiles, estos estarán en condiciones aún peores que la esclavitud.

      Fitz Roy estaba siendo sincero en lo que decía

      —Capitán, ¿Cuál es su plan con los indios fueguinos que llevamos a bordo?

      —Ni más ni menos que lograr que estos tres sean la semilla de civilización que les permita prepararse para el día en que tengan que enfrentar a la presión expansionista de Chile o Argentina. Si no lo logran, mucho me temo que desaparecerán.

      Sin quererlo, Fitz Roy estaba prediciendo lo que pasaría en el futuro. Casi cincuenta años después otro inglés, Thomas Bridges, también intentaría proteger a los indios, pero todos ellos desaparecerían irremediablemente.

      —Amigo Darwin, nuevamente le pido mis disculpas. Creo que la responsabilidad que siento por la muerte de estos tres muchachos como consecuencia de la fiebre que se contagiaron en la expedición por el río Macacu a la que yo los mandé, me pesa en el alma. Como le dije antes esto hace que surja lo peor de mi personalidad. Temo, y esto se lo digo en la más absoluta confidencialidad, que el peso de la responsabilidad de velar

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