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americanas (Garay Unibaso, 1987). Esto hizo que la monarquía borbónica tomara de modelo a los ingleses, tal y como lo ilustra un informe del conde de Campomanes, en 1762, que impulsaba la Reforma Postal en España, donde afirmaba lo siguiente:

      No obstante, tuvo que superar numerosos obstáculos y fracasos ilustrados en los intentos fallidos de personajes como Thomas Neale y Andrew Hamilton en el caso del servicio postal en el interior de América, quienes tuvieron que enfrentarse sin éxito a las autoridades locales; y Edmund Dummer y William Warren en el caso del servicio de paquebotes entre Gran Bretaña y América, quienes encontraron circunstancias no apoyadas por el gobierno británico como el gran desembolso de capital en la adquisición de barcos, o incidentes como el naufragio o captura de los navíos.

      Esta transformación del sistema postal tuvo lugar gracias al empeño personal de Rodrigo de Sousa Coutinho que era Ministro y Secretario de Estado de la Marina y los Dominios Ultramarinos que, además, impulsó la abolición del oficio de Correo Mayor (“Correio-Mor”) del Reino y la incorporación del correo a manos de la Corona portuguesa (Machado, 2002). Su objetivo era reformar para aumentar la prosperidad económica del Reino y construir un fuerte y poderoso imperio a través de establecer una comunicación regular entre Portugal y sus colonias, para mejorar las transacciones económicas, pero también, para intentar controlar el vasto imperio. Sin embargo, esta instauración encontró muchas resistencias entre los individuos que hasta ahora administraban el correo americano, dificultades en algunas zonas debido a la oposición de los poderes locales, así como a las vastas distancias del territorio americano que imposibilitaban la presentación de los administradores de correos en diversos sitios (Guapindaia, 2013).

      Es evidente que estos imperios ultramarinos ansiaban la institucionalización del correo que se impulsó a través de experimentos tentativos que tuvieron un éxito incierto. Esto nos hace ver que, aunque fueran distintos modelos de soberanía —monarquía absoluta en el caso de las monarquías de España y Portugal o parlamentarismo en el de la monarquía británica— sus esfuerzos políticos y administrativos se dirigían a establecer un monopolio postal gubernamental eficaz (Zilliacus, 1964).

      A ello, se le unía la idea de centralización que poseían estos gobiernos absolutistas que pretendían llevar a cabo proyectos de reorganización política, económica y social con el objetivo de afianzar un aparato burocrático sólido y centralizado en sus Estados, donde el correo constituía una herramienta fundamental. Estos imperios ambicionaban que las relaciones entre saber y dominio estuvieran bajo las condiciones impuestas por el dominio colonial. Pero estas medidas se modificaron en cada lugar particular y se vieron obligadas a adaptarse a las circunstancias e intereses locales,lo que mermaba el control de los estados imperiales y cuestionaba los ansiados procesos de centralización política, pues, no solían coincidir en un aumento lineal y progresivo del poder en el centro, sino que ampliaron los márgenes de acción local debido en mayor medida a las enormes distancias que le daban al gobierno de ultramar un carácter indirecto, incompleto, ineficaz y lento (Brendecke, 2012).

      Junto a este problema de la lejanía de los territorios ultramarinos se hallaban las fuertes tensiones entre poderes centrales y locales que hacían muy complicado consolidar un firme dominio imperial en los territorios americanos y sostener una eficaz infraestructura comunicativa que además se veía teñida también de los conflictos internacionales entre las distintas potencias europeas. Esto quiere decir que el pretendido buen funcionamiento por parte de los gobiernos del correo marítimo se veía profundamente afectado por distintas causas, como eran también los obstáculos geográficos y climáticos, los continuos fraudes y contrabandos, las resistencias y oposiciones a los planes reformistas, la incertidumbre de los transportes, las interminables demoras, las cartas extraviadas, etc. Estos factores disminuían la velocidad de la circulación del correo y aminoraban la vigilancia del poder.

      Además, en las colonias americanas operaban dos sistemas de comunicación de forma paralela. Por una parte, los servicios postales oficiales auspiciados por los gobiernos; y, por otra, los sistemas de comunicación informales que operaban en innumerables redes de conexión a lo largo de las costas, el interior y alrededor del Atlántico (Adelman, 2010). De esa forma, los sistemas postales de los imperios ultramarinos estaban teñidos de tensiones perpetuas entre ambiciones imperiales y arreglos locales, de vínculos desiguales que ayudaron a estructurar el panorama social y político, y de coexistentes articulaciones de poder paralelas que permearon todos estos territorios (Dubcovsky, 2016).

      El proyecto de renovación postal en el imperio hispánico

      Con la subida al trono de los Borbones en el siglo XVIII se inició una etapa de pretendidos cambios y transformaciones en las distintas esferas del imperio hispánico que procuraron llevar a cabo un proyecto de reorganización política y económica con resultados que deambulaban por una fina línea entre el logro y la frustración. Bajo este contexto del reformismo borbónico, la monarquía borbónica tuvo el afán de convertir al correo en una herramienta clave para administrar su gobierno y, por lo tanto, se proyectó una renovación del sistema postal, que fue una de las reformas más destacadas, porque sin una comunicación fuerte y segura entre el imperio hispánico y sus colonias de ultramar no se podía ejecutar un eficaz gobierno ni defenderse de los enemigos a batir.

      En el contexto de la Guerra de los Siete Años (1756-1763) y bajo el reinado de Carlos III se intensificó el plan de renovaciones a causa de que se hicieron más duraderas y ambiciosas en ambos lados del Atlántico a partir de 1762 con la toma de Manila y La Habana por los ingleses y principalmente en 1763 tras el final de la guerra. Esto se debe a que la Monarquía adquirió conciencia de la importancia estratégica de las colonias americanas, principalmente del Caribe, intimidadas por las potencias extranjeras que las acechaban continuamente y mermaban el intento de control que pretendía la Corona sobre ellas, causando obstáculos y peligros a través del contrabando y de los conflictos bélicos. Por estas razones se replanteó instaurar un sólido plan de cambios que estabilizara y fortaleciera su dominio en las Indias. Y uno de los medios esenciales para alcanzar este propósito fue la renovación del correo, cauce de comunicación con los territorios de ultramar.

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