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del legado fue el principio de procedencia de los fondos, es decir, dejando que los propios fondos nos marcaran el cuadro de clasificación, siguiendo así las recomendaciones y directrices del Manual de Organización de Documentos en Archivos, editado por el Archivo General de la Región de Murcia, dependiente de la Consejería de Cultura y Turismo de esta Región, y la obra de Antonia Heredia Herrera (1986), Archivística general: teoría y práctica, publicada por Diputación Provincial de Sevilla. Así, por ejemplo, se clasificó la prolija correspondencia de María Dolores Lazaga con su marido José María Chereguini y sus amigos y familiares vinculados a otros cuerpos del Ejército, especialmente cuando éste se encontraba destinado en la escuadra del Almirante Cervera en Cuba en el período de 1895-1898. También se manejó una considerable correspondencia de José María Lazaga –al margen de la profesional– sobre el negocio del ganado y los cultivos en los pueblos de la sierra gaditana y del “trasiego” comercial e industrial de las salinas de su propiedad: barcos, fletes, destinos, precios, clases de sal, proveedores de maquinaria, clientes, etc. También encontramos los contratos y escrituras de la casa adquirida a sus primeros propietarios y constructores, ya que la casa fue edificada en el siglo XVIII por los marqueses de San Juan de Carballo, mayorazgo que recibe Antonio Pardo de Figueroa de la Regueira por mandato del rey Felipe V, el 16 de septiembre de 1721. José López de Liaño, sexto marqués de San Juan de Carballo, fue quien en 1886 vendió la casa, por 52.200 pesetas, a José María Lazaga Garay (Gullón, 2015).

      Si bien es cierto que con estas teselas no se puede completar al cien por cien este mosaico, los documentos que manejamos, hasta este momento, permiten ser optimistas a la hora de esbozar un cuadro bastante amplio y preciso de la vida cotidiana de esta saga familiar de marinos, pertenecientes a la burguesía y a la élite militar que nos pueden ayudar a conocer desde esta óptica tan particular a la sociedad isleña de finales del siglo XIX y principios del XX. Aún quedan documentos interesantes por descubrir, ordenar y clasificar, que quizá, en un segundo proyecto salgan a la luz para que estén a disposición de los investigadores e historiadores.

      El estudio de las cartas

      Al abordar el estudio y análisis de las diferentes series en las que se fueron dividiendo las cartas del fondo de la casa Lazaga, una vez editado el Catálogo, fuimos conscientes, aún más si cabe, de la importancia de la documentación rescatada (Gullón, 2015).

      En nuestro caso, las cartas celosamente resguardadas del escrutinio público por sus destinatarios y dispersas por los avatares de las herencias, acabaron de forma ocasional siendo descubiertas y organizadas merced a la curiosidad de los investigadores y a la buena voluntad de sus propietarios definitivos. El historiador, por tanto, no accede casi nunca a esta documentación al tener un carácter privado, cuyo destino es por lo general su destrucción o pérdida, y no es hasta el hallazgo de un tesoro documental de estas características que podemos contar con una amplia colección de misivas para acceder a tan fecunda información que supera ampliamente el espectro de otros documentos de carácter administrativo o comercial.

      A pesar de su gran valor, estos documentos, al ser personales, son escasos y difíciles de localizar, ya que su naturaleza reservada y fugaz dificulta su custodia y conservación, y precisamente, el escaso valor que la sociedad ha dado a estos documentos ha facilitado su preservación a pesar del expolio ocurrido en el fondo antes de la intervención.

      El cruce de cartas entre la familia y los amigos es, ante todo, una manera de vivir las relaciones sociales, de adherirse a un grupo, de asociar el yo íntimo a los otros (Dauphin, 2014). Sobre la interacción de los miembros de la familia en la escena epistolar se construye y organiza la correspondencia familiar. Es el intercambio prolongado de cartas cruzadas entre diferentes miembros de una misma familia la que difiere de otras prácticas epistolares (como las cartas literarias o poéticas, las de amor, amistad, administrativas o diplomáticas) por la amplia y completa red de corresponsales que ponen en juego, sus formas de conservación, los recursos retóricos que emplea, por las funciones que cumple como instrumento de solidaridad, de control y de unión. Todo tal como se manifiesta en la cantidad de misivas de familiares y amigos que escriben a Lola Lazaga, en la segunda mitad del siglo XIX, como “alma mater de toda la familia” (Gullón, 2015).

      La presencia de las cartas familiares está ligada, en un alto porcentaje, a la descripción de lo cotidiano, a las vivencias, a lo íntimo y confidencial; una carta escrita con un estilo cercano, de carácter sencillo y amistoso, en donde en se manifiestan los sentimientos del que la escribe sin los tabúes propio de la escena pública

      El contenido del conjunto de todas estas cartas permite conocer la vida cotidiana y el acontecer de una parte de esta familia de oficiales de la armada convertidos en grandes propietarios, políticos e importantes marinos. El marco cronológico de las cartas abarca desde 1851 hasta 1929, y el contexto geográfico (figura 2-3) está siempre relacionado, en el caso de los marinos, en función de sus destinos: buques o dependencias de los diferentes departamentos marítimos de España o América serán el origen o el destino de la mayoría de estas (Gullón, 2019). También contamos con localizaciones geográficas relacionadas con los asuntos económicos de la familia, destacando el elevado número de las recibidas desde otras poblaciones de la bahía: Medina y Huelva.

      Figura 2. Fondo Lazaga

      Fuente: elaboración propia

      Figura 3. Fondo Lazaga

      Fuente: elaboración propia

      Figura 4. Fondo Lazaga

      Fuente: elaboración propia

      Tras el matrimonio de Lola, la casa siguió siendo un trasiego de personajes que entran y salen, que viven y se trasladan, que parten hacia sus destinos por períodos de tiempos habitualmente largos y otros, los menos, más cortos; de todo ello lleva cuenta y data María Dolores Lazaga, en anotaciones, libros de cuentas,

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