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frente a los demás Estados (Zilliacus, 1964; Steele, 1986; Kielbowicz, 1989; Lagecardoso, 1999; Sobral Neto, 2005; Dierks, 2009; O’neill, 2014; Le Roux, 2014; Dubcovsky, 2016; Raymond et al., 2016; Guapindaia, 2017; Salvino, 2018). La historiografía que se centra en las comunicaciones postales del imperio hispánico se focaliza más en el estudio del aparato administrativo y en el análisis de los reglamentos e instrucciones que derivaban desde la Metrópoli hacia las colonias, lo que posibilita un conocimiento mayor de la historia institucional en relación a los sistemas postales (Alcázar Molina, 1920; Garay Unibaso, 1987; López Bernal, 2011; Vallejo García-Hevia, 2015). Esto supone una ventaja porque sienta las bases para la realización de un estudio más profundo de la práctica que se ejecutaba en el correo, los problemas y resistencias a los que se enfrentaban en su manejo y la realidad económica, política y social que lo envolvía. Algunos de estos aspectos están siendo tratados últimamente por distintos investigadores (Lamikiz, 2010; Brendecke, 2012; Sellers-García, 2013; Castillo Gómezy Sierra Blas, 2014; Araneda Riquelme, 2017; González Martínez, 2017; Moreno Cabanillas, 2017).

      Uno de los momentos clave donde se plasmó este interés fue durante el siglo XVIII, cuando las monarquías europeas comenzaron a ser conscientes de la necesidad de centralización para ejercer un gobierno más directo y efectivo sobre sus dominios. Esto se produjo en el imperio hispánico bajo el contexto de las reformas borbónicas cuando la monarquía trató de organizar y centralizar el correo ultramarino mediante planes y proyectos con el fin de dominar la información para implantar un nuevo modelo de gobierno más ejecutivo y con mayor supervisión desde la Metrópoli (Paquette, 2008; Kuethey Andrien, 2014; Gelman, Llopis y Marichal, 2014; McFarlane, 2014; Pearce, 2014; Astigarraga, 2015; Eissa-Barroso, 2017). A partir de entonces se abrió un camino de numerosos proyectos reformistas en el territorio peninsular y en el americano bajo el gobierno borbónico que, no obstante, fueron discontinuos e ineficaces en su mayoría y con diferentes grados de intensidad y de éxito. Además, estos pretendidos cambios se encontraron con fuertes reacciones locales que actuaban como determinantes en el diseño, la modificación y la aplicación de las medidas. Estas resistencias y oposiciones derivaban generalmente de intereses particulares de los agentes en conflicto (comerciantes, militares, etc.) y de una constante pugna entre poder central y local que se manifestó principalmente en los territorios americanos. Esto es algo que también ocurría en los otros imperios donde también existía una gran diferencia entre la norma y la práctica reflejada en obstáculos ,tales como: los constantes fraudes, el contrabando y el choque entre las distintas redes sociales que pretendían sacar el máximo beneficio conforme sus intereses. Estos Estados mantenían su poder a través de un proceso de negociación y conflicto entre los distintos interesados y la ruptura de este equilibro, debido en gran parte al afán de control del gobierno, lo que conllevó la decadencia de los imperios ultramarinos.

      Comunicación marítima en los imperios ultramarinos

      La circulación de la información es un elemento clave para establecer conexiones globales y el correo un medio esencial para conectar lugaresy contextos geográficos alejados por las vastas distancias, como es el caso de los imperios europeos y sus colonias ultramarinas.

      Estas interacciones tenían lugar en zonas marítimas donde el inmenso espacio del mar y sus orillas poseían un valor estratégico muy importante para los Estados imperiales (Martínez Shaw, 2010). En nuestra investigación se focalizan en el espacio Atlántico donde se sucedieron una gran cantidad de conexiones ultramarinas que no solo eran unidireccionales, es decir, que no solo se dirigían de las metrópolis a las colonias, sino que eran multidireccionales, pues se produjeron también entre distintas zonas ya fueran intercoloniales, extraimperiales, etc. (Gruzinski, 2010). En este contexto ultramarino, los puertos marítimos constituían una parte esencial para el desarrollo de dichas conexiones, como es el caso de Cartagena de Indias, ámbito espacial de nuestra investigación, debido a que constituía uno de los principales puertos fortificados en el siglo XVIII del imperio hispánico en América y una zona de entrada y salida no solo del comercio, sino también de la comunicación hispanoamericana. Por eso, Cartagena era un punto esencial en las relaciones con la Metrópoli, con otros espacios del Virreinato de Nueva Granada y también con otras potencias extranjeras que acechaban a la región del Caribe, zona crucial de conexiones globales y atlánticas (Brown, 2015).

      Al ser una ciudad portuaria, Cartagena de Indias requería de infraestructura defensiva y económica importante, y por ella, circulaban una gran cantidad de gente, ideas, mercancías, navíos, etc. que constituía la base de la vida de la ciudad y su puerto. Esto le hacía ser articuladora de redes internacionales, protagonista en la formación de la economía mundial y adelantada de los cambios espaciales, políticos, económicos, sociales y culturales (Martínez Shaw, 1997).

      La ciudad cartagenera era un ámbito enredado e inestable donde confluían distintas fuerzas estatales y locales, donde las redes transatlánticas formaban complejas relaciones de poder, donde se articulaba el mundo marítimo y terrestre, y las comunicaciones postales hacían posible todo ello. De forma que nuestro trabajo parte de una historia local, centrada en el estudio de la Administración de Correos de Cartagena de Indias, hacia una historia global, donde se examinan las comunicaciones postales en los imperios coloniales. Esto brinda un atractivo diálogo político, social, económico y cultural entre los distintos lugares a través del análisis de los sistemas postales, y refleja el efecto de lo global mediante lo local (Brown, 2015). Este juego de escalas permite comprender los fenómenos y las prácticas de comunicación postal intensas y diversas tanto a nivel global como a nivel local.

      Los rasgos comerciales y defensivos, junto con su excelente ubicación, convirtieron a la urbe cartagenera en un lugar clave de comunicación no solo del interior con la Costa, sino también con otros territorios americanos, la Península y las distintas potencias extranjeras. Por eso, Cartagena de Indias llegó a ocupar un lugar de preferencia en el sistema de comunicaciones imperial desde los inicios del período colonial, lo que influyó en la decisión de situar allí una de las administraciones de correos principales de la monarquía hispánica con la reforma del correo ya en la segunda mitad del siglo XVIII.

      Nuestro estudio sobre los servicios postales en los imperios ultramarinos se centra en ese mismo siglo. En este periodo de fuerte competencia imperial había una gran circulación de información a través de los giros postales que circularon globalmente por los distintos espacios. Además, se originaron una serie de proyectos de reforma postal en los imperios británico, hispánico y portugués que tenían la necesidad de crear una institución que soportara la circulación de la información por los diferentes territorios de sus Estados. Estos pretendían que el gobierno ejerciera un rol de mayor intervención en el servicio postal a través de la instauración de una comunicación organizada, rápida y eficaz para consolidar el control y dominio sobre sus posesiones. Para este propósito, era primordial que tuvieran una eficaz infraestructura de correos entre las metrópolis y las colonias con el fin de entablar una comunicación más fluida para recopilar conocimiento de estos lugares con el objetivo de aumentar la accesibilidad territorial, tomar decisiones sobre ellos, fomentar el cumplimiento de órdenes y alcanzar la prosperidad comercial, puesto que el correo era la base del intercambio comercial. De esta manera, el sistema postal se convirtió en una vía para conseguir los propósitos comerciales y políticos para los distintos actores sociales de los imperios.

      Por esta razón, desde finales del siglo XVII en el caso británico y ya en el siglo XVIII en el caso hispánico y portugués, se inició el interés de los gobiernos estatales por incorporar la gestión y la administración del correo bajo su mando, ya que hasta entonces pertenecía al ámbito privado ya fuera por medio de los Correos Mayores en Iberoamérica o a través de los comerciantes que transportaban sus cartas entre ambas orillas atlánticas con sus navíos mercantes (en el caso británico los denominados advicesboatso shipletters (Steele, 1986) y el hispánico donde los navíos de aviso eran despachados por el Consulado de Cargadores a Indias (Heredia Herrera, 1994).

      El imperio británico fue el primero que intentó adherir a su mando el gobierno postal entre finales del siglo XVII y comienzos del siglo XVIII (1660-1711), y sirvió de ejemplo a los demás, no solo por su temprana incorporación de los correos a la Corona, sino por su regularidad, puesto que en la segunda

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