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DIARIO NACIONALISTA DE MANILA.

      Del suelo de la patria que vuestra, sangre encierra

       hoy brota un himno santo en vuestro augusto honor.

       ¡Gloria al que abrió los surcos para labrar su tierra!

       ¡Gloria al que abrió las almas para enseñar su amor!

       No se extinguió en los aires vuestra palabra amada;

       no faltan labios jóvenes que besen vuestra cruz;

       y la legión de apóstoles por vos fructificada

       no olvida al que en la noche cayó pidiendo luz.

       Luz para las conciencias, para las almas todas;

       luz para el ara triste del olvidado altar;

       que aquella vuestra lámpara que se apagó en las bodas

       iluminó, estallando, el alma popular.

       Brotan frutos del suelo que el germen vuestro encierra;

       las almas aprendieron a amar en vuestro honor...

       ¡Gloria al que abrió los surcos para labrar su tierra!

       ¡Gloria al que abrió las almas para enseñar su amor!

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      (CUENTO)

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      Señor: Pues ésta era una gentil chiquilla

       Hija de un primitivo y autóctono rajhá,

       Más bella que la estrella que sobre el viento brilla,

       Más dulce que este cuento que a tí brindado vá.

       ¡Si hubieras visto qué ojos! ¡Lo mismo que dos frutas

       De un lomboy14 que tuviera las ramas perfumadas! ¡Y qué labios de rosa! ¡Y qué gloriosas rutas Y líneas las del cuerpo de carnes encantadas!

      Y se llamaba Flora, como la primavera,

       Y su voz como el canto de los pájaros era,

       Y sus cabellos negros y largos, y su frente...

       Su frente era como un jazmín harto de aurora,

       Con mucho de románticos amores soñadora

       Y mucho de los rayos de luna. Dulcemente.

      Nota 14: Fruto negro, brillante, del árbol así nombrado.

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      Señor: Pues esta niña estaba abandonada

       Por el rajhá, ocupado en combates sin fin,

       Y como ya muriera su madre, infortunada,

       Ahora buscaba amor y aroma en el jardín.

      Pero las flores, muchísimo menos amorosas

       Que esas santas llamadas las madres de los hombres,

       De la gentil chiquilla y su beldad celosas

       Acordaron matarla, señor, aunque te asombres.

       Que a veces la flor mata, como matan las leyes,

       Así sean las víctimas diosas o hijas de reyes,

       Así el verdugo luego grite arrepentimiento.

       Y el acuerdo de todas las flores vengativas,

       Desde las sampaguitas hasta las siemprevivas,

       Quedó temblando a modo de una hoz sobre el viento.

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      Y aquí viene lo triste, señor, de todo esto;

       Porque una tarde Flora cortó y cortó más flores,

       Y luego de apiñarlas en su tagalo cesto,

       Se fué a su lecho para contarlas sus amores.

       Y se quedó dormida con ellas, y con ellas,

       Que se reían bajo la luz de las estrellas,--

       Lámparas de oro puestas en el celaje cónico,--

       Flora, a la luz del alba amaneció abrasada,

       Completa y dulcemente, de muerte perfumada.

       ¡Las flores la mataron con su ácido carbónico!

      1910.

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      (HACIA LO PARADÓJICO)

      Y Dios cogió una vara de estrellas encendidas

       Para prenderle fuego al cráter del volcán.

       Temblaron las entrañas del monstruo, sacudidas.

       La noche se tiñó del sol de sus heridas.

       Y al despertar del sueño de siglos el titán,

       Buscó a las dulces vírgenes al pié de su albo lecho,

       Buscó a las flores hechas de todos sus vapores

       Para clavar--¡qué loco!--sus garras en el pecho

       De vírgenes y flores.

       Cayeron. Y por ellas

       Lloró el coloso luego sus lágrimas de estrellas.

       Y es que algo en el zarpazo del débil a los fuertes

       Pudiera aventurarnos a inmensos silogismos.

       Si fueran esas cumbres eternamente inertes

       Las águilas no harían su nido en los abismos

       ¡Oh ejemplo de las lavas!

       ¡Oh, tú, que matas vírgenes y rosas con tus babas

       Llorando aquella risa con que rodó Satán!

       Sigue rompiendo almas, sigue rompiendo prados.

       Dios cogerá una vara de lirios perfumados

       Para apagar el fuego del cráter del volcán.

      1910.

       Índice

      Alma bohemia que jamás se abate,

       gemela de Talión y Prometeo,

       antes que suene el grito de combate

       por la arena del circo me paseo.

       No temas tú, oh Amor, porque me veas

       despreciando mi vida ante el Coloso;

       Una gota de sangre en las ideas

       ¡es Jesús en el Gólgota glorioso!

       ¡Y yo no temo al César! Por mis venas

       corre sangre de mártires malayos...

      

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