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gladios fulgentes.

       Propios y ajenos pecados disculpo;

       --con la codicia, del brazo, va el hambre,--

       cierto es, en tanto, que hemópico pulpo

       viene extendiendo su odiosa raigambre.

       Haz que formemos, Señor y Maestro,

       contra ambiciones un sólido muro,

       por la memoria inmortal del ancestro,

       por el destino del nieto futuro.

       Frente a la audacia del imperialismo,

       que en triunfo ostenta el orgullo del yelmo,

       danos tu lumbre, tu bravo heroismo,

       y une las almas en fuerte cogüelmo.

       Y proclamemos, de cara al Destino

       y ante cañones de gruesos calibres,

       que existe un nuevo derecho divino:

       el de los pueblos a ser todos libres.

       Y antes que el tiempo nuestra espalda encorve,

       pueda la patria de tu amor, Rizal,

       bajo el glorioso luminar del orbe,

       levantar su bandera nacional.

      1920.

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      Manileño. Residió largas temporadas en la metrópoli, forzado algunas veces por su profesión militar. Murió, siendo comandante, en 1896. Cultivó el apólogo. Dirigió en Manila un diario.

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      Ve el hombre pasar el año

       con mirada indiferente,

       cual ve el árbol la corriente

       que le riega con su baño.

       Justo el desprecio es quizá;

       que el agua que va pasando

       a la tierra socavando,

       al árbol arrastrará.

       Tampoco el hombre «no» advierte

       del tiempo la brusca huida,

       ¡que al par que le da la vida,

       le va arrastrando a la muerte!

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      Contemporáneo. Natural de la Pampanga.

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      Lentamente se mustian mis pobres ilusiones

       Tristemente se mueren mis ensueños en flor...

       Y en todas mis endechas y en todas mis canciones

       Solo hay cantos de pena y quejas de dolor.

       Ignoro este misterio tan triste de mi vida

       Que a veces con mis lloros, yo quisiera morir...

       Ignoro si hay otra alma sensible y dolorida

       Que en esta vida quiera mis penas compartir.

       Ni los labios henchidos de mimos y embelesos

       Que mitigan las penas con caricias y besos

       Han podido de mi alma suavizar el dolor.

       ¡Misterio de mi vida! ¡Oh mi queja infinita!

       ¡Sólo a ti te comprende, mi fiel madre bendita,

       Que con su santo beso, regenera mi amor!...

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      Hay como besos locos de bocas olorosas,

       hay brisas perfumadas de lejanos abriles,

       hay aromas quiméricos de mileguas y rosas,

       al oscular la aurora los dormidos pensiles.

       Hermosa está Natura. Albarizos encajes

       pueblan el azúl cielo. En amorosas citas

       las aves mañaneras juegan en los ramajes

       y se inebrian de esencias de suaves sampaguitas.

       Besos de sol se posan en las cabezas mustias,

       y ante las plantas de una Virgen de las Angustias,

       musitando plegarias de matinal candor,

       como una blanca sombra, está Mimí de hinojos

       desgreñada la trenza, soñolientos los ojos,

       --princesa fugitiva de un país del amor.

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      A SALVADOR RUEDA

      Embajador poeta que vienes a esta tierra

       donde flameó un día la enseña roja y gualda,

       toma las galas todas que mi solaz encierra

       y danos de tus rimas la perennal guirnalda.

       De tus gloriosos versos la prodigiosa alquimia

       afianzará los vínculos de nuestra antigua alianza,

       que no en balde parlamos la hispana lengua eximia

       y bruñó el sol nativo del «Quijote» la lanza.

       No morirá en mi tierra la lengua de Castilla,

       la cultura española no encontrará su ocaso,

       las leyes del Rey Sabio tendrán vida inmortal;

       porque en la historia un nombre eternamente brilla,

       al lado de Cervantes, Molina y Garcilaso,

       el nombre de aquel vate, héroe y mártir: Rizal.

      Octubre, 1915.

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      Manileño. Comenzó a metrificar para el público a los quince años, y a los diez y siete publicó su volumen Rimas malayas (Manila, 1904). Sus primeros modelos fueron Bécquer, Espronceda y otros bardos hispanos. Idolatró, luego, en Rubén. También cree en Villaespesa, Rostand y D'Annunzio. Es padre de dos novelas y dos zarzuelas. Laureáronle en copia de certámenes poéticos.

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      (LETRA

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