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aun queda el recuerdo sonoro en el aire natal;

       aun vibra y contagia el patriótico ardor de tus versos,

       y muestra tu limpia versión el claror de los tersos

       diamantes que enjoyan el «Ultimo adiós» de Rizal.

       No fué tu exclusiva misión la del canto apolíneo.

       La arcana virtud, que preside el rodar curvilíneo

       de pueblos y razas que integran la adámica grey,

       tu acción en el ciclo inicial prefijó en el espacio:

       Rizal puso el germen; su músculo Andrés Bonifacio6; tú, el brazo y la idea juntaste en armónica ley.

      Nota 6: Revolucionario filipino, caudillo de las partidas que dieron (Agos* **illisible** Balintauac) el grito de rebelión.

      Así como el gris tenebroso de edades provectas

       doraron las máximas puras de las Analectas,

       y en ellas el Asia, rompiendo el sopor secular,

       la voz escuchó del que luego escribiera a Corinto,

       tu noble evangelio de honor y de patria, ¡oh Jacinto!

       nimbando a tu raza, engrandece la historia insular.

       Rumor subterráneo, en mitad de la idílica fiesta,

       sintió la colonia, y un viento de airada protesta

       pasó por las frentes su fuego de cálido tul.

       Plasmaste el anhelo en que espíritus libres se adunan,

       y entonces, al rojo fulgor del audaz Katipunan, puñales febriles lanzaron su reto al azul... La ubérrima tierra tornóse después en un lago de sangre firmada en el Pacto,7 y el bolo hizo estrago, fulgiendo en el puño broncíneo de añoso rencor. La suerte fué adversa a tu ardor eficaz de guerrero; no obstante, a tu genio encubría el vulgar prisionero, y hubiste merced del hidalgo oficial cazador.

      Nota 7: Alusión al de amistad concertado entre Miguel López de Legaspi, primer Adelantado de las islas Filipinas por España, y el régulo Lacandola. Por imitación de éste le firmaron ambos personajes, mojado el cálamo en sangre para el caso extraída de sus venas. Tal suceso histórico sujirió al gran pintor tagalo Juan Luna y Novicio un hermoso lienzo que, al cesar la soberanía de España en el Archipiélago, (Agosto, 1898), decoraba un salón del Palacio municipal de Manila.

      Después que la amada bandera se irguió hacia los astros,

       en montes y valles, floridos, de históricos rastros,

       tu dúplice gloria fué esquiva al favor popular.

       Buscó tu nostalgia el retiro ancestral, y en belleza

       rendiste, por fin, a la Parca tu insigne cabeza,

       de cara a tu cielo, debajo de airoso palmar.

       «La muerte es descanso». Cerebro en que tuvo su hornaza,

       la idea que urdió la epopeya inmortal de la raza,

       descansa. La Patria vigila tu sueño de paz.

       La patria, orgullosa, entre epónimos héroes te nombra.

       Moriste dichoso, sin ver que sobre el pecho la sombra

       del ala extendida y las garras del buitre voraz.

       La suerte está echada. Borraste el padrón infamante,

       y en su híspida senda tu pueblo camina adelante.

       Tal vez llegue al fin, o tal vez lo sepulte el alud.

       Ya el árbol, nutrido con sangre y acerbos dolores,

       sonríe en sus frutos y espera en sus vírgenes flores.

       No es una razón el negarlo; tampoco es virtud.

      1912.

       Índice

      (A. MABINI)8

      Justum et tenacem propositi virum. HORACIO.

      Nota 8: Apolinario Mabini, paralítico de cuerpo pero luminoso cerebro de estadista, redactó las leyes sobre que se asentó la efímera república filipina y fué elegido presidente del primer gobierno revolucionario de Malolos, Enero, 1899.

      Ante el eterno símbolo granítico,

       consagración de tus civiles palmas,

       cumbre mental, sublime paralítico,

       te aclaman hoy nueve millones de almas.

      El tiempo, que devora despiadado

       nobles recuerdos dignos de la historia,

       sobre el rojo horizonte del pasado

       conserva y magnifica tu memoria.

       Hoy, como ayer, la multitud te aclama,

       te elogia el sabio, te celebra el sistro;

       y es actual, por imperio de tu fama,

       tu investidura de primer ministro.

       Murió el Estado efímero que urdiste,

       sin otro alguno, ni anterior, ni análogo;

       mas tu gobierno espiritual, subsiste,

       está en vigor tu original Decálogo.

       Cuantos admiran tu genial vestigio

       grabado en el solar de tu linaje,

      vinculan a tu límpido prestigio

       la sanción de un perpetuo caudillaje.

       Madura en hechos la rebelde idea,

       mútilo el cetro de la noble España,

       la reconquista levantó su tea

       para alumbrar tu constructiva hazaña.

       La patria de las ansias juveniles

       estaba allí, de sus destinos dueña,

       alzada sobre un bosque de fusiles

       bajo el amparo de una libre enseña.

       La que soñaste, acaso, en un monólogo

       bajo un frandaje de rotundas mangas,9 labrando arquitecturas de ideólogo en la quietud de tu natal Batangas.

      Nota 9: Fruto del árbol terebintaceo nombrado mango.

      Patria inmortal de la actuación primera,

       que en sangre mártir empapó tu suelo,

       y en los pliegues cuajó de una bandera

       la afirmación de su vital anhelo.

       Patria naciente, tras labor titánica

       como aquellas de Bismarck y de Mazzini,

       faltaba un hombre que la hiciese orgánica,

       ¡y ese hombre fuiste, colosal Mabini!

       Ignota corre el agua subterrána

       hasta que, gracias al humano ingenio,

       bajo el subsuelo surge subitánea:

       así, glorioso, apareció tu genio.

      Y fué cuando otra vez tembló la tierra

       al paso audaz del triunfador Emilio,10 cuando la mano que rigió la guerra se levantó al poder desde tu exilio.

      Nota 10: Aguinaldo, caudillo de la revolución, luego generalísimo y presidente de la república.

      Todo el nuevo fervor del patriotismo

      

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