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del Pando (Angelina de)

       TUS MANOS

       EL MARTIRIO DE MI VIDA

       TU PORVENIR

       FLOR VALENCIANA

       ASPIRACION

       EVOCACION

       LAS CALLES DE INTRAMUROS

       AL CUMPLIR CUARENTA AÑOS

       A UN PALO DEL TELEGRAFO

       A LA MEMORIA DE MI HIJA

       PERDONAME...

       ¡ADIOS, LA NAVE!

       A MI LIRA

       ROMANCERO FILIPINO

       EL OLVIDO

       MI TESORO

       SONETO CLASICO

       EN LA RENDICION DE MANILA

       AGUAFUERTE

       SUEÑOS

       FIN

       OBRAS POETICAS

       INDEX

      Prólogo, selección y notas

       Índice

       Índice

      BARCELONA

       CASA EDITORIAL MAUCCI

       Índice

      Gran Medalla de oro en las Exposiciones de Viena de 1903, Madrid 1907, Budapest 1907 y Gran Premio en la de Buenos Aires de 1910

      MALLORCA 166

       Índice

       Índice

      A LA HONRADA MEMORIA DE MI PADRE

       Índice

      Eduardo Martín de la Cámara y Dávila,

      Notario que fué de Manila;

      español a ultranza; humano, fraterno y justo, cuando el serlo, bajo aquel «medio», despertaba suspicacias...

       Índice

      

PARNASO FILIPINO

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      No te alebres, lector, al afrontar el título de este volumen, imaginando que van a servirte versos escritos en todas o algunas de las treinta y tantas lenguas vernáculas del Archipiélago Filipino. Ni yo sabría aderezar ese manjar, ni tú cómo catarle. Sobre que tal poesía es parva, «difícil de exponer», según el ilustrado erudito de allá Don Epifanio de los Santos Cristóbal, y con la antinomia de ser sus cultivadores, tanto o más que los autóctonos, misioneros españoles, en rimas «a lo divino», enderezadas a inyectar la fe de Cristo en los corazones isleños.

      Los poetas son filipinos, pero los versos castellanos.

      Por los dedos pueden contarse los vates indígenas en nuestro romance durante los tres siglos y pico de dominación hispánica. W.E. Retana1 nota tres hasta 1896: Atayde, Paterno y Rizal. Hubo algunos más: Seva, quejumbrón cantor de Charing (que aquí diríamos Rosarito); Manolo Rávago, en números de pura ortodoxia; Juan Caro y Mora, Hermógenes Marcó, Isabelo de los Reyes, etcétera, y ciertos bardos de ocasión aspirantes a la láurea en los certámenes patrióticos y religiosos, mocerío casi siempre adoctrinado en el «Ateneo» de la Compañía. Hasta 1898, año límite de nuestro señorío, fué meñique la falange versificadora, ¿Motivos? Retana aduce dos: la censura de imprenta y el desconocimiento del castellano literario por la mayor parte de los filipinos netos. Con la primera,--ejercida por funcionarios a tono con el ambiente, de patriotismo anquilosado, dignos de las covachuelas de Fernando VII,--sobra para justificar la inanidad del Arte egregio que no admite trabas ni menoscabos, sólo germinante en la gleba arada con reja de libertad y de justicia.

      Nota 1: De la evolución de la Literatura Castellana en Filipinas.--Los Poetas.--Madrid, 1909.

      Cuanto a la propagación del castellano, prueba Retana, documentalmente, cómo la coercieron los frailes--excepción los jesuítas--contrariando espíritu y letra de sucesivas reales cédulas metropolitanas. Cuán poco valió la treta lo demuestra no haber finado 1898 sin que vieran la luz pública composiciones de los más altos metrificadores tagalos, Cecilio Apóstol, Fernando M.ª Guerrero y José Palma, seguramente florecidas en aquellos retirados cenáculos donde se hacía literatura y revolución.

      ¿Están todos los que son y son todos los que están? Creemos sinceramente

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