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Y al torpe que mi voz no atento escucha,

       Castigo impío con nervuda mano.

       ¿Qué me importa lidiar?--Si tras la lidia

       Me aguarda entre sus brazos la victoria.

       ¿Qué me importa que otros con perfidia

       Quieran manchar mi nombre envuelto en gloria?

       Detesto el odio, la traición y engaño

       Y a aquellos quienes me odian los perdono;

       Podrán viles hacerme todo daño,

       Mas no me harán temblar en mi alto trono.

       Por encima del odio y de la inquina,

       Todos pregonan mi carácter noble.

       Yo proclamo mi sangre filipina,

       Y tengo la altivez del viejo roble.

       He heredado mi roja rebeldía

       De un valiente sultán invicto moro.

       Es mi sola heredad, y a fe mía,

       Yo la guardo como único tesoro...

      1920.

       Índice

      Alma presa de dolencia,

       Nunca encontrarás clemencia

       Si no te acudes a mí:

       Yo tu tristeza sentí,

       Alma presa de dolencia.

       Rosa de melancolía,

       Toda pasión y dulzura,

       ¿Quien te dará su alegría?

       Yo por tu bien te daría,

       Todo mi amor y ternura,

       Rosa de melancolía.

       Todo es mentira en el mundo.

       El desengaño encontraste,

       Tu que mi afán despertaste,

       Con tu desprecio profundo.

       ¡Todo en la vida es contraste,

       Todo es mentira en el mundo!

       Olvidemos lo pasado,

       Ven de mis ansias en pos...

       Ya que el amor ha tronchado

       La existencia de los dos,

       Olvidemos lo pasado.

       Lejos de todo, olvidados,

       Entre mil plantas y flores

       Construyamos nuestro hogar;

       Y por siempre enamorados,

       Cantemos nuestros amores,

       Ciegos a cualquier pesar,

       Lejos de todo, olvidados....

       Índice

      Manileño aunque de abolengo español. Abogado por la Universidad de Manila. En esta ciudad, muy joven, comenzó a actuar de periodista en «El Comercio» y otros diarios españoles. Alrededor del cambio de dominación vino a España, fijando su residencia en Barcelona, donde ejerce con lucimiento su carrera hace más de veinte años.

       Índice

      ¡Qué dulcemente en el eterno sueño

       que en flor segó una vida sin agravios...!

       La pálida escarlata de tus labios

       que el rocío del alma humedecía,

       los santos clavos del sagrado Leño

       tenuamente teñía.

       Contemplando tu faz agonizante,

       contemplando impotente que arrastraba

       mis venturas la Muerte en su fiereza,

       «¡En tus manos, Señor,

       encomiendo mi espíritu...!», clamaba

       trémula de estupor

       mi voz desesperante.

       Dulcísima rendiste la cabeza

       consumando espantoso sacrificio;

       a la gloria ascendiste con presteza

       para empuñar de la virtud la palma,

       dejándome en el alma

       mortal tortura, aterrador suplicio...

       ......................................................

      Tus despojos después enriquecieron

       próvidas flores que en cercano día

       en ánforas tus manos dispusieron,

       las mismas que en tus últimos delirios

       impetrabas la amable compañía.

       Y verbenas y anémonas y lírios,

       llenos de excelsitud y de poesía,

       rociados con mi llanto

       fueron contigo, ¡Emula! al Camposanto...

       Índice

      Me prestas la sonrisa encantadora

       que el pecho desgarrado necesita

       para aplacar los ayes que vomita

       del terrible dolor que le devora.

       De nuestro amor el ánsia arrobadora

       que fluya eternamente Dios permita,

       feliz en tu alma en la Mansión bendita,

       triste en mí en esta Tierra engañadora!

       Por eso le suplico reverente

       que no falte jamás luz en la mente

       para que en ti se fije el pensamiento;

       en el habla, calor para ensalzarte;

       y fuego abrasador, encendimiento

       vivo en el corazón, para adorarte.

       Índice

      ¡Mirtácea esplendorosa...!

       ¡Quién pudiera en tu médula inyectar

       la esencia misteriosa

       del alma tormentosa

       que no ha podido el llanto debelar!

       Tu estrenua arboladura

       gallarda y rígida se yergue al pie

       de sacra sepultura

       que guarda la armadura

       de la verdad de mi amorosa fe.

       Tu fronda balancea

       temerosa, y las hojas ven lucir

       cuando el día febea,

      

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