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absorber la tierra al efundir.

       El pétalo minúsculo

       ufana ostenta tu plateada flor,

       y al brote de su súrculo

       más vivo en el crepúsculo

       en declinando el sol dominador.

       Exhala ténue esencia,

       que es plegaria que envuelve, al descender

       hasta la Omnipotencia,

       lamento y asistencia,

       primera lágrima, efusión postrer.

       ¡Eucalipto arrogante

       que erguido impávido junto al panteón

       despliegas fascinante

       tu fronda murmurante

       y embalsama tu nívea floración;

       cipo fúnebre; estela

       que Natura lavanta a la virtud;

       superno centinela

       que siempre, siempre vela

       de mi amada la frígida quietud;

       mirtácea esplendorosa...!

       ¡Quién pudiera en tus fibras inyectar

       la esencia misteriosa

       del alma congojosa

       que no ha podido el llanto debelar!

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      Comtemporáneo. Frisaba con los 17 años cuando publicó en Manila (1911) su colección de poesías Luzónicas. Es natural de la Pampanga.

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      Ha llegado a mi casa sobre el ala de un rayo

       y ha llenado de rosas mi pobre habitación,

       y yo le he preguntado quién era, y era Mayo,

       Mayo con su perfume de flor y corazón.

       Abriéronse mis brazos a su áurea caravana

       y se llenó mi mesa de vaga devoción;

       fué un desfile de rosas y aves por mi ventana,

       abierta a la olorosa y dulce procesión.

       Y al fin, emocionado, hablé:--Mayo, ¿qué quieres?

       (El me miraba como miran esas mujeres

       que están enamoradas o enfermas de soñar).

       Mayo ¿qué quieres?--dije de nuevo. Y él entonces,

       sonó todas sus risas, sus besos y sus bronces,

       para rugirme como pudiera un tigre:--¡Amar...!

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      Que descansen en paz los que cayeron

       porque el volcán les hizo lo que fueron:

       barro, barro no más,

       ¡Que descansen en paz!

       Un requiescat a todos los temblores,

       y a todos los dolores,

       de los niños, ancianos y mujeres,

       que mató ese maldito, ese loco criminal

       que en el mapa se llama el volcán de Taal.

       Dios puso el fuego en los volcanes como galas,

       para que su humo trémulo, a modo de un favor,

       le incensase;

       como puso dos alas en el ave y cien alas

       en la flor

       para que le perfumase.

       Y de esto que proclamo

       ¡oh, pueblo! no te asombres;

       conos de cumbres, horror de los infiernos,

       los volcanes, los reyes, los gobiernos,

       son para la vida universal que yo amo

       y no para matar razas y hombres.

       Para el desastre hay que oponer el alma;

       a la indigencia abrir nuestro tesoro,

       y ahora que alumbra, en calma,

       el sol, los restos de aquel toro de oro

       que adoraba el taaleño como Israel el becerro

       en los vastos desiertos, lloremos por los muertos,

       por el hombre, el águila y el perro.

       También lloró el volcán. Y fué su llanto

       de lágrimas de oro, de besos de quebranto,

       y de terror,

       después que vió a sus vírgenes completamente yertas,

       después que vió a sus islas completamente muertas,

       Y sobre todo, muerto para él, todo el amor.

       Mirad. No tiene fuego;

       su cumbre está violada, su entraña carcomida,

       perdió el Coloso vida,

       de tanta vida en flor, como extirpara luego,

       y loco de vergüenza y de arrepentimiento,

       va hundiéndose, va hundiéndose,

       la mismo que un perfume deshecho por el viento;

       reuniéndose;

       plegándose como una multitud plegárase en un templo,

       o como van los pájaros enfermos a su nido,

       para gemir:--¡Oh, Césares, miraos en mi ejemplo!

       para gritar:--¡Oh fuertes, yo muero arrepentido...!

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      Nació en Parañaque (hoy provincia de Rizal), el 17 de Febrero de 1890. Estudió en el Ateneo municipal de los Jesuitas y luego en la Universidad de Santo Tomás. A los nueve años hacía versos castellanos. A los 14 los componía en latín. Ha obtenido premios en certámenes. Sin desdeñar lo moderno, venera a los clásicos españoles. Es maravilloso declamador. Ahora actúa como redactor muy distinguido de «La Vanguardia» y profesor de la Universidad de Filipinas.

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      (EN UN ALBUM)

      En la flor de tus labios adivino

       algo ideal que tu hermosura viste,

       mientras, soñando en ellos, bebo el vino

       de un ensueño de gloria que no existe.

       Lo imposible es un ala que nos roza

       creando en el dolor fuertes enojos.

       ¡Ay! No poder volver hasta mi choza,

       llevando la presea

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