ТОП просматриваемых книг сайта:
SS. Adrian Weale
Читать онлайн.Название SS
Год выпуска 0
isbn 9788415427827
Автор произведения Adrian Weale
Жанр Документальная литература
Серия Turner
Издательство Bookwire
Las SS se fundaron (o al menos se reconocieron como grupo integrado en el NSDAP) oficialmente el 9 de noviembre de 1925, cuando se cumplía el segundo aniversario del golpe de Múnich; pero no cabe duda de que ya existía cierta organización administrativa desde hacía varios meses. En el expediente de Schreck figura como fecha de ingreso el 1 de noviembre28 y, como hemos visto, Bednarek se inscribió, al parecer, en mayo (cuatrocientas sesenta y seis personas lo habrían hecho antes que él). Más curioso todavía es el caso de Ulrich Graf, que supuestamente formaba parte de las SS desde el “1.1.25”,29 es decir, unos meses antes de que el partido se planteara constituirlas; un modo creativo, sin duda, de fechar su incorporación al grupo. En cualquier caso, Schreck cumplió de inmediato las órdenes de Hitler, y las unidades locales del partido comenzaron a organizar sus escuadrones de protección mucho antes de que el líder dictara ninguna instrucción formal.
Los dirigentes de las SS recibieron la orden de “ocuparse del ‘control de la sala’ en el [mitin que ha de celebrarse] el 25 de febrero de 1926”,30 con ocasión del aniversario del partido. Era “del todo indispensable que los miembros del grupo encargado de la ‘protección de la sala’ reciban un pase para poder entrar”,31 lo que indica el carácter improvisado que entonces tenía la organización. En marzo siguieron formándose escuadras, aunque de manera esporádica. La formación de las SS no cobraría de veras impulso hasta el regreso a Múnich de Joseph Berchtold, que había huido a Austria después del putsch. En abril sucedió a Schreck en la jefatura de la organización,3 adjudicándose el título de Reichsführer der Schutzstaffeln [comandante en jefe de las escuadras de protección], diferente del de su predecesor, Führer der Oberleitung, y poco después eligió a Erhard Heiden como su lugarteniente y estableció un nuevo reglamento –cuyo borrador, al parecer, había redactado Schreck– orientado a definir con claridad la función de las SS y el lugar que ocupaban con respecto a la SA. “Las SS no son una organización (para)militar ni un grupo de acólitos, sino una pequeña brigada de hombres en la que pueden confiar plenamente nuestro movimiento y nuestro Führer”, precisaba el documento. “Han de ser capaces de preservar nuestras asambleas de los alborotadores profesionales. En las SS no vale ni el ‘si’ ni el ‘pero’: únicamente existe la disciplina de partido”.32 Una escuadra normal había de estar formada por diez hombres y un oficial; en los distritos grandes, sin embargo, el partido podría necesitar grupos más numerosos. Los jefes de distrito de las SS no podían “impartir instrucción militar a sus hombres [ni] autorizarlos a formar parte de otras ‘organizaciones de combate’ o a recibir en ellas instrucción militar”.33
Los esfuerzos de Berchtold se vieron recompensados el 4 de julio de 1926, cuando Hitler decidió confiar a las SS la custodia de la Blutfahne [bandera de la sangre]”, un estandarte con la esvástica que estaba manchada con la sangre del “mártir” nacionalsocialista Andreas Bauriedl, muerto durante el putsch, y que se convirtió así en una especie de reliquia sagrada del movimiento. No obstante, las SS aún tenían un rival: la SA, que se había transformado, tras la marcha de Röhm, en una organización de masas uniformadas susceptible de ser tolerada por las autoridades.
Alrededor de esta época se fue gestando en el NSDAP un cisma entre el norte y el sur. La facción septentrional, encabezada por Gregor Strasser, reconocía la autoridad de Hitler sobre todo el partido, pero no sentía demasiada simpatía por la camarilla bávara que lo rodeaba. Las diferencias eran en parte ideológicas: pese a ser un antisemita furibundo, Strasser centraba su discurso en los elementos “socialistas” del programa del NSDAP, no en los “nacionalistas”. Hitler sabía que era necesario atar corto al partido en el norte, para lo que tendría que permitir el resurgir de la SA, cuyas unidades no bávaras apenas estaban contaminadas por el putsch. Franz Pfeffer von Salomon fue nombrado comandante de la organización el 1 de noviembre, y poco después, y a pesar de los notables esfuerzos de Berchtold, las SS quedaron subordinadas a ella en calidad de “formación especial”.34
Pfeffer von Salomon tenía, entre otras, la misión de volver a someter a la SA al control político. Numerosas unidades descendían directamente de los ingobernables Freikorps (y algunas eran indistinguibles de estas fuerzas paramilitares). En la situación de relativa paz que vivía Alemania en 1926 era difícil que tales grupos inspirasen simpatía a la clase de personas que el NSDAP se proponía ganar para su causa. Hitler tan solo aspiraba a que una SA reformada creara las condiciones adecuadas para que los propagandistas del partido hiciesen su trabajo, así que el nuevo jefe de la organización introdujo los desfiles, los ejercicios y otras técnicas militares para inculcar disciplina a las unidades.
Era bien distinto el caso de los miembros de las SS, que, cuando no ejercían de guardaespaldas, se dedicaban al activismo político: recaudaban dinero para el NSDAP, hacían proselitismo y vendían el periódico oficial del partido, el Völkische Beobachter [Observador Popular]. De estas tareas relativamente anodinas da cuenta un boletín informativo de las SS publicado en diciembre de 1926, en el que, sin embargo, se ofrece a los miembros de la organización, a unos pocos marcos por unidad, “pistolas de gas que dejan inconsciente”, con la advertencia de que “solo pueden utilizarse en caso de ‘peligro’; hacerlo sin previo aviso o sin que medie provocación puede acarrear un castigo legal. Las pistolas de gas no son juguetes, sino armas de defensa personal”.35
Según parece, la subordinación de las SS a la SA llevó a Berchtold a desencantarse del movimiento nacionalsocialista. En marzo de 1927 cedió la jefatura a su lugarteniente, el insulso Heiden. Heinz Höhne señala que a este también “le fue difícil competir con la SA, organización cada vez más numerosa e influyente”. Así, Pfeffer von Salomon “prohibió a las SS crear unidades en poblaciones donde la SA aún no estuviera bien implantada”.36 No obstante, y al igual que su predecesor, Heiden impuso a los miembros de las SS un código de conducta muy estricto, que jamás habrían aceptado los de la SA: les exigía mantenerse al margen de los asuntos del partido que no les atañeran y observar una disciplina rigurosa en los mítines, y ordenaba a los comandantes que confiscaran cualquier arma ilegal a los hombres que entrasen de servicio. Se trataba de formar una élite que se supiera tal, que se enorgulleciera de ser diferente de la SA y atrajese a personas más valiosas que esta. Höhne habla de las SS una y otra vez, aun en esta etapa temprana de su desarrollo, como de una especie de “aristocracia” del NSDAP. La descripción puede parecer algo extraña, ya que los miembros del grupo eran de clase trabajadora o media baja, pero en todo caso indica el concepto que tenían de sí mismos. Siempre se pretendió que las escuadras de protección fueran una pequeña organización de élite, con un poderoso esprit de corps.
Con todo, en los primeros años le costó mucho esfuerzo expandirse fuera de Múnich. En la Navidad de 1925 había afirmado contar con “unos mil hombres”,37 y poco después el número había descendido a “aproximadamente doscientos”,38 estancándose en los tres años siguientes, bajo el liderazgo de Berchtold y más tarde bajo el de Heiden. Este último fue destituido a principios de 1929, seguramente por lo mediocre de su actuación; aunque se rumoreó que había sido desenmascarado como confidente de la policía. Su sucesor no inspiraría nunca tales recelos.
III
HEINRICH HIMMLER
En la primera época de las SS sobresale una fecha: el 20 de enero de 1929. Fue entonces cuando Heinrich Himmler, hasta entonces lugarteniente de Heiden, se convirtió en comandante a nivel nacional de una organización todavía muy reducida.1 Este nombramiento pronto se revelaría decisivo. Himmler tenía solo veinticiocho años, pero ya era un activista a sueldo del NSDAP y crecía su reputación de hombre con excelente capacidad de organización. Además había sido clave en el reciente ascenso del NSDAP en la escena política del sur de Alemania.
Al contrario que muchos de sus coetáneos de la vieja guardia del partido, Himmler no había ingresado en el mismo a causa de ningún trauma, pues no había combatido