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Alrededor de esa época se habló de la posibilidad de que los Oberland se integraran en las fuerzas regulares, pero al final fueron disueltos, y Himmler volvió a las clases.

      De no poder hacer carrera en el ejército, había pensado en dedicarse a la agricultura. En el verano de 1919, el profesor Himmler, recién nombrado director del colegio de secundaria de Ingolstadt, hizo gestiones para conseguir que su hijo pasara un año trabajando en una granja cercana, preparándose así para el curso de agronomía de la Technische Hochschule [Escuela Técnica Superior] de Múnich. Heinrich empezó a trabajar el 1 de agosto, coincidiendo con la cosecha; “las labores eran duras –señala Peter Padfield–, y debieron de serlo especialmente para Himmler, acostumbrado como estaba a la vida sedentaria del colegio”.9 Posiblemente Padfield esté en lo cierto, pero en todo caso no conviene olvidar que Himmler era por entonces un exsoldado, y no, por así decir, un niño de mamá.

      Había transcurrido poco más de un mes cuando tuvo que ingresar en un hospital, aquejado de fiebre paratifoidea. Tras ordenarle el médico que abandonara la granja y se dedicara al estudio, alquiló una habitación en Múnich y comenzó el curso de agronomía. La experiencia universitaria resultó seguramente tan instructiva para él como el año que había pasado en el ejército. Se entregó con ahínco –como era costumbre en él– a la vida de estudiante: se enamoró (sin ser correspondido), ingresó en una asociación y se mostró, en general, “amable y dispuesto a ayudar a los demás; era un tipo estudioso y también un poco pelmazo”.10 Sus ideas políticas no tenían nada de extraordinario: participaba del nacionalismo conservador de la burguesía muniquesa, así como de un antisemitismo convencional; como cualquier católico de clase media, tenía a los judíos por extranjeros, y no había ninguno en su círculo social. Sus diarios no ofrecen, sin embargo, el menor indicio del odio feroz que más tarde manifestaría hacia ellos.11

      Concluido el año académico, comenzó el de aprendizaje práctico que tenía pendiente desde hacía tiempo. Esta vez encontró trabajo en una granja de Fridolfing, cerca de la frontera con Austria, donde da la impresión de haber sido más feliz que en Ingolstadt. El granjero y su mujer le trataron como a un miembro más de la familia, y por lo demás parece que tuvo mucho tiempo libre, que dedicó a leer numerosos libros de política, historia y literatura, transcribiendo a menudo los pasajes que le interesaban.

      No perdió los lazos con el ejército en sus tres años de estudiante. En noviembre de 1919 se incorporó con su hermano Gebhard a la 14a compañía de la brigada de protección de Múnich, una unidad oficial de reservistas; y, una vez disuelta esta a instancias de los aliados en la primavera de 1920, se alistó en la Einwohnerwehr de Múnich, grupo semioficial financiado y equipado por el ejército. Fue así como entró en contacto con algunos de los oficiales extremistas que desempeñaban un papel destacado en ciertos círculos políticos de Múnich. Terminó obteniendo el grado de Fähnrich [alférez], que estaba solo un escalón por debajo del de oficial.

      En el otoño de 1921 regresó a Múnich para cursar el último año de carrera, y alrededor de esa época conoció a Ernst Röhm. El 26 de enero de 1922 anotó en su diario que se había encontrado con él y el antiguo comandante de su compañía en una reunión política celebrada en el Arzberger Keller. El tono que utiliza –“Allí estaban el capitán Röhm y el mayor Angerer; muy amables conmigo los dos. Röhm es pesimista respecto a los bolcheviques”12– parece indicar que ya le conocía o al menos había oído hablar de él. La abierta homosexualidad de Röhm no quitaba para que Himmler lo admirase como soldado que había luchado en el frente y había sido condecorado.

      Nada más aprobar los exámenes finales en agosto de 1922, encontró trabajo como técnico agrícola en una fábrica de fertilizantes de Schleissheim, y, siguiendo el consejo de Röhm, se incorporó también a un grupo paramilitar nacionalista llamado Reichsflagge [bandera del Reich], en el que continuaría su instrucción militar. Se había radicalizado políticamente, cosa nada sorprendente, puesto que no se relacionaba más que con exsoldados de derechas. Durante el año que trabajó en Schleissheim fue convenciéndose de que era necesario liquidar la Constitución republicana, acaso por medios violentos. Alemania sufría entonces la hiperinflación, desastre que afectó sobre todo a las familias de clase media como la suya, que se caracterizaban por la prudencia en la administración de su dinero. Además, Himmler ya había adoptado ideas de corte völkisch y militarista, por lo que no debió de costarle apenas trabajo a Röhm convencer a su joven amigo de que se afiliara al NSDAP. El 1 de agosto de 1923 se convirtió en el miembro 14.303 del partido.13

      Dejó su trabajo. En un momento en que el país parecía al borde de la bancarrota social, fueron créandose unidades semioficiales de voluntarios a partir de los diversos grupos paramilitares y de lo que quedaba de los Freikorps. El grupo Reichsflagge se había escindido, y Himmler entró a formar parte de la facción conocida como Reichskriegsflagge [bandera de guerra del Reich], que encabezaba Röhm. Más tarde fue admitido en la compañía Werner, una unidad de voluntarios financiada por el ejército que no tardaría en disolverse. A finales de septiembre de 1923 se reincorporó, por tanto, al grupo de Röhm, que estaba convirtiéndose en una fuerza de combate más al servicio del ideario nacionalista.

      Posteriormente desempeñó un papel modesto en el golpe de Múnich. El 8 de noviembre por la tarde, Röhm condujo a su milicia al edificio del Ministerio de la Guerra de Baviera, y Himmler llevó el estandarte (la bandera de guerra del Reich, naturalmente). No está claro si llegaron a acceder al edificio,2 pero sí es seguro que lo cercaron, ya que Himmler fue fotografiado en el exterior sosteniendo la bandera en una barricada. Pronto se vieron rodeados por la policía, que se había aproximado poco a poco en vehículos blindados, armada con ametralladoras y artillería ligera.

      El 9 de noviembre, Hitler y sus seguidores marchaban hacia el grupo de Röhm cuando comenzó el tiroteo en la Residenzstrasse. El mismo día, el Reichskriegsflagge sufrió un ataque en el que murieron dos hombres. Tras la detención de Röhm y varios otros dirigentes de la organización, la policía desarmó a los militantes que quedaban y les permitió regresar a sus casas.14

      Este acontecimiento fue decisivo en la vida de Himmler, pues lo hermanó con un grupo de hombres a quienes admiraba, le proporcionó una causa por la que luchar y satisfizo su ansia de participar activamente en conspiraciones políticas, de estar al corriente de lo que se urdía en algunos círculos. Lo cierto es que le complacía organizar continuamente no solo su vida, sino también las de su familia y sus amigos; algunos lo tenían por un entrometido. Esta cualidad la demostró también como miembro del Reichskriegsflagge.

      Después del golpe, sus padres, preocupados, abrigaron la esperanza de que sentara la cabeza y reanudara su carrera profesional. No fue así. Lo que hizo desde entonces fue dedicarse por completo a mantener viva la llama del Reichskriegsflagge, ejerciendo de correo entre los grupos y los líderes nacionalistas que trataban de resucitar el movimiento. Se afilió al Partido Nacionalista de la Libertad –la organización, presidida por Gregor Strasser, que sustituyó al NSDAP– y pronunció varios discursos en la campaña de las elecciones de 1924. Se desplazó en motocicleta de una ciudad a otra, hablando ante públicos pequeños, tratando de ganar adeptos para la causa nacionalsocialista; lo que indica que ya abrazaba el antisemitismo extremo característico del movimiento. Por lo demás, seguía anotando minuciosamente sus lecturas, entre las que predominaban los panfletos antisemitas, los relatos míticos sobre el pasado heroico de su país y los tratados de ocultismo.15 Si adoptó un antisemitismo combativo fue, sencillamente, porque este formaba parte del discurso del movimiento al que se había incorporado. De joven no había pasado de ser un antisemita “moderado”, y su padre tenía varios amigos judíos. Pero las relaciones que entabló después de la guerra con nacionalistas radicales como Röhm lo llevaron, sin duda, a centrar su atención en el llamado “problema judío”. Es evidente que la propaganda antisemita que leyó entonces, especialmente cuando se mezclaba con la imaginería romántica alemana que venía fascinándolo desde niño, lo marcó profundamente.

      Tampoco cabe duda de que Himmler sentía la necesidad imperiosa de amoldarse a los valores de todo aquel que respetaba o admiraba. De joven se había impregnado de

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