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el NSDAP ninguna facción “socialista” importante. Por lo demás, este episodio propició el nombramiento de Goebbels como jefe nacional de propaganda.

      La segunda crisis interna –que estalló en 1930, pero no llegaría a su apogeo hasta el año siguiente– influyó enormemente en el estatus de las SS dentro del movimiento.

      Como ya hemos visto, el jefe de la SA, Pfeffer von Salomon, reclutó a unos cuantos exoficiales del ejército, los Freikorps y el Frontbann a fin de inculcarle cierta disciplina militar a una organización corrupta y proclive a la brutalidad. Entre ellos estaba un antiguo capitán de la policía, Walter Stennes, que fue nombrado SA-Oberführer Ost [comandante de la SA para el este], es decir, responsable de la SA en Berlín y en el este de Alemania. Stennes sustituía así al hombre que había creado la sección berlinesa de la SA, convirtiéndola con el tiempo en una milicia de más de quinientos hombres, Kurt Daluege, un tipo alto y corpulento, ingeniero civil de profesión. Nacido en Kreuzberg en 1897, Daluege había ingresado en el NSDAP en 192211 y enseguida se había dado a conocer en la política callejera de Berlín por su eficacia y su carácter despiadado (por lo demás, su limitada inteligencia le valió el apodo de “Dummi-Dummi”12). No le hizo demasiada gracia, como es lógico, enterarse de que Stennes iba a dirigir “su” unidad.

      Stennes simpatizaba, al parecer, con las ideas de Otto Strasser. No cabe duda de que él y los miembros de la SA en Berlín compartían el malestar del sector disidente del NSDAP por la lentitud con que se desarrollaba la “revolución” nacionalsocialista. Y la cúpula del partido enconó aún más los ánimos al negarse a designar a Stennes y otros altos cargos de la SA como candidatos al Reichstag. Pero esto era solo la punta del iceberg de la tensión que se respiraba en Berlín y en toda la SA. Stennes no era, desde luego, la única persona que desaprobaba la opción de Hitler de optar por la vía de la legalidad para conquistar el poder, y la crisis económica desencadenada por el crack de Wall Street no hizo sino poner de relieve el conflicto.

      La SA sacó un gran provecho de la crisis. En 1930, su número de miembros aumentó hasta situarse “entre los sesenta mil y los cien mil”.13 La mayoría de ellos, sin embargo, no eran nacionalsocialistas acérrimos; el desempleo y la penuria los había llevado a buscar en la SA un medio de subsistencia. “En Berlín, algunas unidades tienen un 67% de desempleados”,14 indicaba Stennes. Mientras tanto, la administración central del NSDAP, es decir, los “civiles” que suscitaban el desprecio generalizado de la SA, seguía asignándole a esta recursos muy limitados. La organización aportaba al partido el dinero recaudado en la calle además de las cuotas de los miembros, sin apenas recibir nada a cambio: un motivo más de descontento. Los comandantes necesitaban más fondos para retener en la SA a los hombres que acababan de reclutar, pero veían cómo todo ese dinero (que ellos mismos habían recaudado) se destinaba a financiar la campaña electoral.

      Dejando aparte la falta de recursos, lo cierto es que el extraordinario crecimiento de la SA, unido a la actividad especialmente intensa que desarrolló en los meses previos a las elecciones de septiembre, amenazaba con alterar el equilibrio de poder en el NSDAP. Sus miembros estaban en las calles, se enfrentaban con comunistas y socialdemócratas. Se daba, por tanto, la situación propicia para que Stennes plantara cara a la dirección del partido. Y así lo hizo. Exigió que se incluyera a los comandantes de alto rango de la SA en la lista electoral para el Reichstag, que se destinasen más fondos a la organización y se pagase una retribución a los miembros de esta que cumplían funciones de vigilancia en los mítines, así como que se limitara el poder de los dirigentes “civiles” a nivel regional. Apenas tres semanas antes de las elecciones, el 23 de agosto, viajó a Múnich al frente de una delegación de la SA para plantearle estas exigencias directamente a Hitler. Este no quiso recibirlos, lo que condujo a una especie de huelga de la SA en Berlín, cuando los colaboradores de Stennes se negaron a desempeñar sus tareas propagandísticas y de protección. Unos días después, el 28 de agosto, varios miembros de la SA asaltaron la sede del NSDAP en la capital y le dieron una paliza al administrador, lo que llevó al partido a apostar un retén de las SS en el edificio.

      Las SS de Berlín estaban ahora bajo el mando de Daluege, quien, resentido por el nombramiento de Stennes, había abandonado la SA e ingresado en la organización rival el 25 de julio (con el número de carné 1.119). Había ascendido de inmediato a comandante de alto rango, sustituyendo al incompetente Kurt Wege al frente de la sección berlinesa. Tras el asalto a la sede de los nacionalsocialistas, se dedicó a vigilar a Stennes y su camarilla por encargo de Hitler, con la ayuda de antiguos camaradas de la SA que actuaban como confidentes. No supo, sin embargo, prever la siguiente acción de la SA de Berlín. La noche del 30 de agosto, un grupo numeroso volvió a atacar el edificio del partido, apaleando a los siete guardias de las SS (dos de los cuales sufrieron graves heridas en la cabeza) y destrozando el mobiliario. Nada más enterarse de lo sucedido, Goebbels –que se encontraba en Breslavia, donde había intervenido en un mitin del partido– viajó a la capital para hacerse con el control de la situación. Para expulsar a los hombres de Stennes hubo que pedir ayuda –cosa humillante– a la policía de Berlín, tan despreciada por los nacionalsocialistas. Finalmente llegó una brigada, que lograría detener a veinticinco miembros de la SA.

      Esta guerra interna suponía una crisis muy grave para el NSDAP, por lo que Goebbels se puso de inmediato en contacto con Hitler, que se encontraba en Bayreuth, para pedirle que interviniera. Al día siguiente, Hitler se entrevistó con Stennes en un hotel cercano a la estación de tren de Anhalter, en Berlín, y luego recorrió los bares y cafés frecuentados por la SA, asegurando a los militantes que podían confiar en él y que pronto tomaría medidas para remediar su descontento.

      Su intervención apaciguó los ánimos durante un tiempo, ocultando el conflicto que se había desatado en el movimiento; la prensa apenas se hizo eco de él, y las elecciones fueron un éxito para los nacionalsocialistas. No obstante, Hitler sabía de sobra que tendría que afrontar los problemas profundos de la SA tarde o temprano. Así, poco después defenestró a Pfeffer von Salomon, y asumió él mismo el cargo de Oberste SA Führer [comandante en jefe de la SA]; también escribió a Ernst Röhm (que seguía en Bolivia) pidiéndole que regresara y ofreciéndole el puesto de Stabschef [jefe del Estado Mayor]. Röhm se había mantenido al corriente de los acontecimientos y era consciente de lo que suponía el éxito del NSDAP en unas elecciones generales.15

      La cúpula del partido había tomado nota de la lealtad demostrada por las SS en medio de la crisis, por lo que no tardó en atribuirles un nuevo cometido. A principios de octubre de 1930 se les remitió a los oficiales de alto rango de la SA una circular que definía a las SS como una fuerza policial con autoridad para impedir acciones ilegales por parte de los diversos grupos integrados en el partido. Para cumplir esta función habían de desligarse de la SA en cuanto al reclutamiento (el 10% era, al parecer, el porcentaje máximo de miembros de la SA que también podían serlo de las SS), aun cuando siguieran, en teoría, dependiendo de esta organización.

      Al mismo tiempo se revisó la misión general de la SA. El 30 de noviembre de 1930, en una reunión de sus dirigentes celebrada en Múnich, Hitler propuso a Röhm como jefe del Estado Mayor, con la oposición de muchos, en especial los afines a Stennes. Röhm tenía ideas tan radicales como cualquier miembro de la SA sobre el futuro papel de esta, pero creía profundamente en la disciplina, y era consciente, por lo demás, de que los nacionalsocialistas vivían un momento decisivo en el que no podían permitirse dar ningún paso en falso. Estimulada por los excelentes resultados electorales del NSDAP, la cúpula de la SA empezó a considerar la función que le correspondería a la organización tras la conquista del poder, que creía próxima. (Hay que señalar aquí que Röhm no asumiría su cargo hasta enero de 1931). En principio, tendría que dejar de desempeñar tareas de “propaganda, vigilancia y recaudación de fondos”16 y comenzar a organizarse como la fuerza militar del NSDAP en todo el país. Las SS asumirían la mayoría de los antiguos cometidos de la SA, ejerciendo así de soldados políticos del movimiento. El 1 de diciembre, Himmler anunció –de manera algo prematura, como luego se vería– que las SS se separaban formalmente de la SA.17

      El éxito electoral del partido no hizo sino agudizar la tensión entre este y la facción de la SA encabezada

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