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clase de hombres –los militares– que admiraba profundamente y de la que sentía una necesidad imperiosa de formar parte. Venía de una familia de clase media de posición desahogada. Su abuelo paterno, Johann Himmler, nació en 1809 en la región de Ansbach, en el norte de Baviera, donde fue criado por su madre. Tras aprender el oficio de tejedor se marchó de casa a los dieciocho años para incorporarse al regimiento real bávaro, en el que se haría famoso por su tendencia a meterse en peleas y su “conducta inmoral con una mujer de baja condición”.1 Más tarde ingresó en la policía de Múnich, y luego sería trasladado a la de Baviera. A los cincuenta y tres años se convirtió en Gendarmerie Brigadier [sargento mayor]2 en la ciudad de Lindau, y alrededor de esa época se casó con Agathe Kiene, de veintinueve años, hija de un relojero local. Su ascenso social (el hijo ilegítimo que crece en un medio campesino y, tras servir en el ejército y en la policía, acaba ocupando un cargo público e integrándose en la clase media) no tenía nada de especial en aquel tiempo, pero recuerda, curiosamente, al del padre de Hitler en Austria.

      Nacido en Lindau en 1865 y bautizado Joseph Gebhard (aunque luego se le conocería por su segundo nombre), el único hijo de Johann y Agathe tenía solo siete años cuando murió su padre. Agathe tuvo dificultades para sacar adelante a la familia, pero las becas que le correspondían en tanto huérfano de funcionario, unidas a sus notables aptitudes académicas, permitieron a Gebhard recibir una enseñanza de primera categoría en un colegio de letras y más tarde en la Universidad de Múnich, donde estudiaría, sucesivamente, filosofía y filología.3 Terminados sus estudios en 1894, dio clases en un colegio de secundaria de Múnich y ejerció de preceptor del príncipe Heinrich, hijo del príncipe Arnulfo de Baviera. Pertenecía, según Peter Padfield, “a la clase media ilustrada; tenía las condiciones necesarias para ascender socialmente, y también el ansia de hacerlo”4: para alcanzar esta meta, nada mejor que servir a la familia real bávara.

      En julio de 1897 se casó con Anna Heyder, una muniquesa de carácter tranquilo y retraído. El matrimonio se instaló en un confortable piso del centro de Múnich, y el verano siguiente nació su primer hijo, Gebhard, al que seguiría, el 7 de octubre de 1900, Heinrich Luitpold, bautizado así después de que Gebhard padre escribiera al príncipe Heinrich, de dieciséis años, pidiéndole permiso para dar a su segundo hijo el nombre de su antiguo alumno. El príncipe aceptó ser el padrino del niño.

      Heinrich Himmler tuvo, al parecer, una infancia feliz y bastante normal dadas las circunstancias (la guerra estalló cuando tenía trece años). Su padre era, según todos los testimonios, un hombre muy puntilloso; pero tanto él como Anna prodigaron atención y cariño a sus tres hijos (el tercero, Ernst, nació en 1905), que supieron corresponderles. El profesor Himmler les leía historias sobre los antiguos germanos, relatos de famosas batallas; y también les contaba las hazañas de su abuelo como soldado de fortuna en Grecia y otros lugares. Heinrich cursó la enseñanza primaria en la escuela catedralicia de Múnich, y a los diez años ingresó en el colegio real Wilhelm, donde estudiaba su hermano mayor. Sus compañeros lo recordarían más tarde como el mejor alumno de la clase –o uno de los más brillantes– en todas las asignaturas, menos en educación física. Era negado para el deporte, “de estatura algo inferior a la media”, según lo describiría uno de ellos, “muy gordo, con una piel más blanca de lo normal, el pelo bastante corto y gafas de montura dorada sobre una nariz afilada; a menudo sonreía avergonzado y también con ironía, como para disculparse por su miopía, y para señalar a la vez su superioridad”.5 La obesidad puede atribuirse a su afición por los pasteles y los caramelos. La clase de gimnasia llegó a aterrarlo, entre otras razones porque el profesor lo trataba con dureza.

      En 1913, su padre fue nombrado subdirector del colegio de Landshut, ciudad situada al noreste de Múnich, adonde se trasladó con la familia. Los Himmler se instalaron en una espaciosa casa del casco antiguo y matricularon a Gebhard y Heinrich en el colegio, donde este último se haría íntimo amigo de otro chico, Falk Zipperer, también de Múnich.

      La familia estaba de vacaciones en Titmoning, cerca de la frontera con Austria, el 28 de julio de 1914, cuando este país declaró la guerra a Serbia. Al joven Heinrich, que había crecido escuchando historias de hazañas militares, la noticia lo llenó de entusiasmo. Empezó a escribir lo que pensaba sobre la guerra en el diario que, animado por su padre, llevaba desde los diez años. Estaba a favor de ella, naturalmente, y a menudo mostraba su desprecio por los que no compartían su postura: “Se mueren de gusto cada vez que oyen hablar de una retirada de nuestras tropas”.6 Jugaba a juegos de guerra con su amigo Zipperer y expresaba su ansia por demostrar su valor como soldado.

      Poco después se incorporó a un cuerpo de jóvenes cadetes –el Jugendwehr– para recibir instrucción premilitar, en el que se curtiría con un programa de ejercicio físico. Pero su vida familiar siguió más o menos igual. Más tarde, en 1916, su hermano mayor dejó el colegio para adiestrarse como oficial, y en 1917 Zipperer hizo lo propio. El profesor Himmler tenía mucho interés en que Heinrich terminara los estudios y obtuviera el diploma de enseñanza secundaria, pero Heinrich lo convenció de que utilizara sus contactos en la familia real bávara para conseguirle una plaza en el ejército. En diciembre de 1917, recibió la orden de presentarse a principios del mes siguiente ante el 11º regimiento de infantería de Baviera para comenzar su instrucción como Fahnenjunker [cadete], que había de facultarle para obtener el grado de oficial de reserva.

      Se ha hablado mucho de su supuesto fracaso como soldado. No hubo tal cosa. Es cierto que echó de menos su casa en las primeras semanas que pasó en el ejército; pero su actuación como recluta fue, en general, irreprochable. Se adiestró como soldado de infantería en Ratisbona entre enero y junio de 1918, y como oficial entre junio y septiembre; y en septiembre y octubre hizo un curso de manejo de ametralladoras.7 De haberse prolongado la guerra Himmler se habría incorporado a su regimiento en el frente, y es casi seguro que habría sido nombrado oficial. Pero, una vez declarado el armisticio, no tenía sentido abandonar Ratisbona. Cuando regresó su regimiento, supo que él y los demás cadetes iban a ser licenciados, y así sucedió en diciembre de 1918.

      No cabe duda de que le disgustó profundamente no haber llegado a servir como soldado en el frente ni obtener el grado de oficial (más tarde, sin embargo, afirmaría haber conseguido las dos cosas). Si no se cumplieron sus aspiraciones no fue por falta de aptitudes, sino debido a su corta edad. En aquel momento, cuando estaba a punto de hacerse adulto, su mayor ambición era ascender a oficial, por lo que se aferró a la esperanza de reanudar más adelante su instrucción militar.8 No fue así. En cualquier caso, es importante considerar hasta qué punto maduró Himmler en el breve periodo que pasó en el ejército. Hasta entonces había sido un simple muchacho de clase media, ingenuo, quisquilloso y mimado por su madre, que apenas había salido de la burbuja protectora de su familia; de hecho, en los primeros meses del servicio militar, pedía continuamente en sus cartas que le enviaran caramelos y pasteles. Pero con el tiempo fue endureciéndose, hasta el punto de disfrutar con la disciplina de la vida militar. No llegó a desembarazarse de la pendantería que había heredado de su padre; pero para cuando se licenció se había vuelto mucho más independiente, empezaba a decir lo que pensaba y a buscar su propio camino en la vida. Por primera vez había tenido que valerse al mismo tiempo de su inteligencia y de su instinto, y había salido airoso del trance. Puede que también fuera más fuerte físicamente. Ante todo, el servicio militar había aumentado su seguridad en sí mismo al proporcionarle experiencia de mando, aunque fuera a un nivel muy bajo. Había sido, sin duda, un aprendizaje notable; el ejercicio del mando requiere conciliar las necesidades de los subordinados con las exigencias de los jerarcas, entender los diversos aspectos de la planificación operativa, logística y administrativa, y actuar con decisión cuando hace falta. Es seguro que Himmler desarrolló por lo menos algunas de estas facultades.

      Malograda su carrera militar, reanudó los estudios. Había perdido un año académico, por lo que, a principios de 1919, volvió al colegio de Landshut para seguir un programa especial orientado a exmilitares, que le permitiría cursar dos años de enseñanza secundaria en apenas dos trimestres. Sin embargo, el curso se vio interrumpido por los acontecimientos de abril, cuando los Freikorps se movilizaron para derribar al gobierno revolucionario de Múnich. Himmler se incorporó en Landshut a una pequeña

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