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a lo que puso reparos Röhm. En febrero de 1925, cuando fue legalizada junto con el resto del NSDAP (ya no tenía, por tanto, que organizarse clandestinamente), todavía no existía un consenso sobre la función que había de desempeñar. Hitler había comprendido, con una lucidez de la que carecía Röhm, que para conquistar el poder sería necesario seguir, en general, la vía de la legalidad, y que la voluntad de someterse al orden constitucional tendría que reflejarse en el partido y en los grupos secundarios asociados a él. Había que emprender de inmediato la reorganización de estos cuerpos, aunque Röhm no estuviese dispuesto a llevarla a cabo.

      Hitler y sus colaboradores habían confiado en el éxito del golpe de Múnich, en vista del derrumbe económico, la hiperinflación y el subsiguiente malestar social, agravado por la ocupación francesa del Ruhr en enero de 1923. Se habían equivocado. La ocupación, en cualquier caso, había suscitado la repulsa de gran parte del mundo, así como una oleada de simpatía hacia Alemania. Poco después se constituyó un comité internacional encargado de revisar la cuestión de las reparaciones de guerra, cuya labor daría como resultado el Plan Dawes, aprobado en agosto de 1924. Se acordó reducir las indemnizaciones, refundar el banco central alemán y ofrecer al país créditos estadounidenses. Por lo demás, se exigió a las tropas francesas que abandonaran el territorio alemán, retirada que se produciría casi un año después.

      El Plan Dawes supuso un estímulo inmediato para la economía. Desapareció la hiperinflación, aumentó la inversión extranjera y despegaron las exportaciones, lo que trajo un periodo de relativa estabilidad política. No obstante, la violencia siguió siendo un elemento central de la vida política en Baviera y muchas otras regiones del país. En marzo de 1925, y al estar expuesto, como otros dirigentes del NSDAP, a agresiones por parte de la izquierda y de sus adversarios de la extrema derecha, Hitler ordenó a Julius Schreck crear un nuevo cuerpo de seguridad personal. “Cuando salí de Landsberg –recordaría más tarde–, todo [el movimiento] estaba roto, fragmentado en diferentes grupos, a menudo enfrentados entre sí. Me dije que necesitaba una escolta, aunque fuese muy reducida, un puñado de hombres dispuestos a servirme sin condiciones, a enfrentarse con sus hermanos si fuese preciso. Apenas veinte hombres por cada ciudad (en los que uno pudiese confiar por completo), en lugar de una masa sospechosa”.19 Schreck, hombre bajo y fornido, de facciones rudas y con un bigote como el de Hitler, había formado parte de una unidad “revolucionaria” en 1919 e ingresado en el NSDAP en 1921 a través de los Freikorps.20 Había sido uno de los primeros en incorporarse a la SA y pertenecía al pequeño círculo de exsoldados que constituían el séquito personal de Hitler, tipos duros que ejercían de chóferes y guardaespaldas, e incluso le servían al líder de público para sus monólogos. Además era miembro de la Stabswache y uno de los organizadores de la Stosstrupp Adolf Hitler, que había desempeñado un papel destacado en el putsch.

      Schreck cumplió la orden de Hitler reuniendo a doce de sus colaboradores más estrechos para crear una nueva guardia pretoriana. En el equipo –bautizado como Schutzstaffel [escuadras de protección], o SS– figuraban varios de los “sospechosos habituales” que integraban el séquito del líder desde los primeros tiempos del movimiento: Emil Maurice, su chófer y recadero predilecto; Ulrich Graf; Julius Schaub (con el número de carné de partido 7),21 que más tarde se convertiría en su ayudante personal;1 Erhard Heiden; Christian Weber; y Rudolf Hess. En abril de 1925 aparecieron por primera vez en público ocho miembros del grupo, portando antorchas en el entierro de Ernst Pöhner, antiguo jefe de la policía de Múnich y militante nacionalsocialista, que había muerto en un accidente de coche.22 “Maurice, Schreck y Heyden [sic] formaron la primera escolta en Múnich –comentaría Hitler en 1942–. Ellos fueron el origen de las SS”.23

      Pero la organización pronto se vio obligada a reclutar nuevos miembros fuera del círculo íntimo del líder. Los expedientes del personal dan idea de la clase de hombres que buscaban. Así, nos encontramos, por ejemplo, con Robert Bednarek,24 que ingresó en las SS el 20 de mayo de 1925 con el número de carné 467. Nacido en 1899 en Gliwice, en la región de Silesia, cursó solo un año de la enseñanza secundaria y más tarde sirvió como soldado de infantería en el ejército entre mayo de 1917 y agosto de 1919. No llegó a ascender a suboficial. Tras ser licenciado entró a formar parte de una unidad local de los Freikorps –la Jägerschar von Heydebreck–, en la que serviría dos años. Posteriormente desempeñó una serie de trabajos modestos y mal pagados, ya que, como muchos alemanes, no había recibido formación profesional alguna antes ni después del servicio militar. En el momento de incorporarse a las SS era conductor de autobús. Es difícil saber qué le impulsó a entrar en la organización, pero no parece que fuera el fanatismo político, pues tardó un año en afiliarse al NSDAP. Lo más probable es que lo incitara a apuntarse algún antiguo compañero de armas o algún camarada en los Freikorps; aunque no cabe descartar que compartiera la visión política de miles de paramilitares de derechas cuya ignorancia les hacía abominar del Estado alemán de la posguerra y que añoraban la disciplina y las certidumbres de la vida militar. En cualquier caso, llegó a ser oficial de las SS, pero su pertinaz alcoholismo le valdría la expulsión se la organización en 1939 (de nada le sirvió ser uno de sus miembros más veteranos).

      Años después, varios dirigentes de las SS mencionarían la Stosstrupp Adolf Hitler como precedente de la organización; pero si bien es cierto que algunos de los miembros más antiguos habían formado parte de aquel cuerpo, las SS eran una realidad nueva. Si la Stosstrupp Adolf Hitler era, como la SA, un grupo de combate destinado a situarse en la vanguardia de la revolución nacionalsocialista, la denominación completa de las SS indicaba una finalidad totalmente distinta.

      Hitler tuvo su primer enfrentamiento grave con Röhm en abril de 1925, cuando ya era obvio que Röhm no estaba dispuesto a reorganizar la SA según los designios de Hitler, y que este se opondría a la continuidad como organización independiente de la alianza de milicias de derechas encabezadas por aquel. El día 16 del mismo mes mantuvieron una conversación en la que Hitler dejó bien clara su posición a Röhm,25 que al día siguiente dimitiría como jefe de la alianza y de la SA, y poco después abandonaría Alemania para trabajar de consejero militar del gobierno boliviano. Si bien sus nuevos dirigentes mantuvieron intacta la SA, Schreck aprovechó la oportunidad para afianzar su nueva organización rival.

      Hitler pretendía que las SS abandonaran la estructura pseudomilitar característica de la SA, por lo que propuso que cada unidad local del partido creara, con unos diez militantes de máxima confianza, una escuadra destinada a proteger a sus dirigentes, garantizar la seguridad en los mítines que celebraran y reforzar la escolta de los líderes nacionales del partido allí donde fueran. Estas directrices quedaron formuladas en una circular remitida por Schreck, el 21 de septiembre de 1925, a los “jefes de todas las Gaue2 y a los grupos independientes locales”.26 Allí se exponían las normas aplicables a los Schutzstaffeln. La clave estaba en el control de sus actividades: “las escuadras de protección no podían mezclarse ni confundirse con la SA”, y los líderes propuestos se someterían a la aprobación de la jefatura central, que proporcionaría, por lo demás, todos los impresos de solicitud de ingreso en la organización y los carnés de afiliado. Los miembros tenían que abonar puntualmente a la jefatura central una cuota mensual de un marco (que pronto se reduciría a cincuenta peniques), y los uniformes –que al principio consistían en una camisa parda similar a la de la SA, una corbata negra y un quepis del mismo color con una escarapela imperial y la insignia de la calavera y los dos huesos cruzados– estarían disponibles en la sede de las SS, en Múnich.

      La nueva organización no captó en un primer momento demasiados miembros, lo que no es nada sorprendente, pues ya existían multitud de grupos paramilitares y de combate asociados al NSDAP. Las unidades locales del partido no comprendían, al parecer, la necesidad de crear estas escuadras de protección. Koehl señala que, en el momento de emitir Schreck la circular, la sección del NSDAP en Hamburgo empleaba a adolescentes del grupúsculo nacionalista Blücherbund, en tanto que Berlín recurría a miembros de la alianza de milicias de Röhm, y Cuxhaven a los veteranos de guerra de la organización Stahlhelm. El Ruhr, por su parte, había constituido su propia SA, encabezada por un antiguo comandante de los Freikorps,

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